CAPÍTULO 13

Permanecí en el ático, aturdida, como si Maca se hubiera llevado también con ella mi capacidad de reacción. Después, como un autómata, me vestí y fui a la librería. Allí empecé a reaccionar. Llamé a Ana y se lo conté entre sollozos. Me dijo que pediría permiso en el trabajo y se reuniría conmigo.

Recibí la llamada poco después de colgarle a ella. En la pantalla apareció el número del fijo del ático. Dudé en cogerlo, porque no sabía si estaba preparada para hablar con Maca de nuevo. Descolgué al quinto tono.

-¿Sí?

— ¿Qué, no encuentras cava?—una voz desconocida de mujer, insinuante.

— ¿Qué? —El corazón me dio un vuelco—. ¿Quién es?

— ¿Maca?—La voz sonó sobresaltada.

— ¿Quién es?

—Mierda —masculló, antes de colgar de golpe.

Me quedé helada mirando el aparato, mientras una terrible certeza empezaba a cobrar forma dentro de mí. Temblando, marqué el número del despacho de Maca. Me contestó su secretario. Maca no estaba allí.

Había llamado diciendo que no iría a trabajar esa mañana.