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C F A T M K A L E T N P D R F V D R P Y D V A B M R L L E Q D P O Y T E V G F E C B V Z Q H S D A C A B Y U R R V G T Y T V T Q R N U T Y E A S Q Y S V U B.

CATEDRALDECHARTRES.

Catedral de Chartres, Carolina la conocía de sobra, había ido a ella con su padre en muchas ocasiones y sin duda ahora mismo era su catedral favorita en el mundo entero. La catedral era una iglesia Catedralicia de culto Católico Romano y se encontraba en la ciudad francesa de Chartres, al noroeste del país a unos 80 Km de la capital de Francia, París. Era la sede de la Diócesis de Chartres, en la archidiócesis de Tours.

A Carolina se le empezó a acelerar el corazón cuando empezó a pensar que la catedral que tantas y tantas veces había visitado, era el escondrijo donde se encontraba oculto el tesoro Templario, delante de los ojos del mismísimo vaticano, era absolutamente perfecto.

La animaba el saber que ahora estaba en su terreno, conocía cada rincón de la catedral, cada esquina, cada vidriera, estaba claro que nunca se había percatado de ninguna indicación del tesoro porque realmente no la había buscado, pero el simple hecho de saber que estaba ahí, la animó más si cabía.

—Así que la Catedral de Chartres… vaya… vaya… —dijo Nicolás sorprendido por la localización del tesoro—, jamás lo hubiera imaginado.

—¿La conoces? —preguntó bastante sorprendida Carolina.

—Sólo de oídas, nunca he tenido la oportunidad de visitarla, pero sé que es una de las catedrales más fabulosas del mundo, pero, según tengo entendido, es totalmente católica, ¿no?

—Eso creo, pero ahora como comprenderás, me asaltan las dudas, no creo que se escondiera el tesoro allí por casualidad.

—Visto lo visto en éstos últimos días, rotundamente no, nada es casual en toda esta historia, ahora nos toca ir hacia allí y aparte de encontrarlo, eso por supuesto, averiguar el por qué lo dejaron ahí escondido, alguna relación tiene que tener.

—Pero ¿iremos a Madrid primero o partiremos desde aquí mismo?

—Partiremos desde aquí mismo, ir a Madrid sería una pérdida de tiempo, llamaré a la comisaría para atar los cabos necesarios, aunque no diré que es nuestra última localización por visitar, me inventaré que estábamos en un error y que creemos que cabe la posibilidad de que la llave se encuentre en la catedral. Quiero jugar un poco al despiste, ya te he dicho que quiero hacer lo posible por preservar a salvo el tesoro templario, más tarde volveré a inventar algo para decir que no hemos encontrado nada para que crean que todo era una ilusión y no existe tesoro alguno. De todas maneras, pediré refuerzos, diré que he notado que alguien nos está siguiendo y que nos sentimos muy inseguros, ahora es cuando debemos andar con cuidado, seguramente el asesino haga su aparición estelar una vez demos con el tesoro.

Carolina notó cómo le recorría un escalofrío por la espalda.

—Pues si no te importa voy a hacer la llamada al comisario, ve cogiendo lo que necesites que partimos enseguida.

—¿Ya?

—Claro, no hay tiempo que perder, en un rato salimos.

—Como quieras.

Carolina empezó a hacer la maleta con lo comprado el día anterior mientras Nicolás llamaba al comisario.

En el despacho del comisario Pérez sonó el teléfono.

—¿Sí?

—Buenas tardes comisario, soy el inspector Valdés, le llamo desde nuestra habitación en Obanos, al final no hemos podido resolver el misterio, las pistas que nos han conducido hasta aquí eran falsas, pero hemos estado haciendo investigaciones durante todo el día y creemos que sabemos dónde podría encontrarse la tercera llave.

—Buen trabajo inspector, ¿y dice que creen saber dónde se encuentra esa localización?

—Así es, acabamos de descubrirla ahora mismo, se trata de la Catedral de Chartres, en Francia, nos disponemos a salir en breve hacia allí.

