En este cuento acerca de la vida en los escenarios londinenses durante los tiempos en que el teatro se iluminaba con luces de gas hay un rasgo sobrenatural: el empleo de lo extrasensorial y de la transmisión del pensamiento. El final nos sugiere en parte un sueño o una visión, la alucinación del joven dramaturgo agobiado cuya protagonista femenina ha comprendido por fin, tras reiterados fracasos, qué tipo de personaje tiene que interpretar. Tan realista resulta dicha experiencia que no llama a la actriz por su verdadero nombre sino por el que le ha dado en la obra, el nombre que da título a la historia.
Henry James escribió este relato después de leer ante la British Society for Psychical Research un estudio de su hermano William James sobre la célebre médium William Leonore Piper. Durante su estancia en Europa en 1882 y 1883, William había visitado la clínica de Charcot en París, se había relacionado con los espiritistas británicos Frederick Myers, Edmund Gurney y Henry Sidgewick, y había quedado fascinado por el mundo de los espíritus. El filósofo y psicólogo americano realizó sus investigaciones con el mismo espíritu científico que le impulsó a establecer el primer laboratorio psicológico en su país natal. La señora Piper podía entrar en un estado de trance durante el cual, según se afirmaba, quedaba bajo el control de un poder que decía ser el espíritu de un médico francés. Al parecer, ese médico actuaba como intermediario entre los participantes en la sesión y sus amigos y familiares fallecidos.
El propio William James fue un «participante», pero también persuadió a muchos de sus amigos y a su propia esposa para asistir a las sesiones de espiritismo. Según él, algunas de las personas que habían concurrido quedaban sorprendidas por las comunicaciones que recibían de la señora Piper, pues se mencionaban hechos y nombres que en principio ella ignoraría en condiciones normales. William James estaba convencido de la honradez de la médium, aunque pensaba que sus aciertos podían ser coincidencias afortunadas o el resultado de algún conocimiento que tuviese sobre los participantes en la sesión. William probó a hipnotizar a la señora Piper con la esperanza de obtener más información. Sin embargo, pese a entrar en una especie de adormecimiento, la médium no respondía a sus preguntas. El psicólogo también llevó a cabo con ella experimentos de transmisión de pensamiento utilizando naipes, pero no obtuvo resultado alguno.
En esencia, fue esto lo que William James tenía que comunicar a la British Society for Psychical Research, y Frederick Myers tuvo la idea de que Henry James leyera el estudio de su hermano. Henry participó del espíritu del proyecto, «pese a ser tan ajeno al asunto», aunque añadió que las consideraciones fraternales lo llevaron a aceptar «para no parecer que te resto ventaja alguna». El 31 de octubre de 1890 el novelista leyó el estudio. A William le hizo mucha gracia: «Creo que tu lectura de mi carta sobre la señora Piper es lo más cómico que he oído en mi vida». Pearsall Smith, que presidía el acto, presentó a Henry, nacido en Nueva York, como «bostoniano de pura cepa». El novelista le dijo a su hermano: «La lectura de tu escrito me ha resultado muy fácil e interesante, y te has convertido en la “estrella” del evento».
La obra teatral de Henry James El americano se estrenó poco tiempo después, y tanto la experiencia de esa producción escénica como el episodio de la investigación psíquica se vieron reunidos en el relato titulado «Nona Vincent». El drama se estaba representando en Londres cuando el escritor escribió en su cuaderno: «Tengo que ponerme a trabajar enseguida en lo prometido a Kinloch-Cooke. Poco a poco empiezo a recobrarme del sinnúmero de reveses e infortunios consiguientes a la producción de El americano […] y no me hace falta referirlos aquí para recordar lo que ha sido y en cierta medida continúa siendo el episodio; ni tampoco para saber hasta qué punto me da una razón para vivir en el futuro. Viviré, confío, para varias cosas; pero no será la menos destacada, sin duda, la decisión firme, exquisitamente inamovible y profundamente arraigada de alcanzar, en el teatro, el más sólido, honorable (¡si es que algo puede ser honorable en ese medio!), seductor y absoluto de los éxitos».
El material básico de «Nona Vincent» se inspira de forma directa en la experiencia teatral de James. El autor había leído sus obras a damas comprensivas, amigas suyas, al estilo de su joven héroe, y en El americano había elegido como protagonista a Elizabeth Robins, la actriz de Kentucky que interpretaba con brillantez a los personajes de Ibsen pero que no podía dominar a la pasiva y humilde heroína de Henry James. Los críticos londinenses consideraron la actuación de la señorita Robins «lacrimógena», «histérica» y «triste». Observaron que la hacían «forcejear y sollozar, agitarse y retorcerse» y que la actriz adoptaba «una visión demasiado lúgubre y violenta de la protagonista». A ella se le daba mucho mejor interpretar el papel de Hedda Gabler, desafiando al mundo, que el del personaje de Henry James, que renuncia a él. En una carta que escribió a Mahlon Sands, una gran belleza americana presente en la sociedad de Londres, tenemos un atisbo de la fantasía de James en este cuento: «Me desagrada el cabello de la señorita Robins, pero ojalá ella pudiera verla a usted». En el relato, la actriz ve a la dama y su papel se transforma.
James, que no se sentía impresionado por la investigación psíquica, añade al final un leve toque sobrenatural. No hay fantasma, pero sí que aparece una hermosa visión de la Nona Vincent que el autor quería que creara su actriz sobre el escenario, cosa que su heroína no hizo ni en el relato ni en la vida. Hay un giro adicional, una sugerencia de transmisión de pensamiento o clarividencia, pues el héroe tiene su visión en el mismo momento —como averigua más tarde— en el que la actriz apela a la dama que la inspira.
«Nona Vincent» se publicó en la English Illustrated Magazine en dos números, febrero y marzo de 1892, y fue reimpreso en The Real Thing and Other Tales al año siguiente. Ese es el texto utilizado aquí.