XXI

Intentaba subir al monte cada vez que podía. Iba a uno distinto y alejado al que solían ir su mujer y su hija. El aire fresco de la montaña, el color pardo del suelo, la humedad del ambiente, el sonido de las ramitas crujiendo bajo sus pasos... todo contribuía a apaciguar su alterado espíritu. Tenía que reunir fuerzas para hablar con su padre, hacerle partícipe de aquella situación angustiosa que estaba viviendo. Por un lado no quería preocuparlo en exceso, pero por otro él mismo lo necesitaba y su padre no se merecía no conocer la verdad.

“Qué fantástico hubiera sido ir con ellas aquel día, haber muerto con ellas aquel mismo día”.

Al instante apartó de su mente aquellos pensamientos, y se concentró nuevamente en la forma en la que iba a encarar a su padre y en cómo luchar para salir de la situación en la que se encontraba.