41

Cuando Nicolás abrió los ojos, vio al comisario mirándolo fijamente, con la mirada impasible y sin expresión alguna en su rostro, dirigió rápidamente su mirada a Carolina, si a él no lo había disparado, tenía que ser ella quién había recibido los dos balazos.

Cuando la miró vio que la joven continuaba con los ojos fuertemente apretados, esperando la llegada de la muerte, pero eso sí, sin ninguna herida aparente.

¿Qué había ocurrido exactamente?, ¿el comisario había errado los tiros o simplemente se estaba divirtiendo a su costa?

Esa pregunta encontró rápidamente respuesta, cuando, de repente, el comisario dobló las piernas y cayó al suelo sin vida, eso sí, con la misma cara de inexpresión que siempre, con los ojos abiertos y sin gesto alguno, parecía que estaba hecho de hierro.

¿Qué ocurría allí?, ¿ahora quién había disparado?, ¿estaba aquí el mismísimo Papa para culminar él mismo la misión?

Mientras las dudas se apoderaban de él, una figura femenina se plantó delante de ellos, Nicolás, por enésima vez durante el día, no daba crédito a lo que contemplaban sus ojos.

—¿Llego a tiempo?

Era Marta Balaguer, la psicóloga del cuerpo de policía.

Nicolás la miraba como si ya no supiera ni dónde estaba, como si la hipótesis del sueño fuese cobrando más fuerza por momentos.

—No sé qué contestar —dijo por fin éste—, no sé de qué lado estás, pero por favor, dime que del nuestro porque una sorpresa más y mi corazón no lo aguanta, estoy al borde del infarto.

—Ahora estoy de vuestro lado —dijo Marta mirando hacia el suelo, comprobando que el comisario, efectivamente, yacía muerto.

—¿Ahora?, ¿antes no lo estabas? —preguntó extrañado Nicolás.

—No, tengo que confesaros una cosa, yo ayudé al comisario en sus fechorías dentro de la comisaría, él mandaba y yo ejecutaba, como un perro que obedece a su amo, me prometió tanto que me vi cegada por la ambición, ni siquiera sabía el motivo de esta misión, pero en el último momento descubrí la aterradora verdad que se encuentra aquí dentro y me di cuenta de que lo que hacía no era lo correcto.

—Marta, por favor —la voz de Nicolás volvió a la normalidad—, dime que esto no es una encerrona, dime que de verdad estás de nuestro lado.

—De verdad, lo estoy. He estado completamente equivocada, lo reconozco, pero estaba totalmente cegada por las promesas del comisario y sólo pensé en mi misma, sin importarme nadie más. Después de eso, me di cuenta de que escogí esta profesión para ayudar a la gente y sobre todo cuando descubrí las oscuras intenciones que se escondían detrás de todo este asunto, decidí que no estaba en el bando correcto.

Nicolás emitió un suspiro de alivio.

—Pues me alegra mucho que estés de nuestra parte y, Marta, a pesar de todo lo malo que has hecho, nos has salvado la vida, es algo que nunca olvidaré, si no fuese por ti, ese loco que yace en el suelo hubiese acabado con nuestras vidas. Y no te preocupes, supongo que habrás sido lo suficientemente lista para no dejar por ahí nada que te inculpe, al menos por mi parte no ha pasado nada y nadie sabrá que colaborabas con el comisario.

—Gracias Nicolás, y no, no he dejado nada que pudiese incriminarme, lo que sí que he hecho ha sido grabar toda la conversación que el comisario ha mantenido con vosotros dos —dijo enseñando una grabadora de mano—, es lo único que asuntos internos sabrá de todo este asunto y de lo que hay oculto en esta cámara, la buena noticia es que no lo sacarán a la luz o saldrá el escándalo de un policía corrupto en nuestra comisaría y nada menos que el comisario, esto no saldrá de la comisaría os lo puedo asegurar.

—Nicolás —Carolina por fin habló ya que todo el tiempo estuvo callada—, me parece increíble que digas que por tu parte no ha pasado nada. Esta mujer colaboró en el asesinato de mi padre, quizá no directamente, pero sabía perfectamente todo lo ocurrido y aún así siguió ocultándonoslo, no puedo creer que vayas a perdonarla así como así.

—Carolina —dijo dirigiéndose a la joven con un tono bastante suave y cordial—, sé que no merezco ni mereceré nunca tu perdón por mis actos, no puedo pretender que olvides esto así sin más, sería una insensatez por mi parte, pero ante todo quiero que sepas que en ningún momento fui consciente de lo que realmente representaba éste asunto, yo no sabía que iban a matar a tu padre, cuando el comisario me involucró en todo esto, tu padre ya había fallecido y ya no se podía hacer nada al respecto. La tonta fui yo, eso lo reconozco, no hay dinero en el mundo que pueda pagar lo deleznable de mis actos, pero supongo que cometí un error que mucha gente hubiese cometido, la codicia es algo que a veces no se puede controlar.

—Carolina —Nicolás la miró directamente a los ojos—, creo que Marta está lo suficientemente arrepentida por lo que ha hecho, y la culpa por todo lo que ha pasado es un lastre que deberá portar de por vida, creo que merece nuestro perdón, al fin y al cabo si no hubiese intervenido, tu y yo no estaríamos hablando ahora y el comisario se hubiese salido con la suya.

Carolina sopesó las palabras del inspector, quizá tuviese razón, pero el sentimiento de traición por parte de la psicóloga era bastante grande.

