Capítulo 33
Alemania ist (nicht) anders
Yo, que a veces me da por pensar y esas cosas, tengo una teoría. No se hagan muchas ilusiones porque es una memez bastante poco elaborada; pero es que, cuando una no tiene tiempo ni para miccionar a solas, cualquier obviedad verbalizada se parece a inventar la lavadora.
A mi teoría, que me acompaña en las Teutonias noche y día, la llamo Sobre la Predisposición a tolerar —¡tiembla, Kant!—; y es que en mis casi nueve años afincada por estos lares, he llegado a la conclusión irrefutable de que cuanto más opuesto es el entorno, más lo toleramos.
Me explico: usted se va, por ejemplo, a la Cochinchina pensando que son rarísimos y dispuesto a dejarse sorprender y todo es guay y cultural. Luego un cochinchino le pellizca el culo y usted duda… ¿Será cultural? ¡¿Será cochino?! Comen perro y no gritan, luego fijo que es cultural.
Sin embargo, usted se va a Alemania pensando que sí, bueno, son rubios y cuadriculados —y muchísimo más civilizados—, pero al fin y al cabo son de aquí al lado y, oigan, hemos compartido Rey y todo. Después un alemán se pone a bañar los platos y no lo duda ni un momento… ¡vaya peazo guarro!
A medida que pasa el tiempo y la cantidad comprobada de alemanes baña-platos aumenta, empieza usted a aceptar que son rarísimos y se dispone a dejarse sorprender por su cultura.
Y entonces llega el fatídico momento en el que todo (seguro que) es cultural…
No subestimen el momento pancultural, señores, porque un teutón listo —su maromen, zum Beispiel— sabrá aprovecharse de su recién estrenado Cochinchina-mood:
Sin ir más lejos, cuando su hermana se casa.
En un castillo muy piji, con guirnaldas de flores y catering.
A tomar por culen de tu casa (unos seiscientos kilómetros aproximadamente).
Y te diga —la hermana— que o sea, bitte, es superguay y en el castillo tienen suite nupcial y habitaciones para los invitados.
Ideal von der Tod, vamos.
Y que como tú tienes tres infantes, pues te ha tocado una grande.
El único problema, te explica, es que no hay muchas…; ergo, os tenéis que aglutinar todos —au pair incluida— en una sola.
Cochinchina-mood total, dices que vale, sí, que muchísimas Dankes, mientras tantreas mentalmente es-solo-un-díaes-solo-un-día-es-solo-un-día. Ommmmm.
Y como te han visto tan tolerante y tan integrada, han dado palmas con las orejas un ratito y te han recordado los efectos colaterales de que solo vayáis a disponer de un cuarto…
… que, obviamente, solo hay una cama. Luego tienes que traerte tú los colchones y resto de accesorios para posibilitar la pernoctación a seis en habitáculo compartido.
Cuando se te ocurre decir, de la manera más diplomática que te puede salir en ese momento, que… eeeeeeh… muchas gracias por el ofrecimiento, sé que tus intenciones son buenísimas, pero es que verás… eeeeeh…, para ti es mucho más complicado hacerte seiscientos kilómetros con la prole y los colchones que cogerte una habitación en un hotel o pensión o motel o posada o lo que sea…
La pataleta es suprema.
Viendo que no atiende a razones, te pones en modo Estivill total y le aclaras que por encima de tu cadáver te vas a llevar tus colchones de excursión por las Teutonias. Que os vais a un hotel por vuestra cuenta —corriente— y riesgo.
Acordándose de otras situaciones en las que te la coló pero bien colada, Maromen y familien intentan hacerte comprender que es que aquí se hace así. Que Alemania ist anders.
Y tú dudas, claro… ¿Será esto cultural? ¿Serán estos hippipollas?
Hasta que un día, por pura curiosidad antropológica, decides preguntar por ahí a tus amistades autóctonas, con la mayor delicadeza posible, si es normal aquí eso de «mudarse» a las bodas.
El descojone generalizado te hace deducir que no, no es normal. Luego son hippipollas integrales. Sin duda alguna, además.
Huelga decir que los colchones no asistieron al evento; pero no por decisión mía, ojo. Fue el Maromen, al que más a mano tenía para esto del terror psicológico, el que decidió dejarlos en casa; y es que, hasta el enlace, no hubo día en el que no expresara mis dudas sobre qué plato llevarme o si, con lo favorecido que está comiendo con pala, deberíamos considerar meter en la maleta los cubiertos de pescado.