Apuntes de una risa triste

Mi risa no sabe de peces de colores. Siempre han sido grises sus pocos peces, rigurosamente grises. Jamás ha desplegado su lienzo de oreja a oreja mi torpe risa; apenas un estirar de hocico leporino en mitad de un sueño, apenas un rictus de ángel idiota cuando río solo; apenas —nadie se mueva a engaño— la mueca de la Tragedia vuelta patas arriba en mis retratos. Menos todavía sabe de carcajadas mi enferma risa, de esas que al estallar hacen aletear el alma en torno a la cara. Las suyas —de estallar alguna vez— sonarían como de una boca llena de piezas de oro o insondable de peladas encías: tal y cual deben resonar en los sótanos del cielo las vesánicas carcajadas de Dios riéndose de sí mismo.