¿Que veinte años no es nada?
Don Jesús del Carmen Morales camina despreocupadamente hacia su casa. Al atravesar el parque, un hombre se le acerca tambaleante; trae un puñal hundido en el pecho. El moribundo le pide a don Jesús que por favor lo ayude, que le quite, por Dios, el acero que lo mata. Don Jesús —don Jechu para sus amigos—, conmovido, tira de la empuñadura y el hombre cae a sus pies, muerto. Justo en ese momento aparece la policía. Don Jesús en vano trata de explicar: el puñal en su mano, trémulo, saciado en sangre, lo acusa sin compasión. Don Jesús del Carmen Morales Morales, alias «don Jechu», edad 50 años, casado, cuatro hijos, sin prontuario policial, es detenido, enjuiciado y condenado a veinte años y un día de cárcel. La prisión es cosa dura. Él no está hecho para esos avatares. Adentro lo maltratan, lo humillan, lo vejan, no lo dejan vivir. Afuera todo el mundo lo abandona. Primero sus amigos, luego sus familiares, después su mujer; al final sus propios hijos. El trastorno es brutal. Varios intentos de suicidio empañan su hoja de conducta. Pero el tiempo transcurre y don Jesús —el tonto Jechu para sus compañeros de prisión— aprende a conformarse, aprende a adaptarse, aprende a fabricar guitarras: aprende a sobrevivir. Y pasan los años; cinco, diez, quince, veinte años. Pasa el día y la condena se cumple; ya puede irse. Está libre. Don Jesús del Carmen llora. A estas alturas ya es un hombre acabado. Lo ha perdido todo, llora. Las rejas se abren, sale. Deambulando en la calle, de pronto, sin saber cómo, se halla nuevamente en el lugar del crimen. Recuerda todo como si recién hubiese acabado de ocurrir. Le parece que el tiempo no ha pasado. Ahora siente que le tocan el hombro. Es el mismo policía que lo detuvo y que ahora le sonríe. Don Jesús lo mira sin entender. No entiende nada. Entonces, el tipo del puñal en el corazón, que aún está tirado en el suelo, se levanta muy suelto de cuerpo y le pide que mire hacia allá y que sonría. «Usted ha sido protagonista de nuestro programa La Cámara Oculta», le dice triunfal. Don Jesús del Carmen Morales en un primer momento parece que va a protestar, pero luego mira hacia la cámara y sonríe; lastimosamente sonríe.
—¿Y a qué hora dan el programa? —pregunta bajito.