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Desde su «rincón», como a él lo gustaba llamar, el coordinador no podía dar crédito a lo que estaban escuchando sus oídos. «¿Cómo que el viejo Blanco había dejado una nota oculta en un cuadro?», pensó bastante nervioso.

Nada de esto se encontraba dentro del guión que había previsto y no podía dar margen a ningún error, si no, su cliente, no le daría ni un euro de lo que habían pactado por el trabajo.

Gracias a un micrófono inalámbrico de alta emisión y que funcionaba en un canal potencialmente seguro, el coordinador estaba sentado siguiendo con todo detalle la investigación policial de la «obra de arte» realizada por uno de sus hombres, y la verdad, lo que escuchaba no le gustaba nada y no hacía sino agitarlo desde su asiento. No estaba acostumbrado a que se cometieran errores en ninguna de sus anteriores operaciones, por esa razón tenía tanta cotización en el mercado de este tipo de trabajos, por lo tanto no sabía muy cómo actuar en esos momentos, si bien llamar a su cliente para explicarle todo lo sucedido, o que paso dar a continuación. Al copiar la chica la nota dejada por el viejo, ahora habían dos, y no servía de nada matarla si otra copia estaba circulando en el departamento de criptografía de la policía y a saber cuántas copias más se realizarían. En primer lugar debía de hacerse con la nota que se había quedado el inspector.

Descolgó el teléfono e hizo una llamada en la que confió ciegamente.

—Cógelo rápido… —dijo en voz baja antes de que su interlocutor descolgara.

Carolina y Nicolás salieron escoltados por 3 agentes del apartamento dónde la joven había vivido aquel horror con la imagen de su padre y se montaron de nuevo en el Peugeot del inspector, evitando una vez más a la marabunta de periodistas que se acercaban como locos a ella, para conocer sus impresiones de lo acontecido en el piso del director del Museo Arqueológico Nacional.

Carolina, sin hacer falta de que se lo dijese, agradecía enormemente el que Nicolás se hubiera ofrecido a llevarla a su piso, situado en el barrio de Chueca, pues ya no se sentía segura después de lo que le había ocurrido a su padre y quizá ir al lado del inspector le podría proporcionar esa tranquilidad que anhelaba en esos momentos.

Carolina había subido al automóvil algo temblorosa todavía, como si de un momento a otro fueran a fallarle las piernas y caer sin fuerzas al suelo. Nicolás se percató de eso, por lo que optó por el silencio durante todo el trayecto, ahora la chica necesitaba reorganizar sus pensamientos y asimilar poco a poco lo ocurrido.

Tardaron 10 minutos en llegar hasta la puerta del edificio donde Carolina vivía, el madrileño barrio de chueca había cambiado mucho en los últimos años, a mejor, claro está. Frecuentado anteriormente por drogadictos, prostitutas y delincuentes, era considerado como uno de los barrios más peligrosos del centro de la capital, pero poco a poco el colectivo gay se fue asentando en él barriendo todo peligro y redecorándolo ofreciéndonos ahora uno de los barrios más bellos y modernos de todo Madrid, hasta los parkings tenían un toque de elegancia raramente visto en ningún otro de la ciudad, el barrio necesitaba un cambio a gritos y el colectivo homosexual se lo había proporcionado sin duda alguna.

Nicolás abrió la puerta del automóvil a Carolina y ésta bajó del coche muy despacio, absorta en sus pensamientos sobre qué podría contener la nota que había dejado su padre. Nicolás se despidió de ella dándole su número de móvil personal por si descubría lo que su padre había querido decir en el papel o si simplemente se sentía amenazada por algo o alguien.

—Llámeme si lo necesita, no lo dude ni un instante y por favor, no olvide que cuando se sienta con fuerzas nos gustaría que pasara por comisaría para prestar declaración sobre lo sucedido en el día de hoy, quizá con sus palabras puede ayudarnos a esclarecer algo de este turbio asunto y nos acercamos un poco más al asesino de padre.

Carolina asintió algo ensimismada y abrió la puerta de su edificio.

Nicolás no dejó de mirarla hasta que ésta entró y cerró la puerta del mismo, había algo que no le gustaba en todo este asunto, quizá se tratara de un crimen de sectas o quizá fuera víctima de un juego de rol o algo parecido, no sería la primera vez que lo había visto en sus años como policía, pero le daba muy mala espina este asesinato, intuía que algo más oscuro se escondía detrás de todo esto, sobre todo a raíz de encontrar la nota, ¿de qué se trataría?, ¿quizá el director sabía que se encontraba en peligro o simplemente es otro asunto que no tenía nada que ver con toda esta locura?, ¿podría ser que se tratara de un asesino en serie y la nota la hubiera dejado él para indicarnos su patrón de asesinatos?

Quizá la nota no ocultara ningún mensaje revelador, quizá sólo se tratara de algo intrascendente y sin ninguna importancia, pero ese simple trozo de papel había despertado en él un sentimiento negativo que no le gustaba nada.

