22

La espera, aún siendo sólo 20 minutos, se les hizo eterna pues, se estaban ansiosos por descubrir qué secreto escondía esta apacible isla. El autobús llegó con una puntualidad asombrosa.

Montaron junto a un grupo de turistas que estaban sentados cerca de ellos esperando también y comenzaron su ruta con un guía que no paraba, hablando en casi todos los idiomas conocidos actualmente, de hacerles mirar de un lado para otro con decenas de curiosidades y anécdotas sobre la ciudad. Lo bueno no se hizo esperar y cuando llegaron a las iglesias redondas, el guía lo anunció a bombo y platillo.

—Y aquí, si miran a su derecha, podemos ver las famosas iglesias redondas de Bornholm —decía entusiasmado y con un tono de satisfacción evidente—, según cuenta la leyenda, fueron construidas por los templarios para iniciar a los caballeros que querían pertenecer a la orden.

Los turistas, incluidos Nicolás y Carolina escuchaban embobados a lo que el guía les contaba.

—Como pueden observar —prosiguió—, son un total de cuatro iglesias y se dice que están relacionadas con un triángulo imaginario que delimitaba los límites de la cristiandad junto a Jerusalén y Francia.

—Pero… ¿se sabe a ciencia cierta si fueron realmente los Caballeros Templarios quienes las construyeron? —Preguntó un turista curioso.

—Nunca se puede saber quién hizo esto o quién hizo lo otro porque ninguno de nosotros estuvo ni vivió en esa época, lo que sí es cierto es que estas iglesias guardan una gran similitud con numerosos edificios templarios, conocidos como Capelli Militum, que servían para la iniciación de caballeros en la orden del Temple.

Todos asentían al mismo tiempo que escuchaban la historia que les iba contando el guía.

—¿Crees que este guía puede ser nuestro hombre? —preguntó por lo bajo Carolina a Nicolás.

—Si te digo la verdad, lo estaba pensando ahora mismo, si te das cuenta, de todas las curiosidades que nos ha explicado hasta ahora, y mira que no ha parado de hablar ni dos segundos, esta de los Templarios es con la que más se está explayando, se nota que le interesa mucho el tema —la voz de Nicolás, también era un susurro.

—Sí, pero quizás solamente lo haga porque la mayoría de los turistas es lo que quieren oír y han venido buscando esta historia para poder contarla en sus casas, me parece que es lo que vende en estos momentos, los Caballeros Templarios, sobre todo ahora, parece que se están convirtiendo en todo un negocio.

—Podría ser, de todas maneras, es lo único que tenemos por ahora y creo que deberíamos probar a ver por dónde nos sale.

Carolina asintió.

Al cabo de media hora terminaron el viaje, que les dejó de nuevo en el punto de partida, los dos acordaron ir a visitar las iglesias al día siguiente por la mañana, pues no querían que anocheciera estando ellos allí.

Al bajar del autobús, ambos fueron rápidamente en busca del guía.

—Hola muy buenas tardes, somos Nicolás Valdés y Carolina Blanco, venimos de España y nos ha entusiasmado la leyenda de las iglesias Templarias, nos gustaría saber mucho más acerca de ellas y visitarlas si puede ser por dentro, pero claro necesitaríamos un guía que nos acompañe y nos desvele todas las curiosidades que albergan estos edificios en su interior.

—Encantado de conocerles —dijo el guía en un perfecto y cortés castellano—, me alegra que les haya gustado la historia, la verdad, es muy interesante saber que algo tan famoso hoy en día como son los Caballeros Templarios, estuvieron en nuestra pequeña isla y nos dejaron estas maravillas arquitectónicas. Pero siento decirles que mi trabajo como guía se limita a las visitas en autobús pues me llevan todo el día de viaje y apenas tengo tiempo para otras cosas.

—Le pagaríamos muy bien —dijo Carolina—, mi padre es el director del Museo Arqueológico Nacional de España y está muy interesado en conocer la historia profunda y arquitectura de estas iglesias templarias, su nombre es Salvador Blanco —dijo con cierto énfasis.

Nicolás se sorprendió ante la falta de seguridad de Carolina al revelarle de esa manera su identidad al desconocido, aunque estaba claro que lo hacía para ver si éste era el guardián de la llave.

—Me honra que el director del Museo Arqueológico se interese en nuestra humilde isla y en las iglesias, pero sinceramente no puedo ayudarles, me debo a mi trabajo y enseguida va a salir otro autobús con nuevos turistas, lo siento de verdad, espero que encuentren a alguien que les pueda ayudar en este cometido.

—¿Y usted no conoce a nadie que pueda ayudarnos en esto? —dijo Carolina sin perder la esperanza de encontrar al guardián.

—Lo siento señorita, pero no, los guías que conozco aquí en la isla, están tanto o más ocupados como lo estoy yo, siento no serles de ayuda.

