NOTA AL LECTOR

Cuando me senté a escribir este libro no sabía si lo haría en español o en francés. De hecho, cuando el tema surgió en las discusiones previas con mi editor, pensé que habría ciertos momentos en que me sentiría más cómoda expresándome en francés, aun cuando la mayoría de los relatos vendrían espontáneamente en español.

Pero desde la primera frase que escribí, el francés se me impuso. Pensé en un principio que esto se debía a que los años de colegio habían sido todos en francés y que probablemente tenía más instrumentos de expresión en ese idioma.

Hoy entiendo que la verdadera razón fue otra. Escribir este libro me obligó a sumergirme profunda e intensamente en mí misma y en mi pasado, trayendo desde ese fondo abismal, un caudal de emociones desbocadas.

El francés me dio la distancia necesaria y, por ende, el control, para poder comunicar lo que estaba sintiendo y lo que había vivido.

El título del libro vino naturalmente. Los versos de Pablo Neruda que me recitaba mi padre me habían acompañado, junto con su voz, constantemente durante el cautiverio. Cuando más cercana estuve de la muerte, fueron ellos, los que restablecieron el diálogo interior sin el cual hubiese perdido la conciencia de seguir viviendo.

No hay silencio que no termine es uno de los últimos versos del poema de Neruda titulado «Para todos».