
DECLAMACIÓN XII
(320)
ENTREGADA A ARÁTOR CUANDO RECIBIÓ UN PREMIO. ESCRITA EL DÍA...150
RESUMEN
Estamos ante una de las pocas declamaciones en las que el autor mismo distingue diversas partes. Ennodio aprovecha la circunstancia que provoca su composición para encabezarla, a modo de prefacio, con tres dísticos elegiacos en honor de las letras. A continuación viene la narratio o exposición del tema, que no es otra cosa que un panegírico sobre los bienes que el ornato de la palabra ha aportado a la humanidad. Se siente obligado a inmolar en honor del dios de las letras (1). Esta materia se enriquece a sí misma y enriquece a quienes la cultivan (2). Esta clase de riqueza se multiplica con el ejercicio. Ennodio agradece sus dones a las letras, que constituyen el regalo más valioso, después del auxilio divino (3).
Todo lo que el escritor tiene se lo debe a las letras, a quienes interpela a lo largo del resto de la composición (4). Son fuente de sabiduría (5); delinean la historia, al salvar del olvido las buenas obras (6-7); sus beneficios son casi divinos, porque castigan los crímenes (8); son adecuadas, tanto para ceremonias nupciales, como para funerales (9-10). Entre sus leyes cuenta la brevedad, pero Ennodio no acaba la declamación sin pintar la situación en la que caería una humanidad privada de la luz de la erudición (11-12).
PREFACIO
Sea alabada la literatura que resplandece por su propia riqueza, pues una cultura advenediza no añade nada de talento. La lana empapada luce más que un vestido de seda: a cuellos que lucen de por sí151 convienen piedras preciosas refulgentes. De nada sirve adornar los miembros con un esplendor que viene de fuera: su luz natural presta nobleza a las estrellas.
NARRACIÓN
[1] A todas las cosas que son consideradas dignas de elogio hay que tributar alabanza, según la capacidad de expresión de cada uno. Cuando se tiene el don de la elocuencia, hay que plasmar en palabras brillantes todo aquello que se lo merece. Porque, así como un regalo gratuito es muestra de las riquezas y la voluntad del donante, así, renegar de lo que se ha recibido, refleja la avaricia y la falta de pudor del que suprime la alabanza. ¡Inmolemos al dios de las letras los dones que ha derramado de sus propios altares!
Sea pues honrada esta materia, con toda la profusión de [2] predicados que se quiera; fluya con toda la riqueza de expresión que sea posible; sáciese, alimentada con los frutos de su propiedad. Porque, mientras en medio de los lugares frondosos que ha producido, recrea su vista en el propio encanto, es verdad que ella misma encuentra placer en sus prados; pero también, gracias a su dueña, se multiplican más y más los productos del ingenio152.
Así pues el que paga tributo a las letras se enriquece más, mientras desembocan en ellas —por secretos meandros, lo mismo que por grandes curvas— las aguas que a ellas se han dirigido. Y lo que has derramado gota a gota, llegas a poseerlo no de otro modo que si tuvieras derecho al reflujo del mar Jónico153.
¿Quién es capaz de negar un crédito al conocimiento [3] adquirido por la experiencia, sino aquel que, al ahorrárselo, anhela hacerse pobre? El resultado de esta actitud —es sorprendente decirlo—, fructificando, se trasforma en abundancia, mientras deja en la ruina a los inactivos154. Por tanto, ¡oh, arte digna de veneración! —después de a la magnificencia celestial, después de al auxilio del favor divino, que te utilizan como sierva suya—, gracias te sean dadas, por los dones que de ti proceden, con alabanzas y con los bienes que tú misma has inventado.
[4] A nosotros, a este respecto, no nos queda nada que sea digno de castigo o de premio. Si con la sumisa fidelidad de nuestra boca hemos insinuado algo que contribuya al ensalzamiento de tus méritos, eso nos lo has concedido tú. Nosotros somos el canal de esas aguas y no hemos bebido ni una gota del líquido fecundo que se nos ha encomendado. Tú, fluye como el mar Egeo155, como la fuente de Pegaso, para así, a través nuestro, reembolsarte tus propios méritos.
[5] Ante vuestros ojos están, si los retenéis fielmente en la memoria, los ejemplos de nuestro comportamiento156. Están a salvo todas las piedras preciosas que nos hemos aplicado a usar de vuestro capital. He aquí que adorna mi frente la diadema resplandeciente con vuestra luz y su belleza crece, como es propio de su naturaleza, con el variado fulgor de sus piedras preciosas, cuanto más se ofrece a la contemplación. De vosotras toman su raíz las fuentes de la sabiduría; se muestran hacia fuera, informadas por vosotras.
