17

Al mirar la roca siempre de cara, no se habían dado cuenta de que perfectamente tallada en su parte trasera, se hallaba dibujada una cruz Templaria con un punto señalado en cada uno de sus 4 lados, en el centro de la cruz había un círculo en el cual, en letras muy pequeñas, había escrito algo que apenas podían leer.

Parecía que estaba escrito en latín.

No sabían realmente si aquella piedra era la razón por la que estaban en Tomar, no tenían ni la más mínima idea de lo que podía significar esas palabras.

—¿Qué crees que puede ser esto? —Dijo Nicolás.

—Ahora mismo me encuentro tan confusa como tú, no sé ni siquiera si esto tiene relación con lo que supuestamente hemos venido a buscar aquí.

—Sinceramente, yo tampoco lo sé, pero Francisco nos ha dicho que buscáramos en las paredes lo que hemos venido a buscar y, ahora mismo, tengo esta piedra en la mano cuando hace un rato no teníamos absolutamente nada, este hombre nos está ocultando algo.

—Sí, creo que tienes razón, supongo que deberíamos preguntar a Francisco qué es esta piedra y quizá comprendamos algo, aunque, no sé si fiarme de él.

—En estos momentos es la única posibilidad que tenemos, yo también he pensado que puede que nos la vaya a jugar, pero voy totalmente preparado para una traición de este tipo, no sé si me entiendes…

Carolina se dio cuenta enseguida de que hablaba de su pistola y asintió con la cabeza.

—En fin —dijo Nicolás—, creo nos la vamos a jugar, que lo más sensato sería preguntarle al menos qué significa este pequeño escrito, quizá sólo con eso nos pueda aclarar algo.

—Muy bien, me parece correcto.

Nicolás se giró hacia donde habían dejado a su guía.

—¡Francisco!, ¿puede venir un momento?

Éste se acercó a ellos.

—Realmente no sabemos si es fruto de la más pura coincidencia o realmente usted sabe más de nosotros de lo que nos ha dicho en un principio, pero necesitamos desesperadamente su ayuda en estos momentos. ¿Sería tan amable traducirnos esta frase de aquí que parece latín?

—Con mucho gusto —sin mirar ni siquiera la piedra les tradujo—, «eres listo y sé que lo descubrirás».

Carolina y Nicolás se miraron, ¿qué quería decir esa frase? Nicolás se dio cuenta enseguida.

—¡Es una de las frases que tu padre dejó en su escrito codificado!

Carolina no había caído, pero enseguida recordó el escrito palabra por palabra y así era, era una de las frases que su padre había dejado.

—Está claro que mi padre quería que encontrara esta piedra, pero… ¿por qué razón?

Los dos miraron a Francisco, pero este seguía impasible, al menos por el momento no parecía dispuesto a colaborar.

—Francisco, necesitamos que nos diga qué es esto que tenemos en la mano.

—Siento decirles que no puedo ayudarles, lo único que puedo hacer, es hacerles una pequeña aclaración que creo les servirá de mucha ayuda.

Carolina y Nicolás se dispusieron a escuchar.

—Si se han dado cuenta, el suelo de la iglesia es de adoquines, cientos de ellos, colocados magistralmente cuando se construyó la iglesia, pero si se fijan, entre esas dos hileras de bancos, hay uno blanco y mucho más grande que el resto.

Incrédulos fueron a comprobar si era verdad, en efecto, allí estaba.

—Cuenta la leyenda —prosiguió sin pausa Francisco—, que no está puesto ni por error ni por casualidad, pues se dice que es una puerta que lleva hasta un pasadizo que conecta con el castillo de Tomar, pero… ¿qué contienen esas galerías? Algunos afirman que contienen el tan famoso y perdido tesoro Templario, pues no sé si saben que una vez extinta la orden del Temple por el papa Clemente, nació en Portugal con los caballeros que pudieron escapar la «Orden de los Caballeros de Cristo», otro nombre, pero al fin y al cabo, eran y defendían lo mismo. Se dice que trasladaron su tesoro hasta tierras lusas y se ocultó en este pasadizo. Nadie sabe a ciencia cierta que eso sea verdad, pero… recuerden que con el Temple, nada es lo que parece…

—Y… ¿qué tiene que ver esta piedra con todo esto que nos acaba de contar? —Preguntó Carolina.

—Lo único que puedo decirles acerca de la piedra, es que el círculo que representa en el centro, es el adoquín blanco del que les he hablado.

Carolina y Nicolás ya no sabían qué creer, sin comerlo ni beberlo se encontraban en la búsqueda del tesoro Templario perdido, los dos coincidían en sus pensamientos en que era algo totalmente ridículo.

—Francisco —intervino Nicolás—, la verdad, estamos aprendiendo mucho con usted, y además nos ha encantado cómo nos ha guiado por esta maravillosa ciudad, nos ha hecho sumergirnos en ella de una manera maravillosa, pero como comprenderá, todo lo que usted nos cuenta son historias y fantasías, que mucha gente se creerá y yo desde luego lo respeto, pero ni yo ni Carolina creemos en estas leyendas.

Francisco se puso serio.

