
DECLAMACIÓN XXI
(363)
CONTRA UN PADRE QUE, DESPUÉS DE NO HABERSE DIGNADO REDIMIR A SU HIJO CAUTIVO DE UN PIRATA, SOLICITABA SIN EMBARGO SER ALIMENTADO POR ÉL. DISCURSO A LOS JUECES222
RESUMEN
Esta pieza, la más larga del grupo de las controversias, es especialmente interesante por dos motivos. En primer lugar porque reproduce una de las grandes controversias atribuidas a Quintiliano y además porque está dividida por el mismo autor en diversos apartados, de acuerdo con las reglas escolares sobre el género: tema (1), prefacio (2-3), principio (4-11), narración (12-14), objeción (15-16), digresión (17-20), ejemplos (21-32), epílogo (33-35).
La declamación se inicia con la letra de la ley, seguida de la exposición telegráfica del caso. Concluye con una alusión a la famosa disertación de Quintiliano sobre el mismo tema, a la vez que advierte que su perspectiva será otra (1).
El prefacio contiene una declaración de modestia, como es habitual, con el fin de captarse la benevolencia de los jueces. Desde el principio se otorga la palabra al hijo, acusado por su padre de no cumplir sus deberes de piedad (2-3).
El argumento fundamental en su defensa consiste en demostrar que quien primero ha faltado ha sido el padre mismo. Para eso aporta el testimonio del pirata que lo raptó, junto con su hermano (4-5). El acusado fue pospuesto a su hermano, a quien su padre prefirió liberar (6-7). Al actuar así —éste es el argumento clave del superviviente—, ese padre compró el duelo que le proporcionaría la posterior muerte del hijo rescatado. El consuelo a su dolor debe buscarlo en las lágrimas por el hijo difunto, no en la ayuda que deba prestarle el superviviente (8-11).
En la narración del caso, el hijo insiste en la diferencia de comportamiento de ambos hermanos. Mientras el otro era un vicioso pródigo, él mismo había llevado una vida sobria: el rescate que el padre había pagado por su hermano había sido posible gracias a ese comportamiento (12-14).
A la posible réplica del padre de que sólo tenía dinero para pagar la libertad de uno de sus hijos, el acusado responde que en las conversaciones con el pirata quedó claro cuáles eran sus intenciones: sólo quería rescatar a uno. Después de esa gestión, las condiciones de su prisión fueron aún peores, de modo que sólo con la ayuda de Dios le fue posible evadirse (15-16).
Sigue la digresión a propósito de lo que hoy llamaríamos derecho humano a la alimentación o derecho a ser objeto de la misericordia del prójimo, tanto más si éste es el propio padre. El hijo contraataca ante este nuevo argumento, insistiendo en la crueldad del comportamiento de su progenitor y repite la argumentación ya expuesta en el principio (17-20).
Los ejemplos que vienen a continuación tienen por objeto poner en claro la diferencia entre aquellas situaciones —Eneas y Anquises, los Escipiones, modelos de relación entre padres e hijos; los dioscuros, ejemplo de comportamiento entre hermanos— y la contemplada en el caso presente. El padre, aunque no hubiera tenido dinero para pagar el rescate por los dos, podría haber dulcificado con súplicas y lágrimas a los raptores, que no eran inhumanos, si hubiera querido verdaderamente traer a su casa a ambos hijos (21-32).
El epílogo contiene la peroración, dirigida a los jueces. En ella el hijo apostrofa de nuevo a su padre, que ha sido el primero en faltar al deber de piedad. El por su parte, prematuramente debilitado por el sufrimiento con el que ha sido probado, se encuentra física y mentalmente incapaz de cumplir exigencias que incluso sus enemigos aborrecerían plantear y confía en que su padre encontrará su inminente muerte más agradable que la de su hermano. Eso espera de la bondad divina (33-35).
TEMA. LA LEY
Los hijos deben alimentar a sus padres o ser encarcelados223. [1] Un hombre tenía dos hijos, uno sobrio y otro disipado. Ambos cayeron en manos de piratas; escribieron al padre a propósito de su rescate. Es verdad que el padre, tras vender sus bienes, fue al encuentro de los piratas. Éstos le dieron la posibilidad de escoger a quién quería rescatar, porque había presentado poco dinero. Él eligió redimir al disipado porque estaba enfermo. Éste, a su vuelta, murió en el camino. El sobrio se evadió del poder de los piratas. El padre pide que éste le alimente. Él se niega. Esta acción judicial se emprende contra Quintiliano, porque éste protege al padre, nosotros al hijo224. Ruego al lector que no califique este escrito de arrogancia por mi parte.
