XII

Después de arruinar al banquero Furtiá, la vida de la Bella Otero discurre entre gentes de la más elevada clase social, por lo que respecta a sus líos amorosos, desde títulos de la nobleza más encopetada de Europa hasta incluso —de creer lo que ella dice o insinúa en sus «Memorias»— testas coronadas.

El banquero siguió, al parecer, el camino de Francisco Coll y regresó a Barcelona. Por cierto que el «Boniato» —Francisco Coll—, de quien se dijo que había contraído matrimonio con la Bella Otero, desmintió el rumor. «Continuó —dice Sebastián Gasch— dedicándose al juego y negó siempre que hubiese contraído matrimonio con la Otero, contrariamente a lo que se rumoreaba, y años después se casó con una hermosa barcelonesa llamada Mercedes.» Como se ve, el «Boniato» terminó por consolarse de la defección de Carolina Otero y pudo rehacer su vida, incluso desde el ángulo amoroso. Es bien cierto que, en cuestiones de amor, no hay, como dice el refrán, «mal que cien años dure».

Si hemos de hacerle caso a la Bella Otero, ésta, según dice en sus fantásticas «Memorias», se fue a Oporto después de abandonar a Paco. Pero de sobra sabemos que Carolina Otero no sólo falsea lo referente a sus amores, dándoles con frecuencia un cariz romántico y apasionado —cosa que casi nunca tuvieron—, sino que incluso trastrueca las fechas y coloca caprichosamente unos hechos antes o después de que hubiesen realmente sucedido. Es posible que esto no lo hiciese intencionadamente, sino a causa de explicables fallos de la memoria.

Pero el caso es que la Bella Otero, tras afirmar que abandonó a Paco y se fue a Oporto, refiere que tuvo amores en dicha ciudad portuguesa con un cantante italiano. Carolina dice que esto ocurrió antes de haber debutado en París, lo cual no parece ciertamente haber sucedido en realidad, pues ella abandonó a Francisco Coll en París y fue precisamente éste quien le presentó a Oller y posibilitó su debut en París.

La Bella Otero afirma —siguiendo su tónica de contar las cosas caprichosamente, bien voluntariamente o por no recordar bien lo ocurrido— que no sólo tuvo amores con este cantante italiano, sino que incluso llegó a casarse con él.

Las cosas no le fueron demasiado bien, pues el italiano, que era guapo y atractivo, era también muy aficionado al juego y a cambiar de mujer.

La Bella Otero lo planta poco después, estando en Montecarlo —escenario donde se desarrollará una buena parte de la vida de la bailarina—, y se marcha a Marsella, con un ventajoso contrato, según ella.

En el gran puerto mediterráneo, la Bella Otero se enamora fugazmente de otro hombre. Pero, cuando está en pleno idilio, se presenta su marido, el cantante italiano. Ella se niega a reconciliarse. Pero, al parecer, él se muestra tan arrepentido y persuasivo, que Carolina accede a la reconciliación. Lo que haya de cierto en todo esto no podría no podría en manera alguna demostrarse. Es preciso cargarse de buena fe y creer lo que la Bella Otero dice al respecto en sus «Memorias».

Parece ser, siempre según la propia protagonista, que, desude Marsella, la Bella Otero y su marido italiano —cuya existencia resulta también bastante problemática, por lo menos como tal marido— se dirigen a París, donde ella debuta.

Hemos seguido hasta aquí dos caminos: el ofrecido en la historia de su vida por la propia Bella Otero y el trazado con jos datos proporcionados por Francisco Coll y otros de origen diverso. Los dos caminos son distintos, pero convergen en un mismo punto: París.

Al llegar aquí, también resulta distinto lo que la Bella Otero dice en sus «Memorias» y los datos facilitados por el «Boniato» y otras personas.

Por ejemplo, la Bella Otero dice que debutó en París en el «Circo de Verano», contratada por su director Carlos Franconi. En cambio, según Francisco Coll, fue éste quien presentó a José Oller —fundador, como se sabe, del «Moulin Rouge»— a la Bella Otero. Si se acepta esta versión de los hechos, no fue en el «Circo de Verano» donde debutó Carolina Otero, sino en el «Jardín d'Eté», por mediación precisamente de José Oller.

Por otra parte, Sebastián Gasch afirma que «no existía entonces —es decir, cuando la Bella Otero dice que debutó en París— un Carlos Franconi, sino Víctor Franconi, miembro de ilustre dinastía y director, no de un supuesto "Circo de Verano", sino del "Cirques des Champs-Elysées"».

Es, pues, éste un dato más —dada la solvencia de Gasch en estos temas, en que es un documentado especialista, es preciso concederle todo crédito en lo que afirma— que confirma la tendencia de la Bella Otero a contar las cosas a su manera, sin tener para nada en cuenta ni la cronología ni la verdad de los hechos que jalonaron su vida. Ella —es lo corriente, por otra parte, en casos similares— escribe en sus «Memorias» la novela que ella quisiera haber vivido, no la que realmente vivió. Entre las dos novelas hay, con demasiada frecuencia, cierta diferencia.

Pero, en fin, el caso es que, de un modo u otro —por el camino descrito por ella misma o por el de la versión dada por el «Boniato»—, hemos llegado ya con la Bella Otero a París y hemos asistido a su debut.

Los amores con el banquero Furtiá ya los conoce también el lector, siquiera en síntesis. Dado que, bien que mal, asimismo tiene el lector una aproximada idea de lo que era la vida frivola en aquella época en París, no le resultará ya difícil seguir a la Bella Otero a través de la oropelesca estela de su Vida.

Dejando aparte la fantasía con que la Bella Otero adoba en sus «Memorias» la historia de su vida amorosa, no puede negarse que ésta fue muy movida. Desde el ángulo frivolo, resulta francamente algo fuera de lo común. Es sorprendente que una mujer, por muy bella que fuese —y, desde luego, Carolina Otero poseyó una belleza realmente extraordinaria—, llegase a vivir dentro del marco deslumbrante en que vivió la bailarina gallega, procediendo, como procedía, de los más humildes extratos de un pueblo como el gallego, que se caracteriza precisamente por vivir en un medio social extremadamente pobre.