6

Nicolás se colocó los guantes de látex en las manos para poder manipular los cuadros, primero tomó el cuadro de la derecha, era una réplica de un cuadro de Miró en el cual varias líneas y formas sin ninguna relación aparente se entrelazaban formando lo que parecía el dibujo de una cara sonriendo si mirabas el lado izquierdo y triste si mirabas el derecho.

Lo examinó de arriba abajo, le pasó varias veces la luz ultravioleta pero no vio nada relevante en él y lo volvió a colocar donde estaba. Seguidamente tomó el de la izquierda, en él se representaba un paisaje en tonos de distintos verdes, en el que podía verse de fondo un mar azul y una mujer paseando por lo que parecía ser un acantilado, sobre el mar se podía ver un barco en el cual se leía la palabra «justicia», algo muy apropiado en ese momento pensó el inspector. Hizo lo mismo que con el cuadro anterior, lo miró bastante a fondo, le pasó la luz… pero al darle la vuelta, encontró un papel perfectamente encajado en la esquina inferior derecha de éste. Miró extrañado a Marta y a Carolina y procedió a sacarlo con mucho cuidado y a abrirlo para ver cuál era su contenido.

Carolina no podía comprender qué era lo que había encontrado el inspector, pues su cara era un poema, éste no paraba de hacer gestos de extrañeza y parecía no entender lo que tenía entre sus manos, le dio incluso la vuelta varias veces para ver si le encontraba algún sentido, pero su cara de asombro no variaba.

—Por favor, póngase estos guantes de látex señorita Blanco —dijo Nicolás tendiéndole unos guantes que había dentro de una cajita—, esta nota puede contener huellas y no podemos correr el riesgo de contaminarlas con las nuestras propias.

Carolina aceptó, se colocó los guantes y el inspector le ofreció la nota.

Su asombro fue bastante parecido al del inspector cuando vio lo que contenía la nota.

En un folio, cortado por la mitad y perfectamente doblado para pasar desapercibido en la parte trasera del cuadro, se hallaba escrito a ordenador lo que parecía un texto en un idioma incomprensible, sin ningún sentido y en principio, ilegible por casi todos los seres humanos del planeta.

Carolina hizo casi los mismos gestos de extrañeza que hacía el inspector al intentar averiguar qué era lo que se encontraba escrito en la nota que tenía en las manos. La psicóloga se acercó al lado de Carolina y echó un ojo a la nota para comprobar cómo las caras que ponían tanto el inspector como la chica no eran ni mucho menos exageradas.

Hizo un esfuerzo para intentar leerlo pero el texto era totalmente ilegible:

«DCUSPÑTI, IKME NKD, TK MGHX FUXS FU RXH NG ICP NCXEIU. DQPSEIV VO TGFVJAV RXH QXHHJ DCOFNGZ FN NXPHT. QQU FUR NG QGUXNMCM BNJZNKT QGUS ÑQ TG RXLIR. QQU UX TGJZXÑKIM ÑQ QXHHT EGFMXAL NCV. QGUS FTHX MKVYF Z TG RXH MQ EGVGAHZPBKE. EGEIY XKDNFY. QCÑEGYHB DNDAJ: UQOEX Z PNLATZ».

—¿Qué clase de idioma o dialecto puede ser éste? —Preguntó Marta con una más que notable confusión.

—Es la primera vez que veo algo parecido —contestó Nicolás—, lo que no tengo tan claro es que lo que hay aquí escrito pueda tratarse de un idioma.

Marta y Carolina lo miraron perplejas.

—¿Qué es lo que quiere decir inspector? —Dijo Marta.

—Me refiero a que no tiene por qué ser una lengua conocida o muerta necesariamente, la verdad, puede que sea un anagrama o algún tipo de mensaje cifrado.

—¿Y por qué razón iba a querer escribir un mensaje cifrado o anagrama el señor Blanco? —preguntó Marta escéptica.

—Quizá para decirnos quién o quiénes lo han asesinado y el por qué lo han hecho.

Carolina no pudo evitar sobresaltarse al escuchar las palabras del inspector.

—Eso que insinúa es totalmente ridículo y usted lo sabe, si el señor Blanco hubiese tenido la menor sospecha de lo que le iba a pasar, ¿por qué no se puso en contacto con la policía para que lo protegieran?

—Señorita Balaguer —contestó Nicolás bastante molesto—, lo único que parece estar claro es que esta nota no está escrita en ningún idioma, conocido al menos por nosotros —su tono pasó a ser algo irónico— y a menos que usted aporte algo que aclare qué es lo que tiene la señorita Blanco en las manos, no podemos permitirnos el lujo de descartar ninguna hipótesis.

Al oír esas palabras, Marta Balaguer dio media vuelta enfurecida y se dirigió hacia el pasillo sin decir ni una sola palabra más, se notaba que Nicolás la había herido en lo más profundo de su orgullo.

