Capítulo 16
—Por Dios, Glauer, le dije que se olvidara de esto.
Pero Caxton le siguió la corriente y terminaron en la sala de reuniones, con las libretas repartidas encima de algunos de los pupitres. Una de las libretas se le desmontó entre las manos y terminó convertida en un montón aleatorio de papeles. No le resultó fácil abrir la otra, la que estaba manchada de sangre: ésta había empapado las páginas y cada vez que la hojeaba, la libreta crujía y soltaba un polvillo marrón que le caía encima de los pantalones. Finalmente la dejó y cogió la última, la que estaba en mejor estado. Rexroth (o Carboy, pues así era como se llamaba en realidad) había decorado la tapa con una lámpara de calabaza con unos colmillos parecidos a los de un vampiro.
—Supongo que se trata de la edición especial de Halloween —dijo Caxton y abrió la libreta.
La primera página contenía tan sólo siete palabras, aunque estaban escritas con letras gigantes e irregulares, subrayadas y abundantemente adornadas. Estaban escritas con bolígrafo, pero Carboy había apretado tanto que en algunos lugares incluso había agujereado el papel. El mensaje era bastante simple:
LAURA CAXTON VA MORIR EN HALOWEEN
Caxton resopló. No sabía cómo reaccionar ante aquello, de modo que pasó a la siguiente página. Allí encontró lo que parecía una entrada de diario, escrito en una letra apretujada e irregular, difícil de descifrar. Los márgenes de la página estaban decorados con burdos dibujos de vampiros. A uno de ellos le salían unas piernas de bebé de la boca. Caxton echó un vistazo al texto y no le costó identificar su nombre repetido varias veces, por lo general relacionado con algún tipo de amenaza.
—«Laura Caxton va a, a…» —leyó—. ¿Qué pone aquí? Ah, voy a «pagar» por lo que hice. Al parecer voy a sangrar, y eso se repite tres veces, y entonces él va a bailar sobre mi sangre con sus botas favoritas. Luego va a cortarme a pedazos y cuando los niños vayan a su casa por Halloween les dará trocitos de mí como si de chucherías se tratara. Además dice que me lo merezco por lo que le hice a Kevin Scapegrace. Muy interesante.
—¿Recuerda ese nombre? —preguntó Glauer—. ¿Scapegrace?
—Sí, claro que sí. Fue un vampiro adolescente —dijo, encogiéndose de hombros—. Me lo cargué tan rápido como a todos los demás.
Pero su bravata no pudo evitar que se encogiera aún más de hombros y se cubriera el pecho con los brazos. Scapegrace la había capturado y torturado antes de morir. A Caxton no le gustaba recordarlo.
—Creo que debería leer el resto —insistió Glauer—. Yo aún no he tenido la oportunidad de leerlo todo, pero…
—No pienso hacerlo —dijo ella.
—¿Por qué no? ¿No la preocupa? —preguntó el agente, que pasó una página y le enseñó un dibujo de un agente de la policía estatal colgado de una soga, con el sombrero aún puesto, pero con la cara amoratada y la lengua colgando—. ¿Esto no la preocupa?
—La verdad, me preocuparía mucho más si Carboy no estuviera bajo custodia —admitió Caxton—. Pero resulta que sí lo está. O sea que… ¿qué? Según esto debería haber muerto en Halloween, que fue hace un mes. El tío va tarde según su calendario —dijo y agarró a Glauer por el brazo—. Oiga, yo aprecio su preocupación, pero Dylan Carboy era un chico solitario que no tenía nada mejor que hacer que escribir amenazas en un diario y fantasear sobre convertirse en un vampiro. Seguramente sacó mi nombre de un periódico y se obsesionó con él. Es muy triste que nadie lo detuviera antes de que hiciera lo que hizo, pero ahora va a ir a la cárcel, probablemente para el resto de su vida. De modo que estoy a salvo —concluyó, al tiempo que dejaba caer la libreta encima de uno de los pupitres—. Ahora recoja todo esto y llévelo de nuevo a Mechanicsburg.
Pero Glauer sacudió la cabeza.
—Yo creo que eso sería un error. Aquí hay algo, lo presiento. Déjeme echarle otro vistazo —le suplicó.
Caxton puso los ojos en blanco.
—Vale, pero no crea que dispone de mucho tiempo que perder. Después de lo de anoche, las cosas van a precipitarse y tendremos mucho trabajo. De hecho, será mejor que venga a comer con nosotras. Tenemos muchas cosas de que hablar.
Clara había estado todo el rato esperando fuera de la sala de reuniones. Se mostró algo confundida cuando oyó que Glauer las acompañaba a comer, pero dijo que no le importaba. Ella y el gigantesco policía siempre se habían llevado bien, aunque apenas se veían.
