CAPITULO 28
—Eh, se te ve muy bien, expatriada. —Ana se volvió hacia mí, señalando a Maca con el pulgar—. ¿Verdad que está guapa, hermanita?
Me limité a sonreír. Maca se acercó a Ana y la abrazó. Después saludó a Juanepi.
—¿Te quedas a cenar? —propuso Ana.
—No quiero molestar —Maca me miró, dudando.
—No molestas —sonreí para que supiera que por mí no había ningún inconveniente.
Ella asintió y Ana palmeó el sofá, invitándola a sentarse. —Bueno, ¿qué te trae por aquí? —le preguntó.
—Tengo un par de asuntos que arreglar.
Maca me miró entonces y fue como si en esa habitación solo estuvieran ella y su mirada. Sentí un estremecimiento que traté de disimular yendo a la cocina a por bebida. Allí tuve que apoyarme un momento en la barra para tranquilizarme. Su mirada había hecho que me flaquearan las piernas.
Iba a ser una noche muy larga.