32
Después del melodrama protagonizado por mi madre, donde nos abraza entre sollozos sin descanso, es mi padre quien tiene que arrancar sus manos de nuestros rostros. Metemos el equipaje en el maletero del BMW y nos subimos para regresar nuevamente a la realidad de nuestras vidas.
James pone todo su empeño en intentar distraerme durante el trayecto, habla sin parar, pero mi mente está demasiado embotada como para hacerle caso. Quien iba a decir que estas Navidades junto a él serían tan entretenidas, yo, que solo quería llevarle a mi casa para que se asustara tras conocer a mi padre y saliera huyendo...
Cuando llegamos frente a la puerta de mi edificio y él detiene el coche me doy cuenta de que ha llegado el final.
-Agradezco todo lo que tu familia y tú habéis hecho por mí estos días. Me lo he pasado muy bien, de verdad.
-De nada. -Sonrío de forma forzada antes de estirar de la palanca que abre mi puerta-.
-Espera un momento Anna...
Suspiro. No quiero que siga hablando, pero en estos momentos soy incapaz de decir nada para acallarle.
-Sabes que eres importante para mí, ¿verdad? que todo lo que ha pasado entre nosotros ha sido sentido...
Asiento. No quiero ponérselo aún más difícil, ni siquiera quiero preguntarle qué va a hacer ahora porque la situación ya es lo suficientemente complicada.
-¿No vas a hablarme?
-No tengo nada que decir James.
-¡Joder! -Da un fuerte golpe al volante y mi cuerpo bota sobresaltado- Ni te imaginas lo mucho que me duele dejarte aquí, ojalá... -suspira. Vuelve a golpear el volante y pasa sus manos por el pelo empleando muchísima fuerza.- Ojalá las cosas pudieran ser diferentes, pero estoy atado de pies y manos, no sé qué demonios hacer.
Trago saliva. Su sufrimiento se palpa hasta en el ambiente, pero esta es una consecuencia de la situación que ha creado él solito. Se ha empeñado en perseguirme, cometer locuras por mí, involucrarse de tal forma que ahora le resulta imposible desprenderse y yo... bueno yo no soy más que una tonta, demasiado loca y pasional como para obedecer a mi intuición y mantenerme al margen de todo esto, después de todo, no estoy hecha de piedra y no soy yo la que hace algo malo. Pero verle así, derrumbado frente a mí me puede, soy una blanda, eso ya está oficialmente constatado, así que cojo aire intentando recobrar las fuerzas, me acerco a él y me engancho a su cuello atrayéndolo hacia mí. Le abrazo con fuerza y me siento llena. A veces un abrazo es justo lo que necesitas para recargar las pilas, en esos momentos, su abrazo me transmite mucho más que sus palabras; Me sostiene con fuerza, apretándome todo lo posible a él mientras entierra el rostro en mi cuello y aspira, intentando retener mi aroma. De algún modo, sé que me aprecia, al menos eso es lo que dicen sus actos y aunque para mí eso no sea suficiente, en este momento decido no hurgar más en la herida y silenciar mis verdaderos pensamientos. Oh... hay tantas cosas que le diría ahora... pero no, este no es el momento. Después de todo él no me ha forzado a nada, esta vez sí que le he entregado mi persona de propia voluntad sabiendo que esta historia nuestra tenía fecha de caducidad.
En cuanto me separo, sus ojos se llenan de lágrimas. Eso me confunde. Verle tan hecho polvo es algo que me cuesta mucho, casi estoy a punto de unirme a él y desatar el llanto retenido, pero comprendo que en esos momentos, mi fortaleza es lo único que puede salvarnos a ambos, así que debo sacarla de donde sea.
-Bueno James, -Le dedico la sonrisa más grande que puedo fingir- Nos vemos mañana, será un día duro por el maldito anuncio. -Hago una mueca- Creo que eso no podré perdonártelo jamás. -Le acuso- Si después de esto tu empresa se viene a pique... yo no me responsabilizo de nada.
Por fin percibo su leve sonrisa y mi corazoncito da un vuelco.
-Ese anuncio ha sido lo mejor que he hecho jamás, no me importa que no tenga los resultados deseados, la culpa jamás será tuya sino de la ignorancia del espectador por no saber ver lo que realmente es bello.
Se me escapa la risa. ¡Pero qué camelador es el cabrón! siempre con sus elaboradas adulaciones, con sus refinados modales... más de un corazón habrá rodo con ese jueguecito.
