Las apariciones de este relato corresponden a personas vivas, y el tratamiento sobrenatural resulta cómico e irónico. Se trata de un cuento clásico sobre el álter ego, el doble yo. El cuento tiene su origen en el análisis que llevó a cabo Henry James de Robert Browning, a quien conoció pintando en los salones y en las cenas de Londres. El poeta le pareció una «ruidosa, saludable, normal y vigorosa presencia, toda ella imperiosa y completa, plagada de rápidas respuestas, esperadas opiniones y habituales puntos de vista». ¡Ser un poeta tan grande y sin embargo un hombre tan prosaico! Ese fue el misterio que James decidió sondear en «La vida privada». Tenía que haber dos Browning, la celebridad y el poeta del estudio. Con su gusto por los opuestos, James proyectó entonces otra clase de figura: el hombre que existe solo en público y se desvanece en privado. El modelo real en el que se inspiró este personaje fue el pintor victoriano clásico Frederic Leighton, de quien James llegó a decir: «Lejos de encontrarnos ante un caso de álter ego, de doble personalidad, apenas parecía que estuviéramos ante un solo y real individuo». El resultado es uno de los relatos más imaginativos del autor sobre el mundo sobrenatural «benigno».
Robert Browning había muerto el 12 de diciembre de 1889, en Venecia, y durante la semana de Navidad sus cenizas fueron enterradas en el llamado Poets’ Corner de la abadía de Westminster. Henry James asistió al funeral por su viejo amigo, y pocos días después escribió un breve homenaje anónimo en su memoria en el The Speaker. Había conocido durante dos décadas al Browning londinense, el Browning que a mediados de siglo había abandonado Italia (y la tumba de Elizabeth Barrett) para buscar una vita nuova a orillas del Támesis. A James, la afable figura de Londres siempre le había parecido un enigma. ¿Podía ser aquel el mismo Browning que había cortejado y conquistado el corazón de Elizabeth Barrett? Se preguntaba cómo el Browning «célebre y vulgar» podía haber «escrito aquella obra inmortal».
Esa fue la fantasía que creó Henry James en torno a esa figura, una visión del poeta sosegado y en apariencia prosaico soñada en un momento en que el autor estadounidense había dividido su vida en dos compartimientos, el del estudio solitario y el del teatro. Era una vieja fantasía que había asociado ahora al anciano poeta. En «Benvolio», una pequeña alegoría que había escrito durante la década de 1870, describió a un joven poeta, dividido entre el mundo y su arte, que organizaba su domicilio en compartimientos, en uno de los cuales escribía y llevaba un atuendo sacerdotal, mientras que en el otro se vestía de colores vivos y recibía a sus amigos. No obstante, en la fantasía sobre Browning encontramos una diferencia importante. En «Benvolio —escribió James—, era como si el alma de dos hombres muy diferentes hubiese sido unida en el mismo molde». En la imagen del Browning dividido imaginaba dos espíritus complementarios, no en conflicto sino ayudándose entre sí.
En busca de un cuento de «doble personalidad», mientras él mismo alternaba entre el hombre de acción en el teatro y el hombre de estudio en De Vere Gardens, pensó que sería divertido utilizar la figura de Leighton. Lord Leighton parecía llevar una vida de ensueño en Londres: era el representante supremo del arte clásico en la época victoriana. Consiguió el éxito en todos los ámbitos. Era un consumado orador para después de las cenas, «el artista más consumado y el más deslumbrante hombre de mundo». Sin embargo, cuando más tarde murió y James asistió a su entierro, descubrió que su clarividencia en el relato de «La vida privada» se reflejaba en la vida real. La reputación de Leighton se esfumó. Había sido la figura pública absoluta; la figura privada no parecía existir en ninguna parte.
Al parecer, James ya había pensado en su relato el 27 de julio de 1891, pues en esa fecha consignó el título y las primeras frases en su cuaderno de notas. El 3 de agosto se dijo que el relato era «pura fantasía; pero ¿acaso no puede resultar bonita y divertida precisamente por ello? Tiene que ser muy breve, muy ligero, muy vivaz. Lord Mellifont es el intérprete público, un hombre cuya personalidad se vuelca de tal modo en la representación y el aspecto, la sonoridad, la fraseología, la pulcritud y la fachada que no es nada más». James se interrumpía en este punto y se exhortaba a sí mismo, en su cuaderno de notas: «Pero si ya lo ves: ¡empiézalo! Basta de hablar, de darle vueltas». Lo acabó pronto y lo envió al Atlantic Monthly, que lo publicó en abril de 1892. En cuanto a su escritura, el relato es anterior a «Nona Vincent» y con toda probabilidad a «Sir Edmund Orme», aunque estos aparecieron antes.
Henry James volvió a publicar el relato en La vida privada (1893). El texto reproducido aquí es la edición neoyorquina revisada.