35

 

             

              Después de una larga deliberación, me encuentro encerrada en el cuarto de baño de mi pequeño apartamento. Acabo de ducharme y secarme el pelo con el secador. Me siento encima de la tapa del váter y me inclino hacia delante, colocando las manos entre las rodillas. En este preciso instante soy completamente consciente de ya he tocado fondo. Este es el fin, es el momento de retirarme del triangulo amoroso precedido por Alexa e hijo, James y yo. Creo que ya me he implicado demasiado, lo suficiente como para hacerme daño voluntariamente y aunque no lo parezca, yo me quiero. No merezco a medio hombre, sino a un hombre entero, que no solo me llene en la cama, sino en muchos otros aspectos que también son fundamentales para mí. Con James nunca tendré eso y lo peor de esta situación es que mientras siga prestándome a su juego tampoco conoceré a nadie que pueda darme todas esas cosas que busco, así que debo, por mi propio bien, cortar por lo sano.

              Miro la caja que descansa en el suelo, consciente de que hoy será la despedida. Voy a cumplir la fantasía de James solo porque a mí también me apetece, pero después de esta, no habrá ni una noche más. Jamás.

              Me perfumo, maquillo y me enfundo la gabardina sin nada más que las medias de encaje puestas. Me anudo el cinturón y me subo a esos espectaculares zapatos negros. No entiendo demasiado de marcas, pero tienen pinta de haberle costado un montón. Cojo también mi bolso, con unas cuantas cosas que sé seguro que me harán falta. Él ha escogido la forma, yo decido el cómo.

              Bajo las escaleras y no me hace falta llamar a un taxi. Hay uno esperándome fuera en cuanto salgo. Me subo y sin necesidad de decir nada, me lleva hacia el hotel más céntrico de toda Barcelona.

              Ahí va otra prueba de lo que significa nuestra relación: no quedamos en su casa, elige un hotel para nuestras citas y para qué negarlo, eso me duele.

              Paso por la amplia puerta acristalada con la tarjeta en la mano, camino por el largo vestíbulo y no me permito el lujo de mirar a nadie.

              Llego a la planta de James, abro la puerta con la tarjeta que emite un ligero "crec" y entro.

              Camino un poco por un pasillo enmoquetado hasta llegar a una especie de salón con una enorme cama en uno de los laterales. James se alza, me sonríe nada más verme y sin decirme nada, me ofrece una copa de champan.

              Se la acepto y bebo sin dejar de mirarle.

              Me encanta como va vestido, tan solo con un jersey negro de cuello alto que le queda como un guante y unos vaqueros. Sencillo, informal, pero siempre elegante.

              -Creí que al final no vendrías, te has retrasado.

              Miro el reloj dorado que cuelga de la pared. Son las 21:16h, miro al suelo y emito una frágil sonrisa.

              -Las españolas no tenemos formalidad, deberías saberlo.

              Mi comentario le saca una sonrisa, sin embargo, yo soy incapaz de continuar disimulando. He venido a lo que he venido y ambos lo sabemos. Dejo mi copa sobre la mesa y me acerco a James para besarle.

              Sus labios están fríos por el champan y ligeramente amargos. Me devuelve los besos mientras me abraza, apretándome fuerte contra él. Definitivamente voy a echarle de menos.

              Sigo besándole, mientras voy arrancándole prendas de ropa al tiempo que le hago retroceder de espaldas, empujándolo sin contemplación hacia la cama.

              Ya está fuera de sí. No se resiste a mi envestida, se deja caer sobre el colchón, tira de mí y empieza a deshacer el nudo del cinturón de mi gabardina. Descubre mi cuerpo desnudo y sus pupilas se dilatan por la excitación. Siento sus manos recorrer mi cuerpo entero, sin saber muy bien qué parte tocar antes.

              -Dios, estás espectacular.

              Curvo los labios a modo de sonrisa. Me siento a horcajadas sobre él y con una mano alcanzo mi bolso.

              -¿Esto es lo que querías James? ¿He cumplido tu fantasía?

              Se sienta sobre la cama conmigo encima y empieza a lamer mis senos.

              -Sí... -susurra haciéndome estremecer-

              -Entonces ahora toca cumplir la mía.

              Abandona mis pezones y alza el rostro para mirarme.

              Saco de mi bolso  un par de cuerdas. James me contempla extrañado.

