Debut

En un arranque de temeridad digno de todo loor, la desenfunda ufano, arrima una silla, levanta un pie y la apoya en su muslo. Luego de galantearla, como todos, comparándola al cuerpo de una mujer, solicita un trago, hurga en su repertorio y carraspea. Cumplido ya el ritual y pronto a la ejecución —los ojos cerrados y contenido el aliento— experimenta con agobio y en carne propia que, en verdad, otra cosa es con guitarra.