BUCÓLICA II

El pastor Idas y el hortelano Ástaco compiten en cantos bajo la mirada de la naturaleza toda. Tirsis, el juez, los declara empatados.

IDAS, ÁSTACO, TIRSIS

Tiempo hacía que estaban enamorados de la virgen Crótale el joven Ástaco y el joven Idas: Idas, dueño de lanífero rebaño; Ástaco, de un huerto; ambos hermosos y no dispares en el canto. Estos, al quemar las tierras 5 el rigor del estío, se encuentran casualmente en la gélida fuente bajo los mismos olmos, y se disponen a competir a porfía con dulces canciones y bajo prenda. Acuérdase que, como el uno sus siete vellones, el otro, en caso de derrota, no reclame la cosecha de su huerto.

Y bajo el juicio de Tirsis[28] se celebró el gran certamen. 10 Presentes estuvieron toda clase de animales domésticos y salvajes y todos los que baten con errantes alas los altos aires. Acuden cuantos, bajo umbrosa carrasca, apacientan indolentes las ovejas, el padre Fauno y los bicornes sátiros[29]; se presentaron a pie enjuto las dríades, con húmedo paso las náyades[30], y las corrientes 15 presurosas detuvieron su curso; desisten los euros[31] de lanzarse sobre las trémulas frondas e hicieron por todos los montes un profundo silencio. Todo se aquietaba: los toros pisaban los pastos sin prestarles atención y, ante tal certamen, incluso la industriosa abeja se atrevió a abandonar un rato el néctar de las flores. 20

Y Tirsis, sentado ya en medio bajo la añosa sombra, dijo: «Muchachos, os advierto que bajo mi arbitraje las prendas son inútiles; bástele de recompensa al vencedor llevarse la gloria, al vencido, el oprobio. Y ahora, 25 para poder señalar mejor el orden de intervención en el canto, echadlo a suerte tres veces cada uno con las manos». Y al punto lo deciden a los dedos[32]. Comienza el primero Idas[33].

I. — A mí me ama Silvano[34], me regala cañas fáciles 30 de tocar y rodea mis sienes con frondoso pino. Cuando niño, me dijo él también una frase no baladí: «Crezca ya para ti una grácil flauta de cañas gradualmente disparejas[35]».

Á. — Y a mí Flora[36] me adorna los cabellos con pálida grama y conmigo Pomona[37], ya en sazón, juega bajo los árboles. «Toma, muchacho», me dijeron las ninfas, 35 «toma las fuentes, ya puedes regar tus huertos alimentándolos con regatos».

I. — A mí la propia Pales[38] me enseña la cría de ganado: cómo el negro macho de la blanca oveja cambia la lana del dorso en su hija, la cordera, que no puede mantener el pelaje de padres tan distintos, pero recuerda a ambos con su equívoco color.

40 Á. — De la misma manera con mi destreza el árbol, cambiando, se viste de desconocida fronda y frutos no naturales. Mi destreza ahora mezcla peras con manzanas y, luego, obliga a los injertos de melocotón a introducirse insensiblemente en las ciruelas tempranas.

I. — A mí me gusta podar los tiernos sauces o los acebuches y llevarlo a las crías del rebaño, para que 45 aprendan a ramonear y a cortar con primerizo mordisco la hierba y no eche de menos la cría destetada a su madre errabunda.

Á. — Pues yo, cuando planto la árida tierra de parduscas raíces, baño el bancal, que se sacia de agua, conregatos 50 de la fuente, no sea que los plantones, lánguidos por el cambio de tierra, echen de menos su savia anterior.

I. — ¡Oh, si algún dios trajera a Crócale! De él yo confesaré que en la tierra, que en los astros es el único que reina; le consagraré el bosque y diré: «Bajo este árbol estará su numen. Alejaos, sagrado es el lugar, alejaos, 55 profanos».

Á. — Ardo por Crócale. Si algún dios oyera mis deseos, a él solo, por do la fuente perlada empuja sus verdes ondas, corriendo entre los lirios en trémulo arroyuelo, una estatua suya en haya[39] le pondré entre los olmos cubiertos de pámpanos[40].

I. — No desprecies las chozas ni las casas de los pastores; 60 rústico es Idas, lo confieso, pero no, además, un salvaje. Muchas veces en incensado altar de hierba y tierra palpita un cordero mío, muchas veces, dedicada a Pales en su fiesta[41], cae una cordera.

Á. — También yo suelo llevar a los Lares[42] las primicias 65 de mi feraz huerto y colocar pasteles a Príapo[43] y les doy frescos panales chorreantes de líquidas mieles, y no les son menos gratos que si un macho cabrío empapara de sangre el altar.

I. — Mil corderas baladoras pastoreo a las ubres de sus madres tarentinas, que me ofrecen otros tantos 70 vellones[44]. Todo el año en mi casa se prensa níveo queso: si vienes, Crócale, el de todo el año a tu disposición estará.

Á. — Quien quiera contar cuánto fruto recojo bajo mis árboles más pronto contará las finas arenas. Siempre cosecho verduras, ni el invierno ni el verano lo impiden: 75 si vienes, Crócale, el huerto todo a tu disposición estará.

I. — Por más que la tierra reseca agoste las lánguidas hierbas, aun así recibe mis encellas de trémula leche cuajada. Vellones te daré, tan pronto se alce el tiempo soleado y en las tibias calendas comience la esquila[45].

Á. — Pues yo, a quien incluso el estío achicharrante 80 obsequia, te daré mil higos de Quíos[46] de brillante piel, y otro tanto de castañas cuando, maduro el fruto al sol de diciembre, se abra la verde cáscara.

I. — ¿Acaso, por favor, te parezco feo? ¿Tal vez cargado de años? ¿Para mi desgracia me engaño cuantas 85 veces toco con mis manos mis mejillas tan suaves y busco, inconsciente, las huellas del primer bozo, sintiendo engañosamente en mis dedos el grácil vello?

Á. — Cuantas veces me contemplo en cristalinas fuentes, otras tantas por mí mismo siento admiración. Pues con un bozo de juventud cubro mi rostro tal como, a 90 menudo lo advertí, brillan en los árboles bajo tenue pelusa los céreos membrillos.

I. — El amor exige canciones y mi flauta no cede ante el amor[47], pero huye ya el día y la tarde trae de nuevo el crepúsculo. Tú, Dafnis, llévate de aquí el rebaño; de allí, Alfesibeo[48].

Á. — Suena ya el follaje, ahogan ya los árboles mis 95 cantos[49]. Ve allá lejos, ve, Dórilas, abre el canal lleno[50] y deja que riegue los huertos, de largo sedientos.

Apenas habían así acabado, cuando el viejo Tirsis dijo: «Quedad empatados y, por ello, vivid en concordia, pues os han unido la gallardía, los cantos, el amor 100 y la edad».