En «De Grey, un relato romántico», publicado en el Atlantic Monthly en julio de 1868, aparece por primera vez el tema «vampírico». Escrito cuando Henry James contaba veinticinco años, el texto posee el estilo melodramático de sus primeros relatos y acusa la influencia de las novelas románticas francesas. Hay una maldición familiar, una esposa apasionada y la característica fórmula del novelista en la que el marido se alimenta de la esposa, o la esposa del marido. En sus primeras obras el matrimonio parece suponer una amenaza para la vida, y uno de los cónyuges suele estar maldito.

El relato pertenece al mismo período que «La leyenda de ciertas ropas antiguas», y su título recuerda, como ya he observado, a esa mezcla por parte de Hawthorne de lo real y de lo «extraordinario». Henry James nunca lo volvió a publicar, pues representaba la obra de un aprendiz, y el genial escritor que llegó a ser era demasiado consciente de los defectos estructurales y de las imperfecciones de estilo. Sin embargo, en él pueden apreciarse sus cualidades narrativas desde sus inicios.

La presencia en el cuento del sacerdote de la familia es más propia de las novelas francesas que de las costumbres estadounidenses. Henry James sentía un gran interés por el catolicismo. No era un hombre religioso en un sentido convencional, y su herencia presbiteriana procedía en buena medida de los recuerdos de su abuelo y de los conflictos religiosos de su padre. El catolicismo le fascinaba —al igual que la Iglesia anglicana— como institución y como fuerza dentro del tejido de la sociedad. Estudió catedrales y monasterios, sus ritos, la historia de la religión y su papel en las antiguas casas aristocráticas de Europa. Le interesaban en particular, como a su hermano, el filósofo William James, las «variedades de la experiencia religiosa»: la fe, la piedad, la devoción y, sobre todo, la renuncia. El autor habla en sus memorias de la ausencia de figuras clericales en su niñez, sugiriendo que le habría gustado contar con ellas, tal vez como en las novelas de Trollope. Esas figuras no están ausentes en su obra. Entre ellas, cabe mencionar al morboso clérigo protestante de El americano, al joven devoto Guy Domville o al sereno y filosófico padre Herbert de este temprano relato. Recordemos también al curioso estudiante de teología de «El alquiler del fantasma». En todas esas narraciones los personajes deben renunciar a algo: Guy y madame de Cintré eligen el monasterio, por ejemplo. También cabría recordar el ardiente «altar de los muertos», situado «en un templo de la antigua secta». Además, cuando James traslada a su hombre de letras al «mejor de los lugares», se trata de «la gran morada de una orden, algún apacible Monte Cassino, alguna Grande Chartreuse».

Es interesante observar que, durante el año en que escribió la historia de los De Grey, publicó la crítica de dos obras católicas: la vida de la conversa madame Swetchine y un estudio de la vida «interior» del célebre padre Lacordaire. Además, James se sentiría fascinado por la novela que escribió su amigo William Dean Howells sobre un sacerdote de Venecia que se enamora de una muchacha estadounidense. La imagen del celibato, de la renuncia a la carne para dedicarse a la vida del espíritu, y el conflicto que ello suponía, correspondía a la propia reflexión consciente de James en esa época acerca de si debía «cultivar un arte o una pasión».

La maldición familiar de los De Grey es el primer testimonio en los cuentos de James de una fantasía de importancia biográfica. Cuando el padre Herbert revela a Margaret el destino de las novias de todos los antepasados de De Grey, la joven heroína, con un característico espíritu estadounidense, se resiste a la maldición del Viejo Mundo que amenaza su boda con Paul De Grey. De pronto descubre que la maldición se está revirtiendo. «Ella, ciega, sin sentido y sin remordimientos, vaciaba de vida el ser de Paul. Ella florecía y prosperaba; él decaía y languidecía. Mientras ella vivía por él, él moría por su causa». Este es el tema vampírico que volvemos a encontrar en un relato como «Longstaff’s Marriage», publicado diez años después de «De Grey, un relato romántico», y que floreció en la elaborada fantasía de La fontana sagrada con el cambio de siglo. En esta novela, James imaginó a un joven a quien su esposa, mayor que él, despoja de su juventud. Ella rejuvenece a medida que él envejece, y el hombre adquiere ingenio e inteligencia mientras su compañera se vuelve aburrida y pierde su agudeza. Edmund Wilson describió esta novela como «desconcertante, enloquecedora incluso», y añadió: «Creo que, si alguien llegara de verdad al fondo de ella, arrojaría mucha luz sobre James».

Podemos juzgar de qué profundidades procedía esta fantasía al leer la carta que James escribió a William a la muerte de su prima, Minnie Temple, en la que describe la recuperación gradual de su propia salud a medida que ella se debilitaba y moría: «Yo saliendo poco a poco de la debilidad, la inacción y el sufrimiento para entrar en la fuerza, la salud y la esperanza; ella cayendo desde la animación y la juventud en el declive y la muerte […] Es como si ella hubiese fallecido —en lo que a mí respecta— por haber cumplido su finalidad, la de permanecer en el mundo, invitando e invitándome a mí a avanzar con toda la brillante intensidad de su ejemplo».

El relato ha sido reeditado tan solo una vez desde la muerte de James, en Compañeros de viaje, publicado en 1919.