—Ustedes mismos, yo me limito a informar hasta donde se me está permitido, ustedes son los que deciden qué hacer con esa información, si utilizarla o bien volver a sus casas con la frustración de haber hecho un viaje a Tomar sin haber encontrado lo que buscaban.

Una vez más Carolina supo a ciencia cierta que ese hombre sabía lo que le había ocurrido a su padre, pero… ¿Por qué no les decía de una vez lo que realmente sabía sobre el asunto?

—¿Nos puede disculpar un momento por favor? —dijo Carolina cogiendo del brazo a Nicolás y apartándolo hacia un lado de la iglesia.

Francisco asintió, con un clarísimo gesto de satisfacción.

—Ya no albergo duda de que este hombre conoce a mi padre, sea bueno o malo, no tenemos otra opción por ahora. Parece que está jugando con nosotros o que simplemente puede ser que diga la verdad y no puede decirnos más de lo que ha hecho porque sus creencias o algo por el estilo se lo impidan. Aparte de esto, no tenemos nada mejor en estos momentos y como ha dicho él, no quiero irme de Tomar sabiendo que no ha servido para nada este viaje. Creo que deberíamos investigar esto, por lo menos para saber que no hemos dejado nada importante en el tintero.

—Supongo que tienes razón, aunque sinceramente me cuesta creer que esté aquí y ahora buscando tontunas Templarias, con el debido respeto, siento que todo esto es una auténtica chorrada. Esto es de locos, pero en fin, procedamos a investigar una vez más a ver si conseguimos averiguar algo.

Carolina vio cómo la cara de Nicolás reflejaba resignación, a ella tampoco le gustaba la idea de buscar tesoros Templarios, nunca en la vida había creído las historias que a su padre tanto le apasionaban, pero si esto tenía relación con la muerte de su padre, algo gordo tenía que haber descubierto.

—Francisco —dijo Carolina—, esto es un poco extraño y puede parecer hasta tonto, pero vamos a echar un vistazo a ver qué encontramos por aquí.

Éste sonrió ampliamente.

—Me alegra oír esas palabras señorita, espero que sean tan listos como creo son.

Carolina y Nicolás se encaminaron hacia el centro de la iglesia, hacia el adoquín gigante blanco.

—Bien y ahora… ¿Qué es lo que hacemos? —dijo Nicolás mirándola fijamente.

—Bueno… supongo que deberíamos comprobar si está suelto como la piedra de la inscripción o tiene algún resorte o algo para abrirlo hacia arriba.

Se agacharon y palparon la piedra detenidamente con la vaga esperanza de encontrar algo, pero enseguida se dieron cuenta de que la piedra estaba muy bien sujeta al suelo, al igual que el resto de adoquines a su alrededor.

—Esto ya lo habrán hecho cientos de ilusos como lo somos nosotros, seguro que anteriormente Francisco u otro guía les contó la misma historia y estarían aquí arrodillados como nosotros con la esperanza de encontrar inmensas riquezas mientras ellos se desternillan de la risa —dijo Nicolás casi avergonzado.

—La verdad, sería demasiado fácil si fuese así, hay algo que se nos escapa.

Diciendo esto, Carolina se levantó del suelo, se limpió las rodillas y fue mirando todos los adoquines que había alrededor del blanco.

«Tiene que haber algo», se decía a sí misma.

Volvió a mirar el dibujo tallado en la roca, una cruz Templaria con un punto en el extremo de cada uno de sus brazos, y en el centro se suponía que estaba el adoquín blanco.

Entonces lo comprendió.

Era más fácil de lo que en un principio había pensado.

Se encaminó en línea recta con el adoquín blanco hacia su izquierda, fue mirando uno a uno los adoquines y al llegar al extremo vio uno diferente a los demás, su centro era elevado, algo casi inapreciable a la vista si no te fijas bien, como un pequeño y minúsculo monte, mientras que el resto eran lisos.

—¿Nicolás puedes venir un momento? —dijo Carolina sin apartar la vista del mismo.

—¿Qué pasa? —Dijo éste al llegar donde se encontraba la joven.

—Creo que he encontrado algo, mira este adoquín, es distinto a los demás.

Nicolás lo miró detenidamente.

—Sí, es cierto, pero… ¿Cómo sabemos que es lo que andamos buscando?

—No lo puedo saber seguro, obviamente, pero es por el dibujo de la piedra, si te das cuenta, en línea recta a lo que representa el adoquín, hay cuatro puntos formando la cruz Templaria, estoy segurísima de que si seguimos el mismo procedimiento que he seguido ahora, hay tres adoquines más como éste en línea con el blanco.

Se incorporaron de nuevo y se dirigieron hacia el norte del adoquín central en línea recta, comprobaron cómo, en efecto, al final había un adoquín igual que el que habían visto en el lado izquierdo, acto seguido fueron a comprobar los dos lados restantes, y efectivamente, había 4 adoquines iguales formando la cruz paté templaria.

—Creo que vamos bien encaminados Nicolás-dijo Carolina con una nueva luz en su mirada.

—¿Ahora qué hacemos? —preguntó éste bastante curioso por el reciente descubrimiento de la joven.

