XXXVI

Después de terminar la guerra, la Bella Otero todavía vivió una gran ilusión: la de ver su vida servir de argumento a una película.

La película fue Interpretada por la bellísima actriz mexicana María Félix y por Jacques Berthier. La primera hacía el papel de Carolina Otero y el segundo el de Jean Chastaing, un personaje imaginario que vive en la película un gran amor en París con la Bella Otero.

Aparece también en el film la figura de Francisco Coll, si bien bastante falseada. El «Boniato» se llama Pacco en la cinta francesa.

La película tuvo un mediano éxito. Como cine, era vulgar. Pero tuvo el acierto el director de la misma de hacer revivir el ambiente de la «Bella Época», que por entonces empezaba a despertar la nostalgia de las gentes hastiadas de la recién acabada guerra. Así pudo obtener un resonante éxito de público el film basado en la vida de Toulouse-Lautrec y del «Moulin Rouge».

A raíz de la filmación de la película sobre la vida de la Bella Otero, ésta recibió en su casa de Niza a la actriz María Félix, protegida a la sazón por un paisano de Carolina, el productor gallego Cesáreo González, para quien interpretó la actriz mexicana varias películas en España, antes de casarse con el famoso Jorge Negrete.

La Bella Otero recibió emocionada a Marta Félix. Hay una fotografía, muy difundida por los diarios y revistas españoles en 1965, al publicar las notas necrológicas sobre la Bella Otero, en la que aparece ésta abrazando a María Félix. El rostro dé Carolina Otero refleja alegría y emoción al abrazar a la intérprete de su vida.

El verse con su vida llevada a la pantalla debió de constituir para la Bella Otero un gran consuelo espiritual. Todavía, pues, no estaba olvidada del todo, cuando los productores cinematográficos se habían acordado de ella.

Por aquellas fechas vivió Carolina Otero tal vez los últimos momentos auténticamente alegres e ilusionados de su vida. Volvió a sentirse protagonista y no ser humano jubilado de toda actividad vital. Ella iba a ser, siquiera por el tiempo de duración de la proyección de la película de su vida en las salas de cine, el centro de la atención de cientos de miles de personas.

Con la visita de María Félix, algunos periódicos volvieron a ocuparse de la Bella Otero. El asombro fue grande en un no pequeño número de personas que leyeron la noticia. ¿Todavía vivía la Bella Otero? Eran muchos los que la creían muerta hacía mucho tiempo.

En Niza volvió a hablarse de ella. Así, pues, ¿aquella anciana que todas las mañanas salía de compras era la famosa Bella Otero?

De nuevo sintió la antigua bailarina la acariciadora aura de la popularidad a su alrededor.

—¿De modo que usted es la famosa Bella Otero? —le preguntaba el dependiente del colmado en que la ex bailarina hacía sus compras.

Ella sonreía y contestaba:

—Sí, ¿no lo sabía?

Lo mismo le preguntaban en la tienda de flores y en la farmacia, en la carnicería y en la pescadería.

Y todos comentaban para sí:

—¡Caramba, qué vieja está la pobre!

Lo que no sabía casi nadie era que la Bella Otero, aquella famosa figura que el cine les acababa de descubrir, frisaba ya en los ochenta años.