              Percibo su inseguridad así que me acerco para besarle, vuelvo a provocarle acariciando su cuerpo desnudo, demostrándole que no tiene nada que temer. Poco a poco consigo que ceda, vuelve a tumbarse sobre la cama, entrelazo mi mano con la suya y voy estirándola muy despacio hasta que topa con el alto poste de madera que decora el cabecero de la cama. Me separo lo suficiente para poder realizar el nudo de ocho que mi padre me enseñó a hacer cuando era niña.

              -¿Te gusta tocarme? -Susurro cerca de su oído-

              -Oh sí, mucho...

              Estiro su segundo brazo y repito el mismo proceso que con el anterior, dejándolo bien atado al poste de la cama.

              -Pues hoy no vas a tocarme...

              Digo y me separo de su cuello dándole un pequeño mordisco.

              Seguidamente saco un pañuelo de raso del bolso.

              -¿Te gusta mirarme? -Me yergo para que obtenga un mejor plano de mí desnuda, con la cazadora desabrochada, las medias hasta los muslos y esos zapatos tan caros que él me ha regalado.

              -Me encanta...

              -Pues tampoco vas a mirar...

              Cubro sus ojos con el pañuelo y lo anudo fuertemente por detrás.

              -Ahora solo yo voy a disfrutar de ti...

              -Anna... no me siento muy cómodo así, quiero verte por favor, lo necesito.

              -¿Qué pasa james? ¿No sabes utilizar la imaginación?

              Me acerco a su pene, que ahora ya no está tan excitado como hace un momento y me empleo a fondo en intentar reanimarlo. Empieza a respirar con dificultad, de forma rápida y profunda. Repaso su prepucio con la punta de mi lengua, dejando que se agite inquieto, asegurándome que ya no aguanta más antes de colocarle un preservativo y hacerlo mío.

              Desciendo lentamente por última vez. Su miembro se abre camino cuidadosamente dentro de mí, yo marco el ritmo. Jadeo cuando me he empalado enteramente entorno a él, adaptándome a su grosor y tamaño. Empiezo a moverme, lo hago lentamente, intentando prolongar al máximo este momento, retenerle en más tiempo dentro de mi cuerpo y mi memoria.

              En cuanto nuestros cuerpos ya han alcanzado el tope de sacudidas por una noche, ambos nos corremos a la vez. Disfruto viendo como se retuerce debajo de mí, como con las caderas intenta buscar más cabida en mi interior mientras alcanza el orgasmo. Sus músculos se tensan y se sacuden a causa de involuntarios espasmos y yo simplemente retengo cada pequeño gesto, sonido, gemido y suspiro de amor que me dedica.

              En esta ocasión me recompongo rápidamente, me separo de él, destapo sus ojos y empiezo a vestirme. No tardo mucho, pues tras recolocarme las medias, solo tengo que volver a abrocharme la gabardina.

              -¿Qué haces?

              James empieza a alterarse, mueve incansablemente sus manos intentando liberarse, pero haga lo que haga es en vano, he hecho los nudos a conciencia.

              -Voy a soltarte. Solo una mano. -Aclaro acercándome a la cama- Para cuando consigas liberar la otra yo ya me habré ido.

              -¿Por qué? ¿Qué clase de juego es este?

              Agacho la cabeza. No quiero llorar, así que procuro no mirarle a los ojos mientras explico:

              -No quiero volver a hacer esto James, simplemente ya no puedo.

              -¿Qué ocurre Anna?

              -¿Hasta cuando piensas que podremos seguir todo esto; escondiéndonos, engañándonos, haciéndonos daño? ¿no te das cuenta de que estamos metiéndonos en un fangal del que no vamos a poder salir?

              -Suéltame y hablemos de esto con calma.

              -No James, ya no. Todo está dicho, todo está claro. Espero que respetes mi decisión, al igual que yo respeto las tuyas.

              -Esto es... -Vuelve a agitarse nervioso- Por favor Anna escúchame.

              -Se acabó.

              Deshago el nudo de su brazo izquierdo, me levanto y me encamino hacia la puerta.

              -¡Anna!

              Me llama desde dentro de la habitación pero yo ya estoy fuera y ahora sí lloro con ganas. Si es que al final me he enamorado, no tiene otro nombre, es lo que ha pasado y mira que siempre me repito el grave error que cometo dejándome envolver así por las situaciones, pero no hay manera, es la puta piedra en la que siempre tropiezo. ¿Por qué no puede ser sólo sexo? ¿Por qué necesito tener algo más?

              Cuando llego a casa, mi teléfono no deja de sonar. Lo apago. Mañana no tendré más remedio que verle, pero hoy he ganado yo.