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Con los coches y los proyectores, y toda aquella actividad, la calle estaba viva a las dos de la madrugada. El agente de uniforme conservaba a los curiosos a cierta distancia. Gorman, el forense de la policía, inspeccionaba el cuerpo cuidadosamente, sin cambiarle de posición. Las actividades de Gorman quedaban ocultas a la multitud mediante una lona portátil enmarcada en una especie de caballete.
A unos metros de distancia, Burrows y Jensen aguardaban pacientemente a que el forense terminara su examen preliminar, que sólo podía completarse eficazmente en el laboratorio.
—No parece un trabajo sexual —observó Burrows—, a pesar de que el cuerpo esté desnudo.
—Sí, desnudo por completo, salvo los zapatos —añadió Jensen—. ¿Por qué se habrán tomado la molestia de quitarle todas las ropas, dejando sólo los zapatos y los calcetines?
En el interior de la casa, se oyó un chillido estridente, penetrante, muy agudo. Burrows se estremeció al oírlo.
—¡Jesús! —exclamó—. Esto puede conmigo.
—Sí —asintió Jensen—, es la dama que lo encontró. Gorman le ha administrado una inyección, mas todavía no ha surtido efecto.
—Hablaremos con ella por la mañana —replicó Burrows.
—Seguro. Si tenemos suerte. Por entonces, probablemente que su médico de cabecera la habrá puesto a buen recaudo por una o varias semanas.
El chillido pareció alargarse en la noche.
Burrows reanudó la anterior conversación.
—¿Crees que significan algo los zapatos? ¿Una especie de símbolo?
—Tal vez. ¿Te acuerdas de aquel individuo.», creo que se llamaba Clinton, que estranguló a tres chicas y siempre insistió en utilizar para la faena un par de medias de nylon de color gris humo?
—Tal vez se trate de eso —asintió Burrows lentamente—, aunque también podría deberse al deseo de ocultar la identidad.
Volvió la cabeza y, haciendo copa con las manos, procedió a encender un cigarrillo. La llamita amarilla refulgió ante su rostro, moldeando sus rasgos entre las sombras.
—Es muy difícil ocultar hoy día una identidad —manifestó Jensen—, aunque tampoco es imposible. Tal vez no se trate de pretender ocultar quién es, sino solamente de ganar tiempo, retrasando la identificación.
Burrows chupó el cigarrillo, enrojeciendo la punta del mismo.
—Supongo que podemos también considerarlo de otra forma —murmuró—. Quizá lo desnudaron para identificarlo rápidamente, en busca de algo que significaba mucho para alguien... —hizo una pausa y agregó bruscamente, encogiéndose de hombros—: Oh, ya sé que es difícil entenderlo...
Jensen ni se mostró de acuerdo ni en desacuerdo. Pasó al otro lado de la lona y contempló al forense. Luego, volvió a reunirse con Burrows.
—¿Qué tal va el doctor? —preguntó aquél.
—Sigue en su trabajo —replicó Jensen.