—No sé —dijo por fin—, supongo que Nicolás tiene razón, como siempre, quizá tu ambición no te dejó ver más allá de tus narices y, aunque no sé si realmente podré perdonarte por lo que has hecho, quizá algún día lo haga, en cuanto se enfríen un poco mis sentimientos.

Nicolás y Marta se tranquilizaron al escuchar las palabras de la joven.

—Ahora está la duda de qué hacemos con todo esto, ¿lo sacamos a la luz, destruyendo por completo los fundamentos de la fe cristiana o dejamos las cosas como están? —dijo Nicolás mirándolo todo.

—Creo que sin duda habría que sacarlo y destruir por completo los cimientos de la iglesia —dijo Carolina enfurecida—, ya se han cometido demasiadas atrocidades durante todo la historia para que sigan cometiendo todavía más. Además, fue el Vaticano quién ordenó matar a mi padre, ¿no?, el Papa tiene que pagar por ello.

—Un segundo, hay una cosa que seguramente no sepas todavía —dijo Marta—, no fue una orden del Papa, sino de un Cardenal, el Cardenal Guarnacci, la mano derecha del Santo Padre, nadie más en el Vaticano excepto el Secretario de Estado Vaticano sabía de este asunto, todo esto ha sido acto de un solo hombre.

—Entonces sin ninguna duda iremos directamente a por él, no saldrá impune de esta barbaridad.

—Esto cada vez se va pareciendo más a una película —dijo Nicolás sin salir de su asombro— desde luego nunca volveré a mirar las cosas de la misma forma después de lo acontecido últimamente. Entonces —se dirigió a Carolina—, ¿sigues pensando en sacar a la luz todo esto?

Carolina respiró hondo.

—Por supuesto, mi padre murió simplemente porque a ese cardenal le apeteció matarlo, estoy segura de que él jamás hubiese sacado esto a la luz, conozco muy bien a mi padre y sé de buena mano que él es incapaz de destrozar a la iglesia.

—Y pensando sobre lo que acabas de comentar de que tu padre no hubiese sido capaz, ¿tú lo serías?

Las palabras de Nicolás calaron hondo en el interior de Carolina.

—No sé lo que hacer, está claro que después de las atrocidades que ha cometido la iglesia a lo largo de la historia, no se merecería otra cosa que ser destruida, sin dejar ninguna de sus enseñanzas en pie.

—Pero…

—No sé, no hago más que replantearme a cada segundo que pasa mis decisiones, creo que no estoy en plenas facultades para decidir en estos momentos el destino de millones de personas, creo que primero deberías impartirle justicia a ese mal nacido que ha ordenado toda esta locura y después, según se desarrollen los acontecimientos, decidiré si sacar a la luz o no todo lo que contiene esta habitación. De momento lo que sí voy a hacer, y es algo que hablaré previamente con los otros guardianes, es, si ellos lo ven bien, convertirme en la guardiana de este emplazamiento, quiero proteger todo lo que hay aquí dentro, si fuese necesario con mi propia vida.

—Me parece genial —dijo Nicolás sonriendo—, pero he de suponer que seguirás viviendo en España, y seguirás con tu vida normal, ¿no?

—Así es, haré como Ignacio y como hacía mi padre, cuando se me requiera, vendré, seguiré con mi vida normal como hasta ahora, sólo que la viviré con algún que otro amigo más que antes no tenía —dijo mirando sonriente a Nicolás.

Éste se sonrojó.

—Siento fastidiar este momento tan especial que se está formando aquí mismo —dijo Marta sonriendo ampliamente—, pero creo que si ya hemos terminado aquí abajo deberíamos salir, el aire está muy viciado y me gustaría respirar.

—De acuerdo, salgamos y cerremos esta cámara durante unos cuantos años más.

Mientras se disponían a cerrar la puerta, Carolina vio algo que la llamó bastante la atención. En un rincón algo escondido a la vista, había un cofre pequeño de color dorado en el que se podía apreciar claramente la cruz templaria, no sabía por qué, pero la curiosidad se apoderó completamente de ella.

—Un momento —dijo levantando la mano y entrando de nuevo en la estancia—, ¿qué es esto? —dijo levantándolo del suelo.

Nicolás se acercó para poder ver qué había encontrado la joven.

—Ábrelo y saldremos de dudas —dijo Nicolás cuando vio que se trataba de un cofre.

Carolina obedeció al inspector, cuando abrió el cofre, los tres se asomaron con la curiosidad natural de saber qué es lo que ocultaba en su interior, observaron cómo dentro del mismo había muchas hojas dobladas a la perfección, menos la de abajo del todo, que parecía ser bastante antigua y escrita en un idioma indescifrable en un principio para ellos. Carolina sacó con sumo cuidado las hojas que parecían relativamente nuevas y las fue ojeando una a una, parecía que todas ellas eran una traducción de la hoja de abajo, la más antigua de todas, una de las traducciones que encontró, estaba escrita en castellano.

—Qué cosa más rara —dijo mientras la observaba sin comenzar a leerla todavía—, mira la de abajo del todo, la antigua, me parece que el idioma en el que está escrito es el Arameo.

—¿Arameo?, ¿acaso ese no es el idioma que hablaba Jesús?

—Sí. Si no me equivoco, todas estas hojas son una traducción de la que parece más antigua.

—Y esa que llevas en la mano es la traducción al castellano, ¿no?, pues vamos a leerla que me estoy empezando a impacientar.

Carolina la dispuso para que los tres presentes en la sala pudiesen leerla sin ningún problema, se juntaron para que ninguno se perdiese detalle de su contenido y sus reacciones fueron las mismas.

Acababan de encontrar el documento más importante de la historia.