[2] ¿Acaso es correcto declamar contra Quintiliano, a menos que se defienda la verdad? o ¿el afán de hablar hace que uno, que pronuncia palabras en favor de la justicia, se olvide de sí mismo225? La finura en el decir es propia de quienes engañan; su estilo, adornándose con el plumero de la mentira y mereciendo una alabanza limitada a la emisión de la voz, adquiere una brillantez que le es ajena. Adminístrese justicia sin ninguna ayuda del arte retórico.
Yo, por mi parte, opto por un ornato, que procederá de la defensa de la honradez. Que la sencillez, fortalecida por el favor de los poderes celestiales, sea quien eleve proceso contra un hombre lleno de elocuencia; lo que me atrevo a decir procede de la confianza en la parte que defiendo.
[3] Vosotros, varones principales, dejando a salvo vuestros oídos y vuestros puntos de vista, prestadme vuestra bondadosa atención, no vaya a ser que mi rival piense que está en su poder la victoria, calzado con el famoso coturno226 de su estilo más elevado, en el que me supera. ¿Qué otra cosa puede ayudarme contra sus ataques, sino volver a instaurar la justicia, tras tanto tiempo de haber estado desterrada?
PRINCIPIO
Me alegraría, ¡oh, jueces competentísimos!, haber escapado [4] al hedor de la cárcel, a las cadenas de los piratas, si a mi regreso no hubiera encontrado a mi padre en lugar de los barcos de asalto corsarios227. Solicita de mí alimentos quien no me liberó de los enemigos, ni con oro ni con lágrimas. Piensa que debe serle de provecho el regreso de aquel a quien él no redimió cuando pudo hacerlo.
En vano imploras alimentos con la ayuda de la ley, tú, que por tus actos has derogado la ley natural.
El derecho estipula que se proporcione un medio de vida [5] a los padres, pero esta obligación sacrosanta radica no solamente en el nombre de tales. Mas, que diga el pirata si tú eres un padre. Cuando hablas, dices muchas veces que yo era mejor que el muerto; cuando tomas tus decisiones, nunca das muestras de que es así.
Contemplad, jueces, el penoso camino de mi difunto hermano: él, que fue preferido, fue más afín a la conducta de mi padre228; en cuanto a mí, quedó patente bajo qué estrella había llevado una vida de acciones diferentes a las suyas, cuando mi padre me dejó por su propia voluntad entre los raptores.
[6] Se imagina que esgrime argumentos válidos contra su descendiente, cuando alega que su hijo, culpable y próximo a la muerte, había merecido un trato de favor229.
Yo os ruego, jueces, decidid qué es lo que le debo. A estas alturas está claro que yo fui pospuesto, incluso a las cenizas de un persona viciosa. Pero él no se avergüenza de exigir con su autoridad de padre algo del hijo en quien no quiso que hubiera nada que evocara ese nombre.
[7] ¡Ojalá la cadena de los piratas me hubiera dado la salvación en condiciones de tener estos tratos con él!230 Habría hecho a mi padre cautivo de la vergüenza, al proporcionarle alimentos que no le debía, de modo que él, juez injusto, deplorara la iniquidad de su propia decisión. En efecto, el alimento dado por aquel del cual no lo mereces es un alimento que debilita231; un estómago, sin conciencia de haber concedido anteriormente un beneficio, está vacío aún cuando haya comido en abundancia.
No sé qué esperanza piensa que le queda a propósito de [8] sus dos hijos este hombre que ha devuelto a uno a la tierra y ha permitido que el otro continúe para siempre en poder de sus raptores. Que reciba, si no le da vergüenza, todos los gemidos que han emitido mis miembros, exhaustos por los tormentos. No sé qué pide este anciano a un hombre extenuado; en la actualidad, por lo que veo, ambos estamos necesitados de ser alimentados. ¿Para qué me pones sobre el tapete el argumento de tu módico patrimonio? Quien quiso redimir a uno solo de sus hijos, vendió sus bienes de modo que el dinero no fuera suficiente para pagar el precio por ambos.
