30. El ogro que volaba[87]
En Sianfu vivió un viejo monje budista al que le gustaba pasearse por los parajes desiertos. En sus paseos llegó al Kuku-Nor. Allí vio un árbol seco que medía cien pies de altura y que tenía una anchura de varias brazas. Por dentro estaba hueco y se podía ver la luz del cielo que entraba por la parte superior.
Había continuado andando durante algunas millas cuando vio a lo lejos a una muchacha vestida de rojo con los pies descalzos y el busto descubierto. Corría con los cabellos sueltos e iba tan rápida como el viento. Al instante Negó a donde él se encontraba.
«¡Ten piedad de mí y sálvame la vida!», le dijo ella.
Cuando el monje le preguntó lo que ocurría, ella le respondió; «Hay un hombre que me viene persiguiendo. Dile que no me has visto y yo te estaré agradecida toda la vida».
Después de decirle esto, se fue corriendo al árbol y se metió dentro de él.
El monje avanzó otro trecho. Entonces se encontró con un hombre que montaba en un caballo que llevaba una armadura. Vestía una túnica de oro. A la espalda Nevaba un arco y en el costado una espada. El caballo corría como un rayo y a cada paso avanzaba dos millas. No había diferencia alguna entre correr sobre el suelo o volar en el viento.
«¿Has visto a la muchacha de la falda roja?», le preguntó el desconocido. Y, al decirle el monje que no había visto nada, le siguió preguntando: «¡Bonzo, no puedes mentir!, esa muchacha no es humana, es un ogro volador. Hay cientos de tipos de ogros y todos hacen mal al hombre. He vencido a un gran número de ellos y pronto habré terminado con todos, pero ésta es la peor. Hoy por la noche he recibido tres veces la orden divina, así que he sido nombrado por el cielo. Somos ochocientos los que hemos salido en todas direcciones a capturar a esa diablesa. Si no dices la verdad, monje, pecas contra el cielo».
El monje ya no se atrevió a mentirle y señaló hacia el alto árbol. El enviado del cielo saltó del caballo, entró en el árbol y la buscó. Luego volvió a montar en el caballo, que lo condujo a la abertura superior. El monje miró hacia arriba, entonces vio aparecer en la parte superior del árbol un rayito rojo. El enviado del cielo lo persiguió. Subieron a las nubes y se perdieron de vista. Tras un momento cayó una lluvia de sangre. El ogro había sido alcanzado por una flecha o capturado.
El monje contó en una ocasión esta historia a los sabios, los cuales la pusieron por escrito.