A modo de arenga
«Oídme ahora, suicidas de alcobas, de estudios, de salas de baño, suicidas de puertas adentro. No más sobredosis de tranquilizantes, no más disparos en la boca, no más venas abiertas con hojitas de afeitar, nunca más la soga al cuello y quedar ondeando como mísero trapo de rendición. Con un clavel en la oreja subid airosamente las torres, elegid las azoteas más altas, las más altas cúpulas, y coronados de palomas allá arriba, abrid hasta la transfiguración vuestros pálidos brazos.
Pero oídme bien, inútil manga de frustrados: aquí no se trata de dejarse caer con remilgos de hojas secas, aleteos de coleópteros averiados o parábolas de pájaros ciegos. Mucho menos tratar de lucirse con volteretas de campeones olímpicos en saltos ornamentales. En picada de ángel japonés en llamas —en ataque de sorpresa al amanecer— lancémonos contra el mundo. ¡¡KAMIKAZE!!».