¿Quién sería capaz de describir mi desgracia, quién mis [9] miserias? Después de la región cilicia232, ¿a quién se le dice que incluso la recuperación de la libertad le es perjudicial? Por favor, decidme, ¡oh, jueces!, ¿de qué me he liberado, si hasta en mi patria se me declara entre los deudores?
Mi padre, un título santísimo, ha añadido que a mí me dolió que hubieran liberado a mi hermano de sus cadenas. Como si la naturaleza exigiera de mí el servicio de compensar la alegría por el rescate de mi hermano con mi permanencia en prisión. Debemos amor a los parientes camales cuando hemos sido abandonados por ellos233.
Prestad crédito a quien dice cosas que son evidentes. Un [10] hombre que teme por sí mismo es incapaz de hacer entrar en su corazón alegrías por otro.
Además, como es costumbre de la multitud, que yo desapruebo, mi padre grita aquello de que es en algún modo más rico aquel a quien se pide algo. Las personas que fingen ser civilizadas mantienen esta treta234 para sus súplicas: emplear una actitud humilde como arma, de modo que, simulando una sumisión llena de soberbia, no dejan ningún espacio libre a aquel a quien piden. Atestigua que el patrimonio, que consta que fue gastado para uno solo, espera un doble agradecimiento por un solo beneficio.
No sé si hay que preguntarle cuáles eran sus intenciones, [11] cuando para todos está claro lo que hizo. Al darte la facultad de elegir a uno de nosotros, el pirata agotó las defensas de tu parte. Que asuma su responsabilidad el padre que no deseó para un hijo más que la sepultura y redimió tan sólo al que después moriría. Pues el que antepuso el enfermo al sano, dio a entender que odiaba al que habría de sobrevivir. No sé lo que puedes pedir al sobreviviente, teniendo ya como consuelo las lágrimas que tú mismo compraste.
NARRACIÓN
[12] Siempre, oh jueces, cultivé la sobriedad, incluso en la edad proclive a los vicios. Me abstuve de hacer gastos por capricho pueril, para poder alegrarme en la edad madura. Con una frugalidad de este tipo logré que le quedara a mi padre el dinero que pudo ofrecer por el hijo vicioso. ¿Por qué le das vueltas a la escasez de tu patrimonio? Si yo hubiera vivido con unas costumbres análogas (a las de mi hermano), la situación habría llegado hasta el punto de que ninguno de los dos habría podido ser rescatado.
[13] Es parcial el juez que quiso que aprovechara a otro lo que yo forjé con mi sobriedad. A juzgar por la implacable actitud de mi padre, la causa de mi larga cautividad fue la honradez. Un hombre sobrio, amante de su padre y respetuoso de su hermano, una persona no merece volver a su patria así: si no hubiéramos sido hechos prisioneros ambos por el mismo golpe de la suerte, mi vuelta estaría manchada por la sospecha235. Fuimos iguales en la desgracia, pero estuvimos muy lejos uno de otro en el amor de nuestro padre.
¡Dichoso el joven que gracias a una vida disipada, además de consumir antes de tiempo gran parte del patrimonio común, se aprovechó de lo que había quedado! ¡Desgraciado [14] de mí, víctima constante de la discriminación paterna! Desempeñé de antemano en tiempo de paz el papel que más tarde tuve que soportar y, mientras me mantuve en el camino de la virtud, experimenté, tras las huellas de mi moderación, cómo se vive entre enemigos.
De ahí que, en aquellas circunstancias extremas, viví contento —más por la fuerza de la costumbre, que por la humanidad del raptor— con el alimento que me suministró aquella gente feroz. Yo os pregunto, ¿de qué me sirvió aquel comportamiento frugal, si la observancia de la justicia merece la hostilidad de los propios padres?
OBJECIÓN
Alega (mi padre) que los bárbaros dijeron: «has traído el [15] precio de uno solo». ¿Qué decir a este respecto?236 Las objeciones reciben siempre una respuesta adecuada.