Dicho esto y ante la cara de decepción que se le quedó a Carolina, se despidió gentilmente de ambos y se montó de nuevo en el autobús que prosiguió su marcha con nuevos turistas.

—Creo que ha quedado bastante claro que no es la persona que andamos buscando —dijo Nicolás bastante disgustado.

—Pues… supongo que mañana debemos ir nosotros solos hacia las iglesias y ver qué es lo que podemos hacer allí, algo hemos aprendido en Tomar que nos puede servir para esta localización.

—Sí, de eso no hay duda, puede ser que encontremos por allí cerca a la persona que estamos buscando, sea quien sea.

Para pasar el resto de la tarde, decidieron hacer algo de turismo por el centro de la ciudad, visitaron plazas, tiendas, algún que otro monumento de los que habían visto en el autobús… Cuando anocheció decidieron entrar a una conocida cadena de hamburgueserías y cenaron tranquilamente un par de hamburguesas con patatas y refresco cada uno. Cuando salieron del mismo, un poco cansados ya de estar todo el día por ahí deambulando, decidieron volver al hotel a descansar.

Ya en su habitación, tomaron una refrescante ducha cada uno, se sentaron en la cama de Nicolás y comenzaron a contarse vivencias de cada uno, como si fueran amigos desde siempre.

—¿Entonces ahora te disponías a salir para Israel a trabajar en unas excavaciones? —preguntó Nicolás bastante fascinado.

—Sí, la misma mañana de la muerte de mi padre me llamó Ignacio Fonseca, el mismo que lo hizo nada más llegar a Tomar y que además se encontraba en el funeral, un amigo íntimo de mi padre, y me propuso esta oferta de trabajo, la verdad, llevaba mucho esperando esa llamada pues mi padre ya me comentó cuáles eran las intenciones de Ignacio, pero hasta que no me llamase no estaría tranquila del todo y casi que no me lo había creído aún.

—Te envidio, yo aparte de estos viajes que estamos haciendo ahora y unos pocos más que he tenido que hacer por trabajo, apenas he salido de Madrid, cierto es que ocupo un puesto importante en la policía, tengo buen sueldo y la gente me respeta, pero me siento oprimido a veces, siento que necesito salir a otros lugares, bien sea por trabajo o por placer, pero necesito ver algo de mundo. Aunque no lo demuestre mucho, estoy disfrutando como un enano con estos viajes, espero que no te siente mal debido a las circunstancias por las que viajamos.

—Ni mucho menos —le dedicó una sonrisa—, curiosamente, estamos investigando la muerte de mi padre, pero cada vez pienso menos en lo que ha pasado aún siendo tan reciente, tu compañía me está ayudando mucho, si estuviera ahora mismo en Madrid y sola, no sé si podría llevarlo.

—Nos hemos conocido en unas condiciones trágicas, pero quiero que sepas que cuando acabe esto has ganado un amigo para toda la vida, no sólo para que me llames por teléfono para hablar un poco, si no para salir a tomar algo, quedar para comer, hacer algún viaje… amigos de verdad, para toda la vida.

—Gracias Nicolás, no sé qué haría en estos momentos sin tu compañía.

Nicolás se puso rojo como un tomate.

—Y… dime… ¿cómo entraste en la policía?

—Quizá estaba escrito en el destino que yo acabaría siendo policía, mi hermano y mi abuelo también lo eran.

—¿Eran, han muerto?

—Sí, mi abuelo por vejez y mi hermano murió en acto de servicio, llevaba mucho tiempo detrás de una banda de sicarios y estuvo a punto de atraparlos, lo acabaron descubriendo y lo mataron con dos disparos a bocajarro en la nuca.

Carolina abrió los ojos como platos.

—¿Y cómo lo descubrieron?

—Nunca se supo realmente, tan sólo encontraron el cuerpo de mi hermano muerto en la puerta de la comisaría, no lo habían matado en ese lugar pues no había restos de sangre, lo dejaron ahí como una advertencia al resto de la comisaría de lo que podía pasar si alguien intentaba seguirles la pista.

—Lo siento, no tenía ni idea.

—No te preocupes, como puedes ver, no somos tan distintos como parece. A mí esto me ha hecho ser más fuerte y a querer superarme cada día más, me tomé mi trabajo con una nueva perspectiva, quería ser tan buen policía como mi hermano y si algún día puedo, llevar ante la justicia a los asesinos que le hicieron esto. Quizá por eso me siento tan unido a ti en este sentido, te ha pasado algo parecido y ya que de momento no puedo saber quién le hizo eso a mi hermano, quiero ayudarte a descubrir quién le ha hecho eso a tu padre.

Carolina no pudo evitar el instinto de abrazar a Nicolás y darle las gracias, lo que estaba haciendo ese hombre por ella, nunca nadie lo había hecho. Ya se había hecho bastante tarde, se dispusieron a dormir a pesar de las emociones que iba desentrañando la noche, mañana les esperaba un duro y largo día.