BUCÓLICA IV

Los pastores Mopso y Lícidas, que sufren el desvío de sus respectivos amores, Méroe y Jolas, lanzan sus quejas, en versos alternos, en la soledad de los bosques.

LÍCIDAS, MOPSO[67]

A la sombra de un álamo, Lícidas junto con Mopso, pastores ambos expertos en la siringe y la poesía y de tono nada trivial, cantaban cada uno sus amores. Pues Mopso sentía fuego por Méroe, Lícidas por Jolas[68], el 5 de largos cabellos, y una locura pareja por personas de sexo disparejo les obligaba a correr temblorosos por los bosques todos. De esta locura el muchachito y Méroe se burlaron mucho, evitando unas veces los encuentros acordados bajo los olmos de los valles, huyendo otras de las hayas convenidas e ignorando las grutas que habían 10 prometido y sin intención de divertirse junto a las fuentes de costumbre. Y, al fin, aquéllos, agotados y consumidos por un fuego terrible, desnudaron así sus heridas ante los bosques desiertos, entonando alternativamente dulces quejas[69].

M. — Cruel Méroe, más huidiza que los raudos 15 euros[70], ¿por qué evitas mi siringe, por qué mis cantos de pastor? ¿O de quién huyes? ¿Qué gloria obtienes con vencerme? ¿Por qué encubres tus pensamientos bajo tu rostro y pones en tu frente una serena esperanza? Di que no de una vez: puedo no querer a quien se niega. Cante a su amor cada uno, alivian también los cantos a las cuitas[71].

20 L. — Vuélvete a mirarme de una vez, oh cruel muchacho Jolas. No serás siempre así: también los prados pierden sus flores, pierde el arbusto espinoso sus rosas y no siempre resplandecen[72] las azucenas, ni la uva conserva largo tiempo su cabellera ni el álamo sus sombras. Don efímero es la belleza y que no se adapta a 25 los años. Cante a su amor cada uno, alivian también los cantos a las cuitas.

M. — La cierva sigue al macho, al toro la hermosa becerra, también las lobas suelen sentir a Venus, siéntenla las leonas, los pájaros, especie de los aires, la turba escamosa y montes y bosques; tiene el árbol sus propios 30 amores. Sólo tú, en cambio, esquivas a un desgraciado, tú traicionas a un enamorado. Cante a su amor cada uno, alivian también los cantos a las cuitas.

L. — El tiempo lo sustenta todo, el tiempo lo arrebata, su disfrute es reducido. Era primavera y vi bajo sus madres a esos terneros que ahora han entrechocado sus cuernos por una nívea vaca. Tienes ya la nariz desarroliada 35 y vigoroso el cuello[73], se te cuentan ya los años por veinte cosechas. Cante a su amor cada uno, alivian también los cantos a las cuitas.

M. — Ven aquí, hermosa Méroe, el bochorno invita a ir a la sombra. Ya el ganado ha entrado en la espesura, no canta ya ave alguna con sonora garganta, no marca 40 el suelo con su sinuoso reptar la escamosa serpiente. Sólo canto yo, con mi son resuena el bosque todo y no cedo en el canto ante las estivales chicharras. Cante a su amor cada uno, alivian también los cantos a las cuitas.

L. — También tú, cruel muchacho, no pierdas tu níveo color bajo este sol, suele éste quemar el resplandor 45 de las mejillas. Ea, aquí conmigo descansa a la sombra de los pámpanos, aquí para ti suavemente murmura la fuente verdeante, también aquí de los olmos cuelgan en las vides preñadas[74] purpúreas uvas. Cante a su amor cada uno, alivian también los cantos a las cuitas.

M. — Quien soporte el tenaz desdén de la altiva Méroe 50 soportará las nieves sitonias[75] y el calor de Libia, se saciará de las aguas de Nereo[76] y no temerá los jugos del dañino tejo[77], vencerá a las hierbas sardonias[78] y obligará a los leones de Marmárica[79] a soportar 55 sus yugos. Cante a su amor cada uno, alivian también los cantos a las cuitas.

L. — Quienquiera que ame a muchachitos acere sus entrañas, que no se apresure y aprenda a amar larga y pacientemente sin menospreciar la sagacidad de los pocos años y soporte sin fin desdenes. Así en su momento 60 alcanzará alegría, si es que algún dios atiende a las cuitas de los enamorados. Cante a su amor cada uno, alivian también los cantos a las cuitas.

M. — ¿De qué sirve el que la madre del vecino Amintas[80] tres veces con ínfulas, tres con sagrada fronda, tres con humeante incienso me haya purificado quemando en azufre vivo crepitantes laureles, y que, vuelta de 65 espaldas, haya esparcido las cenizas en el río, mientras así, desgraciado, por Méroe ardo en pleno fuego? Cante a su amor cada uno, alivian también los cantos a las cuitas.

L. — Esta misma Mícale ha puesto también a mi alrededor 70 polícromos hilos y mil hierbas extrañas cantando algo con que la luna se hincha, con que revienta la serpiente, con que corren los peñascos, emigran los sembrados y se desarraiga el árbol; pero he aquí que más, más hermoso es mi Jolas[81]. Cante a su amor cada uno, alivian también los cantos a las cuitas.