—¿Ahora? —dijo sorprendido el comisario—, ¿no pueden esperar hasta mañana?

—Si salimos hoy mañana por la mañana ya estaremos para empezar la investigación, si no, ya tendría que ser más tarde y el tiempo va pasando y el asesino o asesinos siguen sueltos.

—Así sea, pero recuerde que ésa es la meta de toda esta investigación, detener el asesino, si acaso no encuentran lo que dios quiera que sea que andan buscando, pero consigue averiguar quién es el asesino o detenerlo, puede dar la misión por finalizada, olvidándose de toda la fantasía de los Caballeros Templarios.

—De todas maneras, sigo estando seguro de que hasta que no tengamos el tesoro enfrente de nuestras narices, el asesino no actuará, así que es necesario que primero lo encontremos.

—De acuerdo, confío en usted, espero no me decepcione, nunca lo ha hecho.

—Otra cosa más, recuerde lo que hablamos sobre enviar unos cuantos agentes para garantizar nuestra seguridad, sobre todo la de la señorita Blanco, no podemos correr el riesgo de estar desprevenidos y parece que nos están siguiendo cada vez con más fuerza, quizá sea paranoia nuestra, pero tenemos esa sensación constante ya que nos parece que todo el mundo nos vigila en nuestros movimientos, y, aunque el supuesto tesoro no se encuentre en el lugar al que vamos, nos da miedo de que decida actuar antes de tiempo.

—Tiene toda la razón, enviaré el mayor número de agentes posibles para asegurar su éxito, les reservaré un hotel en el mismo París, pues según estoy leyendo en Internet ahora en estos momentos, la catedral no está muy lejos de la capital francesa.

—Muchas gracias comisario, esperamos estar lo antes posible en la comisaría con el asesino esposado.

—Así lo deseo. Colgó.

Cuando sintieron que se estaban listos para partir rumbo a París, se montaron en automóvil de Nicolás, que antes de nada decidió ir a llenar el depósito de gasolina. Se encontraban tan excitados con sus propios pensamientos acerca del tesoro, que apenas hablaron durante la primera hora y, cuando lo hacían enseguida volvían a ensimismarse con sus expectativas.

Pararon varias veces para descansar y tomar algo para saciar el hambre, aunque no lo pareciera debido a la excitación que ambos sentían, el viaje era bastante largo. Las siguientes horas de viaje las pasaron una vez más hablando acerca de sus vidas y sobre acontecimientos vividos, cuando Nicolás se sintió cansado, pararon durante 3 horas para poder dormir un poco y de esa manera seguir la marcha algo más descansados.

Entraron en París a las 9:00 de la mañana, una hora antes, el comisario había explicado a Nicolás cuál era y dónde estaba situado su hotel.

Se trataba del hotel Forest Hill Paris La Villette, estaba situado en la zona norte de París, a 50 metros de la ciudad de las ciencias.

Buscaron su nueva casa momentánea preguntando a varias personas, Carolina sabía hablar un poco en francés, y no dejó de aprovecharlo para poder encontrar el edificio en el que se hospedarían. Cuando llegaron a él, dejaron el automóvil del inspector en el parking del mismo y pasaron a registrarse, Carolina utilizó nuevamente su breve pero efectivo conocimiento sobre el idioma para que todo trascurriese sin problemas. Subieron a la habitación a dejar sus pertenencias, se sentían algo cansados entre el viaje y las pocas horas de sueño, pero el ánimo de saber que el final se acercaba les mantenía muy despiertos, nada mejor que la curiosidad como estimulante natural para el cuerpo.

La habitación no era muy grande, pero no podían quejarse pues como les había dicho el comisario, la tenían por sus influencias, ya que en pleno Agosto era imposible conseguir una habitación en cualquier hotel de París en tan poco tiempo.

Era de un color marrón claro, con un mobiliario algo clásico para el gusto de Carolina, algo sobrecargado y antiguo, pero ahora eso importaba más bien poco, no habían venido de viaje relax.