[6] Sin vosotras el pensamiento queda desabrido y el discurso encadenado. Vosotras dais testimonio de la nobleza de la sangre, vosotras sois materia de la virtud del pudor, gracias a vosotras la lengua transmite fielmente lo que el corazón le ha dictado; vosotras mostráis el camino que lleva al esclarecimiento de la justicia, una vez que habéis limpiado157 la calle cubierta de zarzas por la que se accede a los cielos. Vosotras convertís la cizaña en mies de trigo, la aridez de los entendimientos en glebas fecundas y transportáis las cargadas espigas a los silos de la ciencia, de modo que el hambre no pueda prevalecer sobre los adolescentes.
A la vez que conserváis el brillo de una familia pura, a [7] una estirpe innoble le prestáis por fuera un baño de luz. Lo que vosotras infundís con vuestra acción benéfica es algo casi divino, pues lográis —salvando la autenticidad de las genealogías y recogiendo lo que ha trasmitido cuidadosamente la tradición— que los mejores no se degeneren y que los malos se pierdan. Por vosotras no se olvidan los gestos heroicos de las acciones virtuosas, que a lo largo de la historia son patrimonio de la educación de las siguientes generaciones; como si fueran arrastradas por vuestras cadenas, vuelven a aparecer en el centro cosas pasadas por alto y revive lo ya sepultado; vosotras sois instrumento de la memoria; vosotras, causa de sentimientos de piedad.
Gracias a vuestros arados es posible roturar la tierra del [8] alma humana, preparada para la siembra fecunda. Vosotras fomentáis la fe religiosa, vosotras sois enemigas de los crímenes; gracias a vosotras, bajo cuya guía se aprende el bien, caen en desuso las malas acciones, que pasan desapercibidas por su frecuencia158: o impulsáis a los hombres a su buen propósito, o cambiáis el torcido. Los desterrados se confortan cultivándoos y así vosotras unís con el cielo a los que han sido apartados de los puestos elevados del mundo.
[9] Respecto a las malas conciencias, o no os dignáis entrar en ellas o, tras haber entrado, las convertís en un lugar sagrado. Está lejos de las letras tanto el cambiar lo que es bueno, como el no cambiar lo que es malo. No hay destreza que sustraiga a vuestras heridas incluso a quienes están vestidos de hierro159: vosotras llegáis hasta el fondo del alma de aquellos a quienes cubre una coraza. Las flechas disparadas por los adversarios son rechazadas por vuestros escudos y a los dardos de vuestra habilidad ninguna cota de malla se opone.
[10] Vosotras ponéis en pie a los que están sumidos en la aflicción; vosotras aliviáis a los que se encuentran en un sufrimiento corporal, concediendo tantas satisfacciones gozosas que la alegría salvaguarda la moderación y las aspiraciones a más160: si de vosotras llegan caricias, se hacen dulces. En contra de vuestras órdenes no está permitido llorar ni siquiera a un difunto a quien se quiere: vosotras sois adecuadas para nupcias y para funerales. El estudio de esta ciencia mantiene en concordia cosas de lo más diverso y, abrazándolas, congratula a ambas partes.
[11] Ojalá me fuera posible ensalzaros con consideraciones más largas y no fuera obligatoria la brevedad siguiendo vuestras leyes, que ponen bajo control la excesiva abundancia de parabienes. A la voz que se va a extender con exceso a impulsos de la belleza de las letras, se le recomienda cautela y, al reportarse, gana en firmeza sin perder nada de lo suyo.
Antes de vosotras la humanidad vivió ignorante del orden y, eructando bellotas los pechos, vomitaron palabras sin modulación161; vosotras marcáis la distancia entre los hombres de una misma naturaleza: mientras vuestro conocimiento hace a unos semejantes a los seres celestiales, a otros les convierte en animales.
A la vista de todos está cómo era la abandonada especie [12] humana antes de esta cosecha. Gracias a vuestra distinción no nos une un solo grado de saber con los que han llegado a la luz de la vida a la par que nosotros162. ¡Salve!, ornato de una época mejor, y tomad posesión del mundo, al que por don de Dios habéis salvado de la ignorancia, para mejora de los tiempos.