—Discúlpela señorita Blanco, es muy buena en su trabajo, solo que es un bastante terca y la mayoría de veces no sabe aceptar una crítica.

—No se preocupe, no tiene importancia alguna —dijo Carolina todavía mirando la nota de su padre.

—Por cierto, con todo este alboroto, he sido un descortés, no le he preguntado cómo se siente en estos momentos.

Carolina agachó la cabeza de repente.

—Creo que puede hacerse una idea de cómo me siento, acabo de ver a la persona que más quiero en el mundo en la imagen más horrible que podría haber visto en mi vida, he llorado muchísimo, pero estoy segura de que todavía me queda por llorar mucho más y sin embargo todavía no he podido asimilar lo que he visto esta tarde aquí, no asimilo que mi padre ya no esté conmigo, todo esto es tan irreal y la vez real. Quizá cuando lo asimile se me caiga el mundo encima, sí, seguramente se me caiga…

Nicolás la miró con cierta pena, realmente él nunca estuvo unido a sus padres, es más los evitaba casi todo el año pues sabía cómo acababan sus reuniones, como sin ir más lejos acabó la última que celebraron.

—Nicolás, tienes que formar una familia, ya va siendo hora —le soltó su madre de golpe mientras terminaban la cena—. Tienes una edad en la cual quizá deberías centrarte en otras cosas que no fueran tu trabajo, hay más vida allá de la comisaría.

—Mamá, por favor, no tengo ganas ni fuerzas para discutir otra vez sobre el mismo tema de siempre —replicó éste.

—Pero es que hijo, no haces otra cosa si no trabajar y en la vida hay otras cosas más importantes que el crimen, además no me gusta que estés todos los días jugándote la vida por ahí, sabes perfectamente lo que sufro pensando esas cosas.

—Hemos tenido miles de veces esta conversación mamá y me gustaría dejarla zanjada. Ahora me debo a mi trabajo, me ha costado mucho llegar al lugar en el que estoy y no tengo tiempo que dedicar ni a una novia, ni a una esposa ni a nada que se le parezca, estoy harto de que cada vez que venga a veros tengamos siempre la misma conversación, ya estoy cansado.

Se levantó de la mesa, se colocó la chaqueta y se dirigió a su casa donde simplemente le esperaba su ansiada soledad.

A pesar de que Nicolás había tenido tantos problemas con sus padres, imaginaba que el dolor que estaba soportando Carolina debía de ser tremendo, casi inhumano, y la verdad, a pesar de los llantos normales por lo ocurrido, lo estaba llevando realmente con una fuerza increíble, Carolina parecía una chica muy fuerte.

La miró una vez más, ésta todavía seguía mirando el papel que acababa de encontrar, sin quitarle ni un ojo de encima.

De repente Carolina abrió los ojos fuertemente y cayó en la cuenta de lo que tenía en las manos, ¿cómo demonios no se había percatado antes? Hacía muchos años que no veía algo así delante de ella y quizá eso, además de la consternación por la pérdida de su padre, le impidió entender lo que realmente había escrito en ese papel, estaba segura que no se equivocaba.

—Inspector Valdés, ¿me da permiso para copiar el contenido de la hoja para ver si logro identificar lo que pone en ella?

Nicolás vaciló un instante.

—Es evidente que no, no puedo dejar que esto salga de nuestro círculo de investigación así como así.

—Se lo ruego, es muy importante, creo que le puedo ser muy útil en estos momentos.

Nicolás volvió a vacilar, ya se había saltado varios procedimientos esa tarde yendo a buscar el mismo a la chica y trayéndola al lugar del crimen para ver un cadáver en plena investigación policial sin la autorización de nadie. Se estaba jugando el puesto.

—Señorita Blanco, no sé si debería… es una prueba de una investigación, además los de arriba pueden poner el grito en el cielo si se enteran de que le he dejado llevarse una copia a su casa.

—Por favor inspector, estoy casi segura de lo que puede ser esto y necesito un tiempo en soledad para poder identificarlo, ahora mismo no puedo, necesito salir de este piso ya antes de que me vuelva loca —hizo una pequeña pausa—, ¿no decía que necesitaban mi ayuda?, quizá esta puede ser la forma en la que puedo ayudar.

Nicolás sopesó las palabras de Carolina, siguió dudando instantes más y por fin se decidió.

—Claro, no veo por qué no, pero quiero que sepa lo importante que es esto que estoy haciendo en estos momentos. Confío en lo que me dice, pero de todas maneras, en cuanto llegue a la comisaría, lo pasaré yo también al departamento de criptografía a ver si ellos lo pueden identificar. Vuelvo a repetirle lo importante de que usted se lleve una copia a casa, si alguien se entera de esto, toda la investigación se puede ir a la deriva y yo me encontraría en un problema muy gordo, ¿me he expresado con claridad?