Bajaron y desayunaron algo rápido en la amplia cafetería del hotel. Cuando sintieron que el hambre ya no era importante y Nicolás se hubo tomado tres tazas de café, se montaron de nuevo en el coche y se dispusieron a hacer los 80 Km que les separaban de Chartres, su catedral y el enigma templario.

Con cada kilómetro de distancia que recorrían y les acercaba a su destino, iban sintiendo que el nerviosismo hacía presa sobre ellos, la sensación de que iban a descubrir algo que muy pocos mortales habían tenido el privilegio de conocer, era simplemente maravillosa, algo que jamás hubiesen imaginado que experimentarían.

Cuando llegaron al destino deseado, Nicolás aparcó lo más cerca que pudo del edificio que iban a visitar, cómo no, como sin duda esperaban, la puerta de la catedral estaba llena de decenas de turistas fotografiándose junto a su fachada o, simplemente captando con sus cámaras, sin flash ya que no estaba permitido su uso dentro del edificio, los detalles que más le gustaban de su interior.

Carolina se percató de que Nicolás estaba mirando la catedral con la boca abierta.

—Impresionante, ¿verdad?

—Es algo maravilloso —dijo Nicolás sin poder apartar la mirada de la fachada principal.

—Es una joya arquitectónica sin duda, en 1979 fue declarada «Patrimonio Cultural De La Humanidad» por la UNESCO.

Nicolás la miró impresionado.

—Veo que sabes mucho acerca de esta catedral, eso es algo bastante positivo.

—Siempre que tenía oportunidad venía con mi padre a visitarla, desde pequeña me ha maravillado y la sensación que siento al verla es indescriptible, podría contarte todas sus características sin ni siquiera tragar saliva, la conozco mejor que la palma de mi mano.

—Pues soy todo oídos, te escucho, cada detalle que me cuentes puede ser importantísimo para nuestra investigación.

Carolina tomó aliento.

—Vamos a ver primero el pórtico —le dijo a Nicolás mientras se dirigía hacia él—, es conocido como Pórtico Real y fue construido en la década de 1140 para la anterior catedral románica que se encontraba aquí mismo. Las esculturas y relieves que ves fueron inspirados por el pórtico oeste de la Basílica de Saint-Denis. Las jambas están decoradas por figuras de reyes y personajes que aparecen en el antiguo testamento, si miras un poco más arriba, el tímpano está decorado con escenas que representan el Juicio Final.

—Vaya… —dijo Nicolás absorto en lo que veía mientras escuchaba atentamente las explicaciones de su nueva profesora.

—Y podría seguir contándote los detalles de cada pórtico que hay en esta iglesia, pero los he repasado mentalmente mientras veníamos de Camino a París y creo que no hay nada que nos pueda resultar interesante —dijo Carolina mientras negaba despacio con la cabeza.

—Y supongo que habrás pensado también qué nos puede resultar interesante.

—Por supuesto que sí, pienso que lo que buscamos tiene que encontrarse en la cripta de la catedral.

—¿Se puede visitar?

—Claro, lo que pasa es que tendremos que esperar el momento oportuno, suele ser muy visitada y nos va a ser un poco difícil encontrar el momento adecuado para poder pasar a donde tengamos que entrar.

—Bueno, por lo menos ya tenemos una ligera idea de qué hacer una vez dentro, y ahora, ¿entramos?

Avanzaron a través del pórtico real y entraron al interior de la catedral.

Nada más entrar Nicolás apreció que la grandiosidad de la catedral no solo era por fuera, estaba compuesta por cinco naves y tenía 134 m de largo y 46 m de ancho, además tenía una altura de 36,5 m en su nave central.

Miró a su izquierda y vio el acceso a una de las torres que poseía la catedral, esta medía 115 metros, al mirar a la derecha vio la otra, que tenía 106 metros de altura, además de que la catedral ya era alta de por sí misma, parecía más alta aún debido a la fuerte proyección de los pilares y de los fustes de la pared.

Siguieron andando por la nave y Carolina le dijo a Nicolás que mirara hacia el suelo, al principio no pudo verlo claramente pero cuando se empezó a fijar detenidamente, debajo de los asientos para los devotos, pudo apreciar una especie de laberinto.