-¡Estás aún peor que yo! -Espeto y me acerco a por un rápido beso, no quiero entretenerme más-.
Finalmente abro la puerta. Él me acompaña, saca mi maleta del maletero y me la entrega. No pienso invitarle a subir, así que me pongo de puntillas para darle un último besito en la mejilla y salgo trotando hacia mi portal. Por mi bien no vuelvo a mirar atrás, porque si lo hago dudo que pueda seguir alejándome.
-¡Anna!
Mis amigos se lanzan a mis brazos y con ellos a mi lado no hay penas que valgan. Me preguntan todo, quieren conocer cada uno de los detalles de mi relación con James. Sobre todo Elena, que me mira como si mi historia no fuese más que un empalagoso romance de película americana. Ella y sus teorías sobre el amor, tan alejadas de la realidad.
Me concentro en contestar a todas sus preguntas, mientras nos reímos y nos ponemos al día de todos los acontecimientos inesperados durante las vacaciones.
Para mi sorpresa, descubro que Mónica se envía mensajes con Raúl. Al parecer está cediendo y empieza a contemplar la posibilidad que un chico menor que ella no tiene por qué ser malo.
Después hablar durante un buen rato, regreso a la paz y soledad de mi habitación. Respiro hondo mientras me siento en la cama.
Decido que, antes de volver a mi adicción no superada al chocolate en momentos de bajón, voy a decirle a Azul que ya he regresado. Abro el segundo cajón de mi mesita y saco con cuidado mi vibrador favorito, ese que tiene diferentes modos y grados de vibración y la punta ligeramente curvada.
-Bueno, ya estamos aquí de nuevo compañero de fatigas. Tú nunca me abandonas, ¿verdad?
Suspiro, lo dejo sobre la cama antes de empezar a desnudarme para meterme en ella. Azul me observa desde abajo, preparado y a punto para recibirme.
Y llegó el día D. Me encamino como cada día a la oficina, pero tengo una sensación extraña en el cuerpo que no me abandona.
En cuanto entro en mi empresa, antes de que pueda saludar a Pol de esa forma que es únicamente nuestra, me encuentro con una enorme recepción en el vestíbulo que conduce hacia el ascensor. Me quedo embobada cuando todos se vuelven hacia mí, forman un pasillo y mientras lo cruzo, se desatan unos ensordecedores aplausos. Mis compañeros sonríen, silban sin dejar de aplaudir al mismo tiempo. Me siento intimidada por este recibimiento. El último rostro que distingo al final de la larga fila es el de James que, al igual que mis compañeros, aplaude enérgicamente junto al ascensor. Miro hacia la derecha y me abrumo tras ver un enorme cuadro mío, una de esas fotos en blanco y negro que forman parte de la campaña publicitaria, estoy de rodillas sobre la alfombra, con ese jersey tan grande que deja un hombro al descubierto. Miro directamente a las cremas, las únicas que aportan una mínima nota de color al cuadro.
-¿Y esto? -Pregunto con un hilo de voz-
-Sube a mi despacho en cuanto puedas. -Me sonríe James- Tenemos que hablar.
Él desaparece y mis compañeros se lanzan a abrazarme, preguntarme y alabarme de todas las formas posibles. Intento serenarme y corresponder a sus demandas, pero me avasallan, siento que me falta el aire y como puedo me escabullo.
Vanessa se mete conmigo en el ascensor y presiona el botón de nuestra planta.
-¡No veas qué guapa estás! mira que ya me lo contaste, pero el anuncio es mucho mejor de lo que imaginaba. De verdad Anna, lo has hecho genial.
-Yo no he hecho nada Vane, por eso no entiendo a qué viene tanto revuelo.
-Pues lo has bordado.
Me dirijo hacia mi mesa, la gente se detiene a sonreírme, se me hace raro recibir tantas atenciones, sinceramente creo que todo esto me viene demasiado grande.
En cuanto dejo mi abrigo y el bolso, estiro mi camisa hacia abajo con un par de fuertes sacudidas y me encamino hacia el despacho de mi jefe. Verle a él me pone aún más nerviosa, más teniendo en cuenta que a partir de ahora, habrá gente mala que relacione a James, el anuncio y a mí de forma inadecuada.
Llamo con los nudillos. Espero su respuesta y abro.
Se levanta de su silla, su sonrisa es cegadora. Cuelga el teléfono y me hace un gesto con la mano para que me siente, le obedezco.