Tú no estuviste acongojado, pendiente de ninguna subasta. Ofreciste el oro, que ya habías mostrado a los ojos de los enemigos, antes de dirigirles cualquier ruego. Mientras todo se desarrollaba de este modo, de acuerdo con tus planes, nadie pudo dudar de que tus deseos quedaban satisfechos con la liberación de uno solo. Y así, cuando poco después entraste en aquellos antros llenos de la miseria de la muerte, el pirata supo qué elección ibas a hacer, aún antes de que él te diera la opción. Esa precipitación tuya no era consecuencia del amor. No da muestras de ninguna duda un hombre que, a través de toda clase de señales de afecto, se comporta como si hubiera venido para uno solo de los dos hijos.
[16] A tu marcha me acosaron medidas de seguridad aún más estrechas: gracias sean dadas a los dioses237, que protegieron mi libertad precisamente por el hecho de que pude evadirme. Por de pronto, una palabra tuya parece haber servido de pauta a mis raptores: «si aquel a quien dejo no es guardado con toda diligencia, se escapará». Bajo la guía de los dioses tuvo éxito mi fuga, que se produjo ante los ojos de los enemigos.
DIGRESIÓN
[17] Además, dado que mi padre es elocuente en su modo de hablar, y por su larga vida ha aprendido a presentar bien sus argumentos —es experto en imponer a las inteligencias como necesidad lo que entra por los oídos—, afirma que los alimentos son un derecho de todos los indigentes del mundo; y solicita de uno lo que no es lícito negar a nadie, alegando en general que todos tienen derecho a lo que la tierra produce.
[18] Mas, cuando el campo producía su cosecha de trigo y los viñedos sus licores para el uso común y cuando la tierra no estaba distribuida entre los campesinos, ni uno solo de ellos abandonó a su hijo en medio de los enemigos, de tal suerte que pudiera pensarse que habría dado más importancia a los lamentos de un siervo238. Jueces, después de haber optado por las lágrimas, no sé qué puede pedir del superviviente239.
Pero uno, que no ha dado ninguna señal de ser padre, argumenta ahora con el respeto a la ley y quiere que se le deba todo lo que está escrito sobre las relaciones entre padres e hijos. A la vez que me coacciona, solicita mi voluntad y desea que dé muestras de piedad en aquello en lo que él mismo ha demostrado con su conducta que uno que se niega a prestarlo no puede rehusar el miedo240.
¿Acaso hay lugar para la misericordia allí donde domina [19] la coacción del poder? No podemos decir que se da por liberalidad aquello que no es lícito negar; no se puede hablar de clemencia, si no es espontánea. Si has dado algo que tienes la facultad de no dar, cuéntalo entre tus liberalidades.
Pero se nos interpone la frecuente repetición de la palabra «naturaleza» y el nombre santo de «padre», como si se pudiera contar el uso de la vida, que es un regalo recibido de los dioses, entre los dones que los hombres conceden. Es un sacrilegio haber achacado al semen de los mortales lo que es generosidad de los dioses; la crueldad de un padre tan sólo da testimonio de su placer241.
[20] A su solicitud de ayuda para un necesitado añade también a los cargos contra mí el argumento de que, si yo no hubiera vuelto, la ciudad habría podido sostenerle. ¿Qué otra cosa pone de manifiesto esta afirmación, sino el deseo de que me rapte otra vez el pirata? Si te contraría el ver a tu hijo, a quien no rescataste, te saldrá gratis mi muerte, que tú por cierto estás acostumbrado a comprar a gran precio. Mi edad ciertamente es prenda de vida, pero la gran cantidad de tormentos que he sufrido —el más duro fue cuando me abandonaste— me augura la muerte.
EJEMPLOS242
[21] Después has aportado ejemplos, modelos del comportamiento de un padre; pero se han envilecido por la manera en que los interpretas, como si la edad antigua exigiera la realización de tus deseos y no la imitación de sus santas leyes.
¿Qué peso sintieron los hombros del gran Eneas243 al cargar con su padre? ¿o es que éste oprimió con su cuerpo al hijo, de cuyas actuaciones él mismo fue con frecuencia báculo? ¿Quieres conocer la razón por la que mereció ser liberado de sus enemigos? Queda patente ante nuestros ojos que no [22] quiso esa libertad para no ser gravoso. Creía que la ruina de la Troya derrotada le brindaba ya una sepultura; y para que sus miembros seniles no impidieran el avance de su hijo, que era más digno que él de seguir viviendo, dijo que le bastaba como tumba la ciudad caída. Aquel héroe quiso quedarse a merced de los asaltantes, mientras su hijo escapaba; tú volviste a tu patria, después de abandonarlo.