—¿Qué es esto?

—Se trata del laberinto de Chartres, tiene 13 metros de diámetro y ahora mismo es el mayor laberinto que se conserva de estilo gótico. Aunque este es un poco raro, ya que sólo tiene una ruta posible para seguir y es imposible perderse.

—¿Pero qué finalidad tiene aquí?

—Una de las teorías, y para mí personalmente la única que tiene sentido, es que en la antigüedad se le conocía como la «legua de Jerusalén». El nombre se lo pusieron aquellos que en la Edad Media no podían permitirse el lujo de peregrinar a Tierra Santa, en lugar de emprender un camino de diez mil horas de marcha, recorrían de rodillas esta «legua corta» y creían obtener la misma satisfacción espiritual que si hubieran alcanzado Jerusalén o La Jerusalén celestial, que era la ciudad de la que habla el Apocalipsis y que descenderá sobre la Tierra al final de los tiempos.[1].

—Una vez más me quedo petrificado.

Continuaron andando hacia el interior, dejando atrás el misterioso laberinto, de mientras iban mirando los vitrales que contenía la catedral que, según le había explicado Carolina a Nicolás, la catedral tenía un total de 175 contando los rosetones.

Los vitrales formaban un rompecabezas de trozos de vidrios de colores que formaban dibujos del antiguo testamento y de los evangelios montados en un armazón de plomo. Los vitrales se dividían en tres categorías, los ventanales bajos mostraban escenas de vidas y relatos de la biblia, los altos enumeraban las figuras de santos tratados de manera monumental y los 3 grandes rosetones proclamaban la gloria de Cristo y de la Virgen.

Carolina tomó el brazo de un Nicolás maravillado y lo condujo hasta la entrada de la cripta, bajaron y, como esperaban, en su interior se encontraban unas 10 personas observándola.

En una capilla de la cabecera se encontraba el pozo de los Saints-Forts, nombre que se deriva del latín locus fortis o sitio fuerte. Según la tradición en 858, durante el saqueo de la ciudad por parte de los normandos, fueron arrojados a este pozo las reliquias de San Altin y San Eodaldo, evangelizadores de la ciudad en el siglo III.

Carolina y Nicolás dieron varias vueltas por el interior de la cripta, con la esperanza de ver algún indicio de que estaban en el lugar correcto, pero muy a su pesar según iban mirando cada rincón de ésta, no encontraban nada que les aclarara el paradero del tesoro.

—Tiene que estar por aquí —dijo Carolina en voz baja—, estoy segura, es el sitio más lógico para ocultar una entrada hacia el tesoro, el resto está demasiado visible hacia la gente.

—Parece mentira que digas eso, con este tema de los templarios ya hemos comprobado varias veces que la lógica no existe, una cosa está clara, el tesoro tiene que estar en este lugar pues tu padre nos envió aquí directamente, sin interpretaciones, pero esta catedral es enorme, la entrada podría estar oculta en cualquier sitio y quién sabe si seremos capaces de localizarla.

—No debemos de perder la esperanza, tenemos que seguir buscando.

Mientras seguían mirando por todos los rincones posibles, la desesperación de ambos iba en aumento, una sensación por desgracia ya muy experimentada en los últimos días, Carolina meditó por un instante las palabras de Nicolás, le dolía mucho que tuviera razón, la catedral era monstruosa en cuanto a tamaño se refería, ¿podrían ellos dos solos encontrar el tesoro? La idea por momentos empezó a parecerle ridícula, podrían tardar fácilmente años en encontrarlo si tuvieran que mirar cada detalle, cada vidriera, cada figura… esto era una locura.

Con las esperanzas casi rotas de que la entrada al tesoro se encontrara en la cripta, salieron de ella, cabizbajos, eran conscientes del trabajo que les quedaba por delante, un trabajo arduo y costoso para encontrar algo de lo que aún a día de hoy, no sabían de qué se trataba exactamente.

