Epílogo del autor
Sí, eso es todo.
He intentado prepararos. Os dije que esto era el final y que no iba a gustaros.
El dispositivo de autodestrucción saltó como una hora después de que escapáramos. La Sumoteca quedó arrasada, aunque lo hicieron pasar por un terremoto, ya que casi toda la destrucción había sido subterránea. Aun así, provocó el caos en Washington D.C., que ya estaba sufriendo por la batalla que se había librado en los cielos.
Pero los Bibliotecarios la reconstruyeron. Lo encubrieron todo con no sé qué proyecto de renovación urbana. Con gran meticulosidad, fueron entrevistando a todo el mundo para averiguar si habían visto mi discurso. Luego, los Bibliotecarios borraban el acontecimiento de sus recuerdos. Tardaron una eternidad, pero lo consiguieron.
Yo había fracasado.
Noto que queréis más. Noto que esperáis que esta historia continúe. No lo hará; he terminado. No soy ningún héroe, y ahora por fin se conoce la verdad. Para eso he escrito estos libros.
En ese momento en el que podía haberme sacrificado, les dije que se llevaran a mi padre en mi lugar. Mi padre, el hombre que podría haber detenido a Biblioden. El hombre que comprendía mejor que nadie las lentes, a los incarna y la naturaleza de nuestros enemigos.
Dejé que muriera porque era demasiado cobarde para ocupar su lugar.
Con esto, mi autobiografía concluye. No os daré las gracias por leerla. Esto era algo que necesitabais leer. Igual que era algo que yo necesitaba decir.
Por fin ha terminado.
Lo siento.
FIN