—Supongo que deberíamos probar a pulsarlos o algo así, parecen pulsadores.

Los presionaron hacia abajo sin obtener ningún tipo de éxito, las piedras no se hundieron en absoluto, pero al hacerlo pudieron comprobar cómo haciendo algo de fuerza, podrían levantarlos ya que no estaban igual de sujetos que los otros.

Nicolás aplicó la mayor fuerza posible en uno de ellos y vieron cómo cedía hacia arriba poco a poco, consiguió sacarlo hacia fuera. Al levantarlo vieron cómo ese adoquín se apoyaba en una especie de aro y el centro estaba descubierto con lo que parecía contener otro adoquín.

—¿Qué es esto? —preguntó confusa Carolina.

—No tengo ni la menor idea, quizá debamos sacar también ese para ver qué contiene.

Metió la mano en el agujero para ver si podía sacarlo y cuando tocó el adoquín que estaba en el centro éste se hundió en el suelo hacia abajo, al ver esto Nicolás se asustó un poco y retrocedió, pero al ver que no pasaba absolutamente nada, volvió a hundirlo repetidamente cinco veces.

No pasaba nada.

—Quizá esto sea como una especie de interruptor o algo parecido para poder abrir la puerta que se supone hay en el centro hacia el pasadizo secreto —intervino Nicolás.

—Creo que tienes razón, vamos a mirar si hay más pulsadores en los otros puntos.

Se encaminaron rápidamente hacia los otros adoquines y comprobaron cómo efectivamente, había más pulsadores, pero por más que los pulsaron, seguía sin ocurrir nada.

—Quizá haya que seguir un orden en concreto… o… pulsarlos a la vez todos o algo.

Volvieron a examinar el dibujo, no había nada que les indicara que existía un orden para pulsarlos, no obstante probaron varias combinaciones sin éxito alguno.

—¿Quieres que probemos a pulsarlos todos a la vez? —sugirió Carolina.

—¿Cómo lo hacemos?, en el caso de ayudarnos Francisco, que no sé si estará por la labor, seríamos sólo tres y nos faltaría alguien que apretara el cuarto pulsador.

—¿Y si le pidiéramos ayuda a alguien de fuera?… —se quedó pensativa y cayó en su propio error—, aunque claro, no podemos pedir ayuda por esto… a saber con qué cara nos mirarían y aún así, no podemos fiarnos absolutamente de nadie. A todo esto… ¿Cómo es que en todo este tiempo que estamos dentro no ha entrado nadie a la iglesia?

—La hora de visitas ha pasado hace ya un rato, y si lo fuera, me he tomado la libertad de cerrar yo por dentro con llave, nadie puede entrar aquí —dijo Francisco a lo lejos.

—Ni salir… —dijo para sí mismo Nicolás.

Estaba poniéndose cada vez más nervioso y no paraba de pensar cada vez más en la posibilidad de una traición por parte de Francisco.

—¡Un momento! —exclamó Carolina—, claro, ¿cómo es que no se me había ocurrido antes?

Se dirigió hacia el agujero de la derecha, se agachó de rodillas y colocó el adoquín de arriba en su sitio, pero al revés, con el pico hacia abajo, de repente se oyó el chasquido del adoquín de abajo que estaba siendo pulsado por el de arriba.

Nicolás se sorprendió enormemente.

—Eres un genio —logró decir al fin—. ¿Cómo se te ha ocurrido esto?

—No soy ningún genio —dijo Carolina sonriendo— lo único que he hecho ha sido ver lo que tenemos delante de nuestras narices y hemos sido capaces de interpretar, realmente no he hecho ningún descubrimiento, como diría cierta psicóloga.

Nicolás no pudo reprimir su sonrisa ante la coletilla de Carolina.

—No seas modesta anda, si no fuera por ti yo creo que aún estaríamos en mi despacho en Madrid delante del ordenador intentando buscar alguna conexión con las palabras que nos dejó tu padre.

Carolina se ruborizó.

—En fin, procedamos a hacer lo mismo con cada adoquín para ver qué es lo que pasa-dijo Nicolás.

Uno a uno, fueron encajando los adoquines al revés, cuando llegaron al último, notaron un pequeño temblor seguido de un chasquido, se acercaron con mucha cautela al adoquín blanco y lo tocaron con cierto miedo a lo que pudiera pasar. Comprobaron que ya no estaba tan sujeto como lo estaba antes.

Francisco se acercó a ellos.

Alerta por lo que pudiera pasar, Nicolás puso la mano cerca de su revólver, no sabía para qué se acercaba exactamente el hombre pero más valía estar alerta por si acaso, pero Francisco se agachó, introdujo la mano en su bolsillo y sacó de él una mini palanca. La introdujo en la junta con los demás adoquines y levantó el blanco del centro hacia arriba mientras Nicolás y Carolina observaban estupefactos con la boca abierta. En el hueco apareció una escalerilla para descender aunque no se veía dónde pues se encontraba todo muy oscuro.

—Como guardián del tesoro de Tomar, les doy la bienvenida a este pasadizo —dijo Francisco con un aire misterioso—, por favor, bajemos, el tesoro les está esperando.