Carolina andaba mirando el suelo, le daba igual toparse con alguien que viniese de frente, ahora era consciente de que no sería tan fácil dar con la entrada como ella había creído en un principio, ya que conocía perfectamente la catedral.

Mientras andaba vio algo que la sobresaltó.

—Un momento Nicolás, creo que acabo de encontrar la entrada al tesoro —dijo la joven mientras se detenía en seco.

Nicolás miró a su alrededor una y otra vez para ver si alguien los escuchaba.

—¿Cómo dices?

—Esta catedral contiene tanto detalle que no había caído en éste, debajo de mis pies, ¿puedes ver la losa que es notablemente más blanca que el resto que es de color grisáceo?

Nicolás asintió.

—Pues si te fijas bien hay dos detalles que la hace aún más distinta de las demás, fíjate en la espiga de metal que lleva dibujada.

Nicolás lo hizo, tenía razón, había una espiga de metal brillante en ella.

—Y si te fijas todavía más, en uno de sus extremos hay un pequeño agujero, en al cual podría caber una pequeña palanca perfectamente.

Nicolás estuvo tentado de gritar de alegría muy fuerte, pero sabía que tenía que contener sus emociones para que ninguno de los presentes sospechara sobre lo que estaban haciendo.

—Voy a tirar disimuladamente el bolso al suelo, como buen caballeros que eres, haz como que te agachas a recogerlo para dármelo de vuelta y prueba a levantar la espiga hacia arriba a ver si hay algo debajo de ella, para así poder confirmar del todo si es esto lo que andamos buscando con tanto anhelo —dijo Carolina mirando a su alrededor.

—De acuerdo, tíralo.

Así lo hizo, la joven dejó caer su bolso con la mayor precisión posible al lado de lo que acababa de descubrir y Nicolás, como buen caballero gentil que era, se agachó para recogerlo del suelo y devolvérselo a su dueña. Con un gesto rápido palpó la espiga y comprobó como sí que se podía levantar, la levantó rápidamente y comprobó como en el poco espacio que ocupaba la espiga, había tres hendiduras para tres llaves, lo cerró corriendo mientras creía que el corazón se le iba a salir de un momento a otro por la boca. Cuando se levantó, por la mirada que tenía en esos momentos, Carolina comprendió que sí era lo que andaban buscando.

—¿Ahora cómo hacemos para entrar aquí dentro con la de gente que hay en el interior de esta catedral? —preguntó Nicolás rascándose la cabeza.

Carolina se quedó durante unos instantes pensativa, al poco tiempo habló.

—Tengo la solución perfecta, tan solo necesitamos entrar un rato antes de que vayan a cerrar la catedral, espero que ahí donde vamos a bajar hayan antorchas, entre la oscuridad y que va a ser de noche… creo que no vamos a ver nada.

—¿Cuál es esa solución si se puede saber?

—Ahora cuando salgamos fuera te la explicaré, ahora lo más urgente es que compremos algo de metal resistente y que sea capaz de entrar en ese pequeño agujero para hacer la palanca necesaria. Ya volveremos luego a la tarde —dijo la joven mientras le guiñaba un ojo a Nicolás.

Éste decidió confiar ciegamente en el plan que se le acababa de ocurrir a Carolina.

—Como quieras, vámonos.

Dentro de la catedral, libre de toda sospecha, vestido como cualquier turista iría en esos momentos, el asesino aguardaba pacientemente su actuación, hoy era el día señalado, cuanto más tiempo iba pasando sus ansias de derramar la sangre de los dos jóvenes iba creciendo como la espuma.

No tendría contemplación alguna, lo haría sin ninguna piedad, disfrutaría robando lo que tanto les ha costado a los dos encontrar y dándoles la muerte que se merecen.

Al parecer habían querido disimular que habían encontrado la entrada, pero no lo habían hecho en absoluto, a él no se la podían pegar con esos trucos tan absurdos como el truco del bolso. Ahora habían salido de la catedral, pero sabía que en un momento u otro volverían y él los estaría esperando en el exterior para seguirlos y conseguir su objetivo final.

La cuenta atrás había comenzado.