-Llevan llamándome todo el día. No hay supermercado en todo el país que no quiera vender nuestro producto. Mira esto.
Me entrega un papel. Hay unos gráficos, intento leer lo que significan pero James está dispuesto a desvelar tanto misterio.
-Llevan un solo día en el mercado y ya se han agotado. Han tenido un gran impacto Anna, y todo gracias a ti.
Suspiro. Esto sí que no me lo esperaba.
-Tengo esto para ti.
Me entrega otro papel doblado al medio, lo desplego y me doy cuenta de que es un cheque. ¡Un cheque por el valor de 10.000 euros!
-¿Qué es esto?
-Tus honorarios. -Ríe y yo le miro severamente, no estoy para bromas-.
-Anna, has hecho un anuncio publicitario que nos hará millonarios, y aunque eso no fuera así, es justo que te pague por tu trabajo. Ese es solo el primer pago.
Arqueo las cejas sorprendida antes de volver a entregárselo.
-Pues no lo quiero. Inviértalo en la empresa que seguro que todavía quedan agujeros que tapar.
Me mira confuso.
-Cógelo. Ese dinero te pertenece. -Responde con rudeza-.
-No. No me pertenece. Opino que es excesivo.
-Anna, por favor, acéptalo. Hoy no me apetece discutir.
Vuelve a extenderlo en mi dirección, suspiro y finalmente lo cojo.
-¿Así te quedas más tranquilo? -Le digo mientras me lo meto en el bolsillo de mala gana.-
-Sí.
Pongo los ojos en blanco, odio que haga eso, que me de dinero de este modo, además esas cantidades tan desorbitadas.
-¿Algo más señor Orwell?
Suspira. Focaliza sus ojos en mí y los veo tristes.
-¿No estás contenta Anna? -Hace una breve pausa sin dejar de mirarme- ¡todo esto ha sido idea tuya! ¡tú has sido la mente, la que ha conseguido los patrocinadores, la que lo ha organizado todo! yo solo he tenido que mover los hilos que tú marcabas. Has salvado la empresa y no solo eso, sino que los beneficios obtenidos nos permitirán expandirnos, contratar a más gente y llegar a un mayor número de personas. ¿Qué piensas?
-Pienso en el cuento de la lechera.
-¿Qué es eso?
Suspiro, niego con la cabeza y me alejo un paso.
-¿No es demasiado pronto para cantar victoria? A ver, todavía todo se puede venir al traste.
-Sinceramente no lo creo.
El teléfono vuelve a sonar. Aprovecho el momento para salir de su despacho y regresar a mi mesa.
Durante el resto del día soy una máquina rápida y eficaz. No dejo que nada me distraiga. Solo hay una cosa que podía hacerlo y mi cara se contrae unas décimas de segundo en cuanto la ve aparecer por la puerta.
Sus ojos me recorren intentando despellejarme, reproduce una mueca en su fino rostro blanco y corre a refugiarse en el despacho de James, ni siquiera espera a que la presentemos como en otras ocasiones.
-Ha estado llamando a la oficina desde Londres como una loca. Al llegar esta mañana habían una decena de mensajes en el contestador, todos dirigidos al señor Orwell.
-Ah. -Digo sin mostrar demasiado interés, pero Vanessa está dispuesta a insistir para provocar una reacción por mi parte-.
-Al parecer él no pasó las vacaciones con ella. ¡Se quedó aquí! ¿te lo puedes creer?
-Lo cierto es que no me interesa. -Respondo secamente y regreso la vista al monitor de mi ordenador-.
-¿Qué te pasa?
-¿A mí? nada. -Respondo con contundencia-.
Media hora después, cuando ya prácticamente me había olvidado de la intrusión del bicho palo en el despacho de James, la veo salir encolerizada. Hecha una furia y dando un sonoro portazo. Se cubre el vientre con ambas manos y llama insistentemente al ascensor hasta que se abren las puertas, luego entra y desaparece.
Suspiro, tengo un montón de papeleo que entregar a mi jefe. Contemplo la posibilidad de que lo haga Vanessa, pero por otro lado, la necesidad de verle puede más.
Entro en su despacho y mis ojos no alcanzan a ver todo lo que me envuelve. Paso por alto el visible caos que reina en la habitación y me centro únicamente en él; está en su butaca y sostiene ambos lados de su cabeza con fuerza, solo alza el rostro para mirarme y parece que su abatimiento desciende levemente.
-Tengo que entregarle estos papeles...