¿Qué sentido tiene que recuerdes los gestos nobles de Escipión en memoria de su padre244? Él, al ofrecerse heroicamente por el autor de sus días, lo dio todo, pero no agotó todo lo que le debía.
La motivación para los buenos deseos es siempre mutua y [23] los afanes por hacer el bien van al unísono245. Aquí proclama qué merece de su hijo el padre que piensa que este último no responderá a los deberes de la naturaleza, si no es obligado por la fuerza. La ley me amenaza con la cárcel, si no obedezco. ¿Qué me importa? La larga sucesión de penas que tú me has procurado me ha acostumbrado a este tipo de castigos, por más que el sufrimiento prolongado de esas desgracias no le haga a uno rebelde. Me sorprende, sin embargo, el hecho de que mi padre me quiera infligir todo aquello de lo que me libré cuando estaba en poder de los bárbaros. No hay motivo para apartarse de los piratas, si uno sigue la misma suerte en la patria.
[24] En cuanto puedo apreciar, las desgracias en el suelo patrio y en una tierra extraña son las mismas y los que vuelven a casa y los cautivos sufren la misma amargura. Pues no encuentro en absoluto ninguna diferencia, ni me pregunto qué cadena rodea mi cuello con más peso: caiga bajo el lazo del frío hierro o quede expuesto al tributo de la gula, la situación es la misma. Yo en ayunas llevaré la comida a un hombre ahíto y, lo que es peor, que no me ama. ¡Con cuánta repugnancia rechazará los alimentos que yo le ofrezca! ¡Con qué rencor pisoteará mis atenciones, un hombre de quien no logré alcanzar sentimientos de misericordia, incluso cuando me hallaba en una situación extrema!
[25] Él mismo reconoce que, en igualdad de condiciones, yo y mi hermano pedimos por carta nuestra redención, con análogos lamentos imploramos que nos liberara, le dirigimos cartas estando en la misma situación. No lo niego, no lo desmiento: con esta objeción se apunta una victoria246. Sin embargo, yo pido conocer ¿cuál ha sido la causa de que, mientras fueron dos los que pidieron, dos a quienes estaba obligado, sólo uno recibió (el dinero del rescate)247? Por ambos te adentraste en el mar y, por lo que dices, guiado por la piedad atravesaste los peligros del elemento líquido.
[26] ¿Quién puede creer a un hombre que habla de su amor a dos hijos y vuelve con uno solo? La misericordia es digna de alabanza cuando ha sido puesta a prueba. ¿Con qué sentido de la vergüenza se habla de cariño, cuando faltan sus consecuencias? ¿Acaso quedan por completo verdaderamente abiertos los secretos pensamientos del corazón con la llave de la palabra? Es pura fachada la piedad que, aun cuando permaneciera callada248, no corresponde a la realidad. Entre todos los hombres subsiste el amor cuando no se le arranca de raíz, si se me permite esta jactancia.
La ley dice: «que le alimente o que sea encarcelado». Mi padre reclama: «este alimento se le debe al padre, incluso aunque éste no le haya rescatado».
¡Pues sí que te armaste bien para defender tu posición [27] cuando no cumpliste con el deber al que estabas obligado por naturaleza!: contribuye a hacer inestable una defensa todo lo que se niega vergonzosamente a la ley natural249. Créeme, cuando la ley ha dicho «padre», no ha excluido al «que rescata»; a través de esos títulos, (la ley) ha exhortado, ha mandado, ha exigido que se cumplan con generosidad todos los deberes sacrosantos de una función que es sagrada.
Mi penosa situación ofusca tus sentidos para la comprensión de este asunto. El rescate del hijo, que está incluido necesariamente en el amor por él, no pudo estar incluido también en los preceptos legales.
Tú me acusas de falta de afecto y de envidia por la liberación [28] de mi hermano, mientras alabas a los hijos de Leda250. Pero ignoras que, si entre ellos hubiera tenido lugar una elección discriminatoria, análoga a la tuya, ésta habría originado un conflicto porque tú habrías destinado a uno al esplendor de la luz por toda la eternidad, y condenado al otro a la posesión del yugo de la noche251.
