
OPÚSCULO VIII
(123)
Petición por la que fue liberado Geroncio, siervo del arriba citado521
RESUMEN
Dios, que ha dispuesto premiar a los buenos y castigar a los malos, ayuda con su gracia a quienes se esfuerzan por serle fieles. La confianza en el premio y en la gracia estimula el alma (1). En la vida civil los cristianos deben imitar a Dios, comportándose como El con sus subordinados (2).
Puestas estas premisas, Agapito expone ante el Romano Pontífice la petición de que libere a su siervo Geroncio, cuyas virtudes expone en tonos encomiásticos (3). Hace un mal negocio desde el punto de vista humano, pero prefiere, no ya concederle, sino restituirle la libertad que merece (4).
Acaba con una súplica al Papa para que dote al nuevo ciudadano de los derechos plenos, ante todo que se le reconozca la propiedad de los bienes que le había donado antes de su libertad (5).
[1] Dios, árbitro y creador del mundo, administra las cosas humanas de tal suerte522 que los fieles reciben el premio y los rebeldes el castigo. Pues presta valor a los servicios, en sí anodinos, de sus devotos, al socorrerlos mientras presentan su ofrenda. El alma, obligada a permanecer en la cárcel terrena, se olvida del penoso esfuerzo cuantas veces se ve correspondida con una ayuda. Rejuvenece en su ancestral amor al trabajo quien intercambia el cumplimiento de su obligación con el dulce recibo de una gracia: las penalidades de los santos desaparecen, cuando salen al encuentro de la corona del triunfo. ¿Quién duda de que ni siquiera se aspira al cielo, si no es por [2] la confianza en la remuneración? Los hombres, bajo la guía de la sabiduría, deben imitar todo aquello de lo que se compone el orden eterno: el alma realizará las acciones de donde tomó su origen, cuando, sirviendo al Señor devotamente, ofrecemos aquello a lo que aspiramos523. Pues no discrepa del modo de proceder de Dios quien se muestra hacia sus subordinados como tal señor cual quiere que se muestre ante él el Autor de la salvación.
[3] Así pues, por la presente petición524 solicito de Vuestra Santidad que Geroncio goce de la ciudadanía romana. Conozco su fe, pudor e integridad, que reclaman su liberación y son reconocidas por sus frutos; yo me presento, no tanto como dador de la libertad525, cuanto como testigo de ella: pues la extracción social del que yo he designado sería rechazable, si no mereciera reconocimiento por sus costumbres.
En verdad lo he comprado hace poco tiempo por medio [4] de un intercambio, pero puesto que nada es más útil que aquello que es consecuencia de un examen sereno, he preferido tener el premio de un juicio certero a una compensación por lo adquirido526. El servicio que en justicia me ha prestado el susodicho, me demostró que no es una persona servil. Por tanto, no quiero que se le conceda, sino que se le restituya la libertad. Sé que, con razón, ha rechazado un nombre propio de esclavo527, quien ha merecido ser tenido por libre antes de haber sido declarado tal.
Así pues, después de haber recibido yo la sumisión que [5] me debía, le restituyo la libertad que con su comportamiento me ha demostrado que le pertenece, suplicando a Vuestra Autoridad que sea liberado, con documentos eclesiásticos, de todo tipo de servidumbre, de modo que para siempre pueda alabar a la curia de la ciudad de Roma, porque le ha concedido todo su patrimonio, sin ninguna restricción: y no está permitido que se le quite nada de lo que ha adquirido, él a quien yo prometo ayudar con dones aún mayores.