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Habían quitado el cadáver. Las luces que alumbraban la zona estaban ya apagadas. Gorman se disponía a marcharse. Jensen y Burrows, no obstante, continuaban reteniéndole con su conversación. El forense tamborileaba sus dedos incansablemente sobre el volante de su coche. Estaba ansioso por hallarse en el laboratorio y dar comienzo a la autopsia.

—Recibió un buen golpe —comentó Burrows.

—Una decapitación casi completa —replicó el médico.

—Sí, en el cuello —asintió Jensen—. ¿Cómo lo hicieron? ¿Con un hacha?

—No, no fue un hacha —denegó Gorman—. Un hacha no tiene la hoja bastante ancha para ejecutar tal herida de un solo tajo.

—¿Fue un solo tajo? —inquirió Burrows.

—Sí, por lo que puedo afirmar ahora.

—Debió de ser una buena navaja —observó Jensen.

—Tampoco estoy seguro de que fuese una navaja —objetó el forense lentamente—. Al menos, no un cuchillo ordinario. Un solo golpe como éste requeriría una hoja extremadamente larga y pesada.

—Posiblemente... una bayoneta —apuntó Jensen.

—O un machete —añadió Burrows.

—Algo por el estilo —asintió Gorman—. Bien, debo irme —puso en marcha el coche—. Les enviaré mi informe lo antes posible.

—¿Cuándo? —le apremió Burrows.

—Un informe preliminar, a mediodía —accedió el doctor.

—¡Eh, otra pregunta! —gritó Jensen—. ¿Hizo falta mucha fuerza para propinar el golpe?

—Sí, hizo falta un hombre muy fuerte —replicó Gorman.

Arrancó con decisión, encaminándose calle abajo, mientras los faros del coche alumbraban las casas en la noche.

Jensen y Burrows se quedaron solos, cada cual absorto en sus propios pensamientos. En la calle había un solo coche de patrulla, aguardando pacientemente para conducir a ambos detectives a sus respectivos puestos de trabajo. Todavía no asomaban las luces que preludian el alba. Era la hora solitaria, la más solitaria de la noche.

—Supongo que no le dolió mucho —comentó Burrows finalmente—. Una forma de irse al otro barrio sin sufrir demasiado. Y de prisa, además.

Dio media vuelta y se alejó hacia el coche.

Jensen le siguió. El aire nocturno era fresco y el detective se estremeció. Jensen, lo mismo que Burrows, era un hombre metódico, y consideró la observación de su compañero.

—Sí —asintió lentamente—, una muerte muy rápida. No tanto tal vez como un revólver, pero casi igual. Lo malo es que, de esta forma, se ve venir la muerte.