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Bilbao-16 de junio del año 2045- 00:45 horas.

“Menuda manera de perder el tiempo”, me increpó Gonzalerría. “No creo que así me convenzas de que fue un suicidio”.

“Calla y conduce. Llévame a casa que quiero dormir”. Lo dije sin darme cuenta de que en este caso también me estaba llevando al lugar del crimen.

Gonzalerría aparcó el coche enfrente del portal, y me hizo jurar y perjurar que no me movería de allí hasta que él volviese a recogerme a la mañana siguiente. Ese había sido el trato y me emplazaba a cumplirlo. Le di todo tipo de seguridades, porque sinceramente quería dormir y no tenía intención de efectuar ninguna escapada nocturna. Al cruzar la calle y avanzar hacia el edificio del piso de mi padre, me giré para despedirme de Gonzalerría y me fijé en la casa delante de la cual había aparcado. De repente supe cómo había muerto mi padre y más importante aún cómo podía demostrarlo.

Corrí hacia el coche que ya estaba arrancado. Gonzalerría me miró y paró.

“Eneko, estoy muy cansado”, me dijo bajando la ventanilla. “Vete a dormir de una puta vez”.

“Mañana, cuando vengas, tráeme el informe completo del forense y unos prismáticos. Adiós”. No le di tiempo a protestar.