Por razón y sin que Carolina lo supiese, había ordenado que un coche con dos policías vestidos de paisano se escondiera para vigilar la entrada de su portal, al menos hasta que estuviera seguro de que la joven no corría ningún tipo de peligro. Era consciente de que si le decía algo a la chica, la pondría más nerviosa todavía, pues sabiéndose vigilada, aunque fuera por la policía, la joven no dejaría de sentir un cierto peligro y, por encima de todo, quería que tuviera un día a día de lo más normal posible, aún a sabiendas que su cabeza muy normal no debería de andar por el momento.

Nadie en su sano juicio podría estar normal con lo que acababa de presenciar la hija del director.

Él mismo no pudo evitar hacerse la pregunta de si sería capaz o no.

Apartó de golpe hacia un lado momentáneamente sus pensamientos, arrancó el coche y se dirigió rumbo a la comisaría, le esperaba todavía mucho trabajo.

Ahora tocaba encontrar al asesino.

Carolina subió por el ascensor del moderno edificio deseosa de sentarse tranquilamente a reordenar sus pensamientos en medida de lo posible y comenzar a descifrar el mensaje cuanto antes. Parecía mentira que hace tan sólo unas horas, cuando montó en ese mismo ascensor en el que se encontraba subida para acudir a su cita, su padre todavía estaba vivo, o al menos eso quería pensar ella.

El ascensor emitió un pitido cuando llegó a la tercera planta dónde se encontraba su piso, salió de él y miró a los dos lados con cierta temeridad, no podía dejar de pensar en lo que había pasado y que ciertamente ella podía encontrarse también en peligro.

Abrió la puerta con doble seguridad, encendió la luz del recibidor y dejó las llaves y el bolso encima del mueble de la entrada. Su apartamento estaba decorado muy parecido al piso de su padre, pues era el estilo que ella había elegido para los dos, pero aunque su padre quiso comprarle un inmueble tan grande como el suyo, Carolina lo rechazó enseguida, no necesitaba los 300 metros que tenía su padre, ella, con 110 se sentía bastante cómoda.

Avanzó por el pasillo mirando por todos los rincones por si veía el menor indicio de que tenía visita, pensó que la paranoia se estaba haciendo un hueco importante en sus sentimientos y desestimó esa idea.

Encendió la luz de su estudio y entró en él, era el lugar que tantas horas había pasado estudiando tan sólo hacía unos años atrás cuando se encontraba en la universidad.

Estanterías pobladas cientos de libros sobre historia y algunos cuadros con imágenes y símbolos egipcios, hacían que ese fuese su rincón favorito de la casa.

Agarró la silla, la hizo para atrás y se sentó frente a la enorme mesa que usaba para estudiar e investigar, apartó los papeles con información acerca de las excavaciones en las que iba a trabajar que tenía encima y dispuso sobre ella la copia del papel que había dejado su padre oculto en el cuadro.

Solamente necesitaría 5 minutos para descifrar el contenido del mensaje.

Nicolás llegó a la comisaría de policía pensando cómo había transcurrido todo.

Poco podía imaginar cuando recibieron la llamada de una asustada vecina del señor Blanco, que estaba escuchando ruidos inquietantes y nada normales en el piso de éste, que se encontrarían la imagen que vieron allí. Por seguridad, enviaron una patrulla para ver qué era lo que ocurría en el piso para que la vecina se quedara más tranquila, cuando llegaron informaron a la comisaría de que no había ningún ruido y también por seguridad, para descartar un posible robo, se llamó al Museo Arqueológico Nacional para que les pusieran en contacto con el director y éste diera su consentimiento para pedir una llave al conserje del edificio, así podrían entrar para hacer una comprobación de rutina.

La primera inquietud vino cuando les dijeron que el director se encontraba según ellos sabían, en su domicilio.

Procedieron a llamar con más decisión en la puerta, seguían sin obtener respuesta alguna por lo que llamaron al conserje para que les abriera la vivienda, si no había pasado nada, el señor Blanco entendería que todo lo habían hecho por su seguridad y con tal de dar el mejor servicio al ciudadano.

Una vez el conserje les hubo abierto la puerta, le dijeron a éste que esperara fuera mientras ellos comprobaban de dónde podían venir esos ruidos tan misteriosos y que, según la vecina, nunca se solían escuchar en la tranquila casa del director. Fueron habitación por habitación despacio, pistola en mano y con cierta alerta en sus sentidos, cerciorándose de que todo estaba en correcto orden, nada más lejos de la realidad que encontraron cuando llegaron al salón principal. Al ver esa imagen uno de ellos cayó de rodillas vomitando al suelo mientras el otro miraba atónito sin poder apartar los ojos de la escena.

Para ambos era la imagen más macabra de todas las que habían visto en su vida.

Una vez despertó de sus propios pensamientos, Nicolás se sirvió un café de la máquina que tenía al lado de la puerta de su despacho, lo saboreó lentamente mientras ojeaba una vez más la nota que habían encontrado oculta y se dispuso a llevarla a criptografía para que trabajasen lo antes posible en ella.

Cuanto antes se desvelase el misterio de la nota, antes sabría cuál era el siguiente paso a dar.

En su casa, encerrada en su estudio, Carolina consiguió descifrar la nota como ella esperaba.

Su cuerpo entero comenzó a temblar sin control alguno.

No daba crédito a lo que leía.