Ojo con ellos
Ojo con ellos, con sus graves y esotéricos juegos, mupuchopo opojopo. No dejes cristianamente que vayan a ti. Evítalos, ignóralos, ponles cara de ogro o de madrastra. Que sus pucheros no te conmuevan, ni sus patas azulosas; que el ronroneo de sus risas a pila no te seduzca, ni sus gracias de enanos de circo. Como la luna, húyeles. Y si alguna vez en la calle o en un parque público dejan rodar una pelota hacia ti, no la toques, no la vayas a tocar. Hazles el quite como a un animal ponzoñoso y sal enseguida de su radio de juego. Y si de pronto —ni Dios lo quiera— llegaras a verte encerrado en una de sus rondas, no te abandones a la dulzura de sus cánticos, no te vayas a abandonar. Grita, grita fuerte, coge una piedra. Llama a tu mamá.