La caja

Foto 10

Sentados a una larga mesa, en la terraza del jardín, un mediodía de verano bajo un toldo de rayas blancas y azules, dos matrimonios de mediana edad y sus hijos adolescentes. Los dos hombres a las cabeceras de la mesa, las mujeres frente a frente en la mitad, a izquierda y derecha los hijos de una y otra pareja; por un lado dos chicas, una rubia y una morena, de unos diecisiete y trece años; por otro una muchacha ya adulta, de unos veinte o veintiuno, y dos chicos sobre los diecinueve y dieciséis evidentemente hermanos, con la misma cara redonda y el mismo tipo de peinado, un tupé muy levantado por delante y fijado con abundante laca y brillantina, lo que entonces se llamaba «Arriba España» y había sido inventado en Estados Unidos casi veinte años atrás con el nombre de ducktails. Las chicas mayores llevan melenitas con las puntas hacia arriba; la más joven tiene el pelo rizado y lo lleva natural, con una cinta elástica roja. Está a punto de ser una mujer, pero aún no lo es.

Las dos parejas no pueden ser más distintas entre sí: unos, esbeltos, de estilo moderno, él con pelo corto y bigote, rostro moreno y cuerpo fibroso; ella maquillada discretamente, con pantalones y el pelo recogido en un moño alto, a lo Audrey Hepburn, que enfatiza sus ojos rasgados y verdes. Los otros, más bien redondos, con un punto de vulgaridad, él con una buena barriga tensando la camisa de nailon y ella con faja para disimular los michelines bajo un vestido de verano ajustado al cuerpo color rosa palo. Las mujeres no parecen hermanas, pero lo son. Pilar no ha envejecido bien; tiene cincuenta y dos años y se le notan todos. Vicente tiene ahora cara de perro pachón pero sus ojos no miran con la dulzura de los perros, sino con desconfianza, bajando la cabeza hacia la cámara, de modo que la línea más pronunciada es la del ancho bigote franquista y las arrugas de la frente, que ya no se distingue de la calva. Las mujeres sonríen. Los hombres no. El espectador tiene la impresión de que todos están deseando levantarse de la mesa y desaparecer, pero hay una tarta en el centro y está claro que aún tendrán que aguantar un buen rato.

Detrás de la foto se lee: La Mora, 1961. Visita de Pilar y Vicente con sus hijos: Amparito, Vicente y Alberto.