-Bien. Déjalos sobre la mesa. Gracias.
Me acerco, deposito los papeles cuidadosamente sobre su escritorio y antes de irme vuelvo a mirarle.
¡Se lo merece! pero verle así es superior a mí, no puedo contemplar a un hombre tan importante y fuerte destrozado y no tener ninguna reacción.
Suspiro por la nariz, bordeo su mesa y me cuadro frente a él. Alza la vista confuso.
Con cuidado, me siento en el borde de su mesa y sin pensármelo demasiado tiro de sus hombros rígidos y lo atraigo hacia mi pecho. Le abrazo mientras paseo mi mano por su espalda, acariciándole.
Sus brazos se aferran a mi cintura con fuerza, intentando retenerme. En este momento me necesita.
-Tranquilo James, todo se va a solucionar, ya lo verás.
-¿Cómo lo sabes? -Susurra en una especie de sollozo que me conmueve el alma-.
Sonrío con dulzura.
-Porque de aquí nada verás a un niño rubito, de increíbles ojos azules y terriblemente guapo que te llamará papá. En ese momento y no antes, sabrás que has tomado la decisión correcta.
Levanta su cabeza despegándola de mí.
-¿Aunque eso signifique perderte a ti?
Vuelvo a sonreír, aunque esta vez con cierto matiz de tristeza.
-James, como te dije una vez, para perderme primero tendrías que tenerme ¿no crees?
Se le escapan unas lágrimas que corren rápidas por su mejilla, se apresura a enjuagárselas y se aparta de mí.
-Por un fugaz momento me lo pareció. ¿Es una locura verdad? tengo más de lo que necesito, sin embargo no puedo tener lo único que deseo.
-¿Por qué no puedes arreglarlo con tu futura esposa?
Hace una mueca de angustia.
-Porque ella no eres tú. Además no la quiero, creo que nunca la he querido. De hecho iba a dejarla antes de saber que...
-Ya. -Le interrumpo a bocajarro, me resulta demasiado duro seguir hablando de esto fingiendo que no me duele.- Solo dime una cosa James, hay algo más ¿verdad?
-¿A qué te refieres? -Pregunta confundido esquivando mi mirada-.
-Que hay algo que aún no me has contado. Algo más que te preocupa, que te consume por dentro y no tiene nada que ver con tu prometida y con el bebé.
Noto ese ligero pestañeo nervioso, ese caos y dolor bajo la calma y el control aparentes que siempre le preceden. No puede engañarme, ya no. Le conozco demasiado bien para no dejarme llevar por las apariencias.
-¿Tan evidente es? -Pregunta al fin, transcurridos unos interminables segundos que me parecen horas-.
-¿Qué es?
Su cuerpo se torna rígido, se separa y da media vuelta ocultándome su rostro.
-No puedo hablar de eso.
-Inténtalo. -Insisto-
Niega con la cabeza y suspira antes de volver a focalizar su atención en mí.
-Hay aspectos de mi vida que es mejor que no vean la luz.
Me mira mientras intento contener el fuerte torrente de emociones que me envuelven ahora mismo. Después de todo lo que he hecho por él, después de todo lo que le he demostrado, de todo a lo que he cedido... no es capaz de abrirse a mí. No soy lo bastante importante y ser consciente de ello, aumenta mi rencor hacia él.
-Entiendo.
-No es lo que piensas, -Interviene intentando descentrar mis pensamientos- confío en ti y nada me gustaría más que tener el valor y la fortaleza necesaria para poder hablarte claramente de... eso. Pero prefiero que ciertos asuntos formen solo parte de mi intimidad.
-Está bien James, no volveré a preguntártelo. -Me incorporo y estiro mi vestido hacia abajo- Ahora debería regresar al trabajo.
Asiente sin poner objeción y yo me marcho.
Por hoy ya he tenido bastante. Sé que la vida de James es todo un misterio, sé que hay cosas de él que jamás me dejará ver y que pesan más que la supuesta "atracción" que siente por mí. Solo me basta conocer eso para ser consciente que ya no queda un solo atisbo de esperanza al que aferrarnos para seguir adelante con esta historia, ha sido bonita mientras ha durado, pero al final ha quedado en una simple aventura.
Tengo que concentrarme al máximo en alejar algunos pensamientos para que todo esto no me afecte más de lo que puedo soportar, no quiero sufrir, de hecho siempre he pensado que sufrir a causa de un hombre es una forma estúpida de malgastar el tiempo y no voy a cambiar ahora.