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22 La misma basílica y la casa de Honorato son objeto de dos poemas de Ennodio: II 11 y 110.
23 Esta declamación arranca con las mismas palabras que el discurso de CICERÓN, Pro Sexto Roscio Amerino.
24 F. VOGEL, siguiendo al manuscrito de Bruselas, prefiere aquí la lectura dificilior. G. HARTEL lee, junto con los demás códices, qui en vez de quid. La traducción sería: «Pues todo aquel que se acerca a este (susodicho) hombre a impulsos de los combates que se emprenden contra los vicios humanos, al aprender esta palabra (es decir, Víctor, «vencedor»), conoce sus hechos».
25 Es decir, ha superado siempre la inclinación al pecado, de modo que se le aplica con propiedad el nombre que se le puso en el bautismo.
26 Lo dicho en la frase anterior: que ha continuado y llevado a término los planes de su predecesor.
27 Una vez más utiliza Ennodio el término lanista. Véase a este respecto la nota a D 9, 3.
28 En este pasaje insiste Ennodio, de una parte en los grandes costos (censu laborante) del culto a los dioses paganos, y de otra en la sencillez del cristiano (ritum simplicem).
29 La primera de esta triple serie de rasgos característicos de los dos apóstoles está trastocada: Pedro es la piedra.
30 Con estos últimos interrogantes el autor interpela a los dioses paganos.
31 Al pie de la letra, dice: «Tan lleno de dotes... cuantas serían necesarias, para cada una hacer...». La declamación acaba pues con una oración dirigida a Dios, en la que se encomia ante todo a Lorenzo, el obispo de Milán, metropolita, presente en la ceremonia.