Jugando en el bosque

¿Te acuerdas cuando jugábamos en el bosque mientras el lobo de turno afilaba sus colmillos en la pieza vecina? Éramos unas felices ovejas aún no esquiladas y no sabíamos —tan corderos éramos— que, si hay bosque, la gracia del juego es hacer rondas no mientras el lobo no está, sino cuando está.

—Lobo, ¿estás?