XI
En los años anteriores a 1914, el «music-hall» empezó a conocer su primera época de apogeo. Los nombres de los «chansonniers» Marcel Legay, Maurice Boukay, Vincent Hyspa, la propia Colette, La Goulue —«reina del Moulin Rouge», popularizada por los agilísimos dibujos de Toulouse-Lautrec— y Maurice Chevalier.son ilustrativos de aquella época. A esta lista de nombres extranjeros es preciso añadir el de la española Carolina Otero. En el París de la época de finales del siglo XIX y principios del XX, el nombre de la Bella Otero alcanza una dimensión realmente extraordinaria dentro del mundo del «music— hall» y de los espectáculos nocturnos más famosos.
El Casino de París, el «Moulin Rouge», el «Olympia», el «Folies Bergére», el «A B C», el «Alhambra», son nombres todos famosos en la historia del espectáculo nocturno parisiense y a todos ellos, en mayor o menor grado, de cerca o de lejos, está vinculado el nombre de la Bella Otero.
No pocos de los couplets más famosos de aquellos tiempos fueron cantados por la hermosa española. Naturalmente, que la vida artística de la Bella Otero no se circunscribe, ni mucho menos, al couplet y al «music-hall», sino que descolló incluso como actriz de talento, pero éste es otro capítulo del que hablaré más adelante.
Entre los títulos de revista que tuvieron más éxito en el París de principios de siglo, esplicaré unos cuantos, que tal vez recuerden a muchas personas el rutilante fulgor de aquel ambiente oropelesco y frivolo, exquisito y decadente, que las dos grandes guerras mundiales han aventado para siempre. Como dice acertadamente Sebastián Gasch, los títulos «ladradores» de las revistas de la época a menudo eran una simple onomato— peya: «¡Bouml», «Vían!», «Pir Parf», «Oui... Ouil»; o una de esas frases misteriosas que, de repente, circulan por la calle, el último «bobard» inventado por el gracejo parisiense: «Laisse— les-tomber!», «Voui, Marie», «Qa vaut g!», «Merci tout de méme!», «Mais, ouí, madame!», «Paris-Vertige!»...
Al hablar de aquella época, resultaría imperdonable no hablar de Maurice Chevalier. Es posterior su fama a la de la Bella Otero. Pero cuando él comenzó, todavía estaba en candelero Carolina. Puede, pues, considerarse a ambos contemporáneos en cierto modo.
Por otra parte, Maurice Chevalier, el parisiense más famoso del siglo XX, fue siempre un hombre popular en España, tanto tal vez como la Bella Otero lo fue en Francia. Chevalier actuó varias veces en España. La primera, cuando tenía treinta y un años, en Barcelona, en el transcurso del invierno 1920-1921. Percibía por cada día que actuaba ochocientas pesetas diarias, cantidad elevadísima para aquellos años. En 1923, volvió a actuar en Barcelona, cobrando ya mil pesetas por día. Volvió en 1927 y siempre fue muy bien acogido.
Chevalier, aparte de su indudable personalidad, rebosante de simpatía y cordialidad —casi el símbolo de una época en este sentido—, tiene una gran importancia dentro del ambiente del espectáculo nocturno iniciado con el «music-hall» debido a que estuvo, hacia 1911 —cuando todavía la Bella Otero no se había retirado—, en relaciones con la famosa Mistinguette, la figura más relevante del arte frivolo cuyo centro radica indiscutiblemente en París. De la Mistinguette llegaron a cantar los «chansonniers»:
«Hay tres monumentos en París
que si los ves enmudeces:
el Arco del Triunfo,
la tumba de Napoleón
y la... Mistinguette.»
Maurice Chevalier cuenta en sus «Memorias» cómo conoció a la Mistinguette. Fue en el «Aihambra». Chevalier ocupaba un palco. «De pronto —escribe Maurice Chevalier—, con emoción, veo llegar al palacio inmediato a la bonita Lanthelme, acompañada de... Mistinguette. Las dos mujeres van solas y por suerte Mistinguette se sienta a la derecha, cerca de mí, sólo separada por el débil tabique del palco...» «Nuestras miradas se cruzaron y me sentí muy mareado. Instintivamente, le sonreí inclinando la cabeza. Me pareció que ella buscaba mi rostro en sus recuerdos, aproveché la ocasión y le dije que me había enterado con alegría de su compromiso con el "Folies-Bergére" porque esto me permitiría tal vez hacerle de "partenaire". Mi emoción y mis ojos decían mucho más que mis palabras, y advertí que ella se daba cuenta por la forma maliciosa de mirarme. Fue un momento inolvidable.
»—¿Cuál es el nombre con que trabaja usted?
»—Chevalier, mademoiselle.
»—¡Ah! Usted es Chevalier.
«Entonces —prosigue Chevalier en sus "Memorias"— me inspeccionó más detalladamente y añadió:
»—He oído hablar mucho de usted. Y no me disgustaría que trabajáramos juntos.»
Poco después, Maurice Chevalier recibía el espaldarazo de su vida artística al actuar al lado de la Mistinguette en una escena titulada «El vals al revés».
Chevalier confiesa: «Supe desde el primer momento que mis únicos méritos para obtener este papel fueron mi juventud, mi resistencia y la capacidad de encajar muchos bofetones seguidos debido a mis antiguos entrenamientos como boxeador.»
Las relaciones de la Mistinguette y Chevalier adquirieron pronto, no obstante, un claro carácter amoroso.
Ella juzgó después, también en sus «Memorias», del siguiente modo a Maurice Chevalier: «Chevalier no tiene el sentido del dinero. No sabe ahorrar. Gracias a mí, aprendió este arte y me superó. Con el tiempo ha llegado a ser un maestro y ahora es mucho más rico que yo.»
La Mistinguette era muy admirada por la Bella Otero, que también sentía un gran afecto por Maurice Chevalier. La unión amorosa entre la Mistinguette y Maurice Chevalier duró nada menos que trece años. Sin duda alguna a la Bella Otero, mujer que pasaba de un amorío a otro con pasmosa facilidad, debió de parecerle una barbaridad aquella duración de las relaciones amorosas entre sus dos admirados amigos.
Todavía debió de parecerle más raro a la Bella Otero —ella fue el colmo de la versatilidad— que Chevalier y la Mistinguette guardasen, hasta que murió ésta, un entrañable recuerdo el uno del otro y fuesen amigos, aun después de haber dejado de ser amantes. En esto la Mistinguette era discípula de la extraordinaria Ninon de Lénclos, mientras que la Bella Otero era mucho más impulsiva y menos cultivada.
Cuando Chevalier, que estaba a la sazón actuando en los Estados Unidos, se enteró de la enfermedad que había de llevar al sepulcro a la Mistinguette, le puso el siguiente cablegrama: «Siempre contigo, de todo corazón y con nuestros maravillosos recuerdos... Estaré en París el 20 de enero. Valor, amiga mía. Mauricio.»
Pero cuando Chevalier llegó a Francia, la Mistinguette había ya muerto y no había tenido siquiera el consuelo de poder leer el cariñoso cablegrama de su ex amante.