37. El dragón tras el período de hibernación[37]
Hubo una vez un sabio que leía en el piso superior de su casa. Era un día nublado de lluvia y el tiempo era desapacible. Él vio algo pequeño que brillaba como una luciérnaga. Se arrastraba por la mesa y, a su paso, iba dejando un rastro negro y curvado como el de las lombrices. Poco a poco llegó al libro y también el libro se volvió negro. Entonces pensó que podría tratarse de un dragón. Por eso lo cogió con el libro y lo sacó a la puerta. Él se quedó un buen rato allí, pero el animal estaba muy tranquilo, sin enfadarse lo más mínimo.
El sabio le habló: «Que no se diga que he sido descortés». Volvió a meter el libro en la habitación y lo dejó sobre la mesa. Luego se puso el traje de fiesta, hizo una profunda reverencia y le acompañó afuera.
Apenas había llegado a la puerta, vio que levantaba la cabeza y se estiró. Se echó a volar por encima de los libros con un zumbido e iba formando un rastro brillante en ellos. Serpenteó en dirección al sabio y su cabeza ya era del tamaño de una vasija y su cuerpo tenía el perímetro de una braza. Otro serpenteo: entonces se oyó un horrible trueno y el dragón se marchó volando por los aires.
El sabio entró y vio por dónde había venido el animalito. El rastro iba y volvía a la cesta de libros.