Miento, si es verdad que tomaste otras decisiones respecto a tus hijos. ¿Qué pensaste que podía pasar cuando el pirata liberó a uno, para no tenerle en su poder nunca más, y retuvo a otro, para no dejarle jamás libre, puesto que el padre se lo entregaba de buen grado?
[29] No dudo de que tenía en ti su origen todo lo que soporté en aquella tierra salvaje después de que tú me vieras. Me abandonó toda esperanza cuando el que debía haberme redimido desapareció del suelo bárbaro sin mí. ¿Qué naves en dirección a las costas inhumanas no fui el primero en atisbar? ¿Qué no me imaginé, cuando los ojos ya no podían seguir al disiparse la visión, dado que quienes esperan algo ansiosamente escudriñan con tanta más sagacidad?
[30] ¿Cuántas veces antes de tu llegada, si acaso el pirata nos permitió tomar el aire, se me apareció mi padre en personas ajenas y vi, sin la fealdad de la mentira, lo que mi amor se había imaginado? Los corazones largo tiempo atormentados son heridos muchas veces por imágenes de este tipo.
¡Ay! Cuántas veces, cuando yo me negaba a tomar los alimentos que me ofrecía el pirata, este bárbaro me prestó ayuda con este consuelo: «No temas, no suspires por esta aflicción; si tu padre vive aún, estás alejado sólo un poco del puerto de la libertad».
He aquí pues, que en algún momento mi suerte estuvo [31] cerca de mis deseos. Incluso el pirata, para darme ánimos, me anunció la llegada de este hombre. No estuvo lejos del amor que corresponde a una clemencia íntegra, el que recibió contento a quien había de pagar el rescate.
No nos raptaron, jueces, personas inhumanas; fueron hombres que podían haberse conmovido incluso con ruegos; si las lágrimas hubieran compensado la falta de dinero, mi padre habría devuelto a casa a los dos a la vez. Ha demostrado que no quería que ocurriera lo que podía haber pedido sin gran coste. Sopesad, por favor, lo que ahora me pide por vía de derecho el que no me socorrió con sus ruegos, cuando yo estaba en las últimas.
Has añadido que estás protegido por los privilegios naturales [32] y que no está permitido pedirte responsabilidades por el delito que cometiste a mi respecto. Pero no tiene la prerrogativa de la inocencia el que coloca su propia defensa en la fuerza. Que resplandezca la inocencia en la nitidez de su acción. Sin disimulo confiesa sus crímenes el que piensa que su seguridad estriba en el hecho de que es más poderoso: a los culpables no hay autoridad que los defienda; en el caso de los facinerosos desaparecen los derechos sagrados del nombre252.
EPÍLOGO
Y así, jueces en sumo grado justos, con una nueva pena de [33] mi corazón, después de haber sufrido la cautividad de los ladrones, he alegado todo esto, como si estuviera en condiciones de proporcionar lo que se me pide, aunque yo no me encuentre en deuda alguna. No tiene en cuenta (mi padre) mis huesos desprovistos de carne, agotados por la falta de humanidad de mis dueños y no contempla que mis recursos naturales han sido explotados por los verdugos.
Todo lo que hay de humano en mi cuerpo, lo han sacado a la luz los tormentos y lo más profundo de mis vísceras se ha desparramado a instancias del bárbaro con sus suplicios, [34] mientras mi padre no se dignaba asistirme. Sobrepasa toda medida la atrocidad que, a la hora de exigir deberes, no mide en primer lugar las fuerzas.
Tú, aunque veas el vigor propio de mi edad demolido por la carga de las desgracias que han caído sobre mí, aunque veas la fuerza de mis años triturada por la variedad de mis múltiples calamidades, aunque yo mismo sienta los achaques de la vejez junto con las aspiraciones de la juventud, no dejas de pedirme lo que incluso un enemigo perdonaría a una persona agotada.
Tú quieres percibir el pago de un impuesto de mi parte y además me abrumas con la grandeza de tu nombre y con tu autoridad de padre, cuando desdeñas mostrar la misericordia que debes a cualquier ser humano, incluido un hijo.
[35] Que la providencia divina253 dé cumplimiento a tus intenciones con este premio: que puedas contemplar hechos realidad una segunda vez los anhelados funerales de tu estirpe y que tú, que sufres por la presencia de este hijo vivo, obtengas de su tumba el cumplimiento de tus deseos254.