19
A la mañana siguiente, me encuentro algo revuelta. El vivo recuerdo de lo acontecido la noche anterior campa a sus anchas por mi mente, estremeciéndome. Abro los ojos. James sigue aquí a mi lado, duerme como un bebé. Parece tan inocente con su boquita entreabierta emitiendo un casi imperceptible ronquido... sonrío mientras me deshago despacito del nudo que sus brazos han formado a mi alrededor. Me quedo muy quieta cuando él se mueve ladeándose en dirección opuesta. Sigue dormido.
Me levanto, cojo la toalla para cubrir mi desnudez y salgo de su habitación intentando hacer el menor ruido. Aunque antes, cojo la tarjeta que descansa sobre el mueble de mármol que hay junto a la puerta.
¡Por Dios parezco la bruja de blair! ¡menudos pelajos!
Tras tomar mis vitaminas, me meto en la ducha, me lavo a conciencia. En cuanto termino dedico el tiempo necesario a mi cabello. La plancha me ayuda a dominarlo, dejándolo liso, suave y excepcionalmente brillante. Paso los dedos por el cuero cabelludo varias veces, para desapelmazarlo, luego, me maquillo un poco y me pongo mi conjunto preferido de Desigual, un vestidito con cuello de pico y falda con vuelo, repleto de colores vivos.
Me calzo unos zapatos de tacón alto, una chaqueta y me cruzo el bolso sobre el pecho.
Abro su habitación con la tarjeta. Me centro nuevamente en James. Desde que me fui no ha vuelto a moverse. Dan unas ganas locas de comérselo ahora mismo, pero no, en su lugar pienso darle un susto de muerte, es más mi estilo.
Me acerco sigilosa hacia él, como una pantera tanteando a su presa antes de envestirla. En cuanto estoy cerca emito un fuerte chillido, me lanzo sobre él y empiezo un ataque frenético de besos por todas las partes de su cuerpo a las que llego. Él se incorpora extrañado dando un respingo, su desconcierto me hace reír mientras sigo empeñada en atacarle de esa forma tan peculiar. En cuanto recobra el aliento empieza a reír, me abraza fuerte haciéndome girar hasta tenerme debajo de él.
-¿Siempre tienes esta energía por las mañanas?
-¡Incuso más! -Espeto risueña-
-Vaya. Te has arreglado y todo.
-Sí. Ha sido un acto de consideración hacia ti, si me llegas a ver un poco antes, del susto que te pegas sí que te quedas tieso en el sitio.
Se ríe y me planta un besito rápido en el cuello.
-¿Qué hora es?
-La una del mediodía.
-¿La una? ¿Has desayunado?
Pongo los ojos en blanco sin dejar de reír. Él y sus horarios para todo.
Creo que nos hemos saltado el desayuno.
-¡Ufff! -Rueda hacia un lado y se sujeta la cabeza.- No recuerdo haber dormido hasta esta hora en toda mi vida.
-Anoche nos acostamos tarde. ¿Qué más da? no tenemos nada que hacer.
Se gira para mirarme.
-Aún así. No me gusta dormir hasta tan tarde.
Se levanta, me mira y se rasca la cabeza. Está desorientado. Yo observo desde la cama ese imponente cuerpo desnudo mientras camina hacia el mueble que hay junto a la puerta y coge su teléfono móvil.
Lo enciende, abre algunos mensajes, escribe rápidamente con el pulgar antes de darle a la tecla de envío y luego lo vuelve a depositar sobre el mueble.
-Iré a cambiarme, es hora de comer.
-¿Comer a la una del mediodía? -Me mira extrañado por mi reacción.- ¿También tomaremos el té a las cinco de la tarde? -Sonrío con recochineo y él me dedica media sonrisa pícara-.
-Pues mira, no estaría mal. Echo de menos el té. -Confirma mientras se mete en el cuarto de baño-.
Escucho el agua correr en el cuarto de baño, miro hacia el techo y empiezo a juguetear con los dedos sobre la cama. Me aburro.
-¿Te importa si pongo algo de música? -Chillo desde mi posición para que pueda oírme-.
-No. ¡Adelante!
Me levanto de la cama y enciendo la enorme televisión de plasma. Sintonizo la MTV. Lo primero que veo es un videoclip de Avicii, wake my up. Sonrío y me quito los zapatos para botar una y otra vez sobre el mullido colchón como una loca al ritmo de la música. Se me escapa la risa, ¡estoy como una cabra! Sigo botando incansablemente al tiempo que doy vueltas antes de que termine la canción. En una de mis piruetas completas descubro a James a medio secar, con la toalla aún en la mano, no me quita ojo bajo su imperturbable rostro de consabida seriedad. Me freno en seco en la cama y sin querer la inercia del ajetreo me tambalea hacia delante, pierdo el equilibrio y aterrizo bruscamente en el suelo.
-¡Anna! -Su tono emana preocupación. Se acerca a mí con la canción de Manuel Carrasco y Malú de fondo: Que nadie.-
Empezaron los problemas, se enganchó a la pena
se aferró a la soledad, ya no mira las estrellas
mira sus ojeras, cansadas de pelear
Olvidándose de todo, busca de algún modo, encontrar su libertad...
Me echo a reír. Me tapo la boca y cuando tiende la mano en mi dirección para ayudarme a levantar tiro de él con fuerza para que caiga a mi lado. En cuanto descubre mis intenciones sonríe, me sujeta con fuerza y me alza hasta depositarme nuevamente sobre su cama. Miro la mesita de noche. Todavía queda el segundo preservativo que me dio el botones. ¿Por qué no?
Su risa aumenta cuando capta mi diálogo interno y sin previo aviso, sus labios calientes, suaves y entregados se posan sobre los míos. Los muevo con delicadeza, paso mi mano por su pelo mojado, desciendo hasta la espalda y con la uña de mi pulgar rasgo su columna curvada. Su entrega es total ahora, incluso respira de forma acelerada. Aprovecho esa circunstancia para meter mi lengua en su boca, palpo su interior que sabe a dentífrico mentolado.
Que nadie calle tu verdad, que nadie te ahogue tu razón
que nadie te haga más llorar, volviéndote en silencio
que nadie te obligue a morir, cortando tus alas al volar
que vuelvan tus ganas de vivir...
Agarrándole con fuerza le obligo a tumbarse a mi lado para poder ponerme yo encima, sin abandonar sus labios, varío el ritmo, me muevo sobre su cuerpo desnudo mientras muerdo su barbilla con auténtica devoción. Desciendo para centrarme en su cuello, emite un gemido gutural mientras lo ladea, rindiéndose a mí. Paso mi lengua por su nuez y la mordisqueo con cuidado, luego regreso a sus labios, que me reciben con urgencia. Sobre él, puedo percibir los incesantes latidos de su corazón: me desea. Entonces un espasmo le asalta. Coge mi cintura y bruscamente vuelve a dejarme caer sobre la cama, aprisionándome entre su cuerpo y el colchón.
Se separa solo unos centímetros, sus ojos me miran con adoración mientras su mano acaricia muy despacio mi rostro