Caxton y Glauer subieron al Mazda de la primera (Clara había ido en su propio coche) y se dirigieron al restaurante griego, situado a unos minutos de allí. Delante de varios platos con dolma y queso feta, Caxton les habló de Fetlock y de su ascenso.
—¿En serio pueden hacer eso? ¿Basta con agitar una varita mágica y, ¡zas!, te conviertes en un federal? —preguntó Glauer—. Yo creía que había que aprobar infinidad de exámenes, pasar por la academia y todo eso.
Al crear la USE, Caxton había intentado que Glauer se convirtiera en agente interestatal, pero le habían contado que el proceso era mucho más complicado. Técnicamente, Glauer aún estaba en nómina del Departamento de Policía de Gettysburg, aunque llevaba semanas sin ver a su jefe.
—Al parecer, los marshals lo hacen de otra manera. Es como cuando un sheriff llegaba a una ciudad y reclutaba a varios de los pistoleros locales para acabar con los malos de la película. Además, es sólo temporal. Aun así, mientras dure soy la persona de referencia para todos los casos de vampiros a escala nacional, y me otorga una serie de poderes policiales que nunca creí que tendría.
—Vale —dijo Glauer—, pero ¿qué significa para nosotros?
—Bueno, las cosas importantes primero: ambos recibiremos un aumento de sueldo considerable. —Los tres sonrieron ante aquellas palabras—. Además, finalmente puedo contratarlo de forma oficial —añadió. Le tendió la mano a Glauer y éste se la estrechó—. Bienvenido a bordo. Fetlock me ha dicho que puedo contratar a quien quiera, incluso a alguien que se encargue del papeleo.
—Eso sería un verdadero alivio —se rió Glauer, que cogió su enorme vaso de coca cola light y bebió un buen sorbo—. Probablemente habría que contratar a otras personas, ¿no cree? Puedo recomendarle a varios colegas que nos serían de gran ayuda. Johnson, de Erie. Jugaba como lineback en el colegio, es un tipo duro. —Glauer se removió en la silla, en la que apenas cabía—. Y luego está Eddie Davis, de la Unidad K. Nunca he visto a nadie capaz de conducir como ese tío, podría ser su especialista en automóviles y…
—En realidad —lo interrumpió Caxton—, prefiero tener a pocas personas y listas para entrar en acción en cuanto las llame. Por eso creo que es mejor contar con un número reducido de personas. Pensaba en que fuéramos tres: usted, yo y ella —dijo Caxton y agarró a Clara por la muñeca.
Esta había estado desmenuzando su servilleta y amontonando los pedazos de papel.
—¡Y una mierda! —protestó.
Caxton frunció el ceño.
—¿Por qué dices eso?
Clara miró a Glauer, buscando su apoyo.
—Porque estás diciendo gilipolleces. ¿Cómo que yo? ¡Yo no soy parte de tu equipo!
—Pero a mí me gustaría que lo fueras —respondió Caxton.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Chillar cada vez que vea un vampiro para que sepas que está cerca? ¿O prefieres que los asuste con el flash de la cámara? Porque eso es lo que hago, Laura. Tomo fotografías de las escenas del crimen, de cadáveres y otras cosas desagradables. Y lo hago muy bien, pero no creo que necesites a ninguna fotógrafa en tu trabajo.
—Podrías ser mi experta en temas forenses. Como en CSI: Miami —insistió Caxton—. Podrías encargarte de todos los análisis de fibras y ADN.
La idea se le había ocurrido al oír a Fetlock hablar de su equipo forense. Pero Clara se rió.
—Vamos a ver, ¿qué dices? Esos tíos han estudiado para hacer eso, lo sabes, ¿no? Son científicos. Se pasan años y años preparándose, leen revistas científicas, van a conferencias y hablan con otros cerebritos sobre las patas que tiene una clase determinada de cucaracha. Yo estudié fotografía artística en Slippery Rock y ni siquiera aplico lo que aprendí allí.
Caxton sacudió la cabeza.
—Ya sé que no vas a convertirte en una experta leyendo un par de páginas web sobre medicina forense, pero podrías dedicarte a coordinar al personal de los marshals. Podrías dirigirlos. A estas alturas sabes muchas más cosas sobre vampiros que ellos, puedes guiarlos sobre qué deben buscar y cómo deben interpretar lo que encuentran.
—Hay un montón de personas mejor calificadas que yo para ese trabajo —le reprochó Clara—. ¿Por qué narices quieres contratarme a mí?
—Siempre dices que no pasamos suficiente tiempo juntas —confesó Caxton—. Dices que me paso el día trabajando y que en casa tampoco nos vemos nunca. Así, estaríamos las dos en el trabajo a la vez. Nos veríamos mucho.
Clara sacudió la cabeza con incredulidad.
—¿Y bien? —preguntó Caxton—. ¿No piensas responderme?
—¡No! —exclamó Clara—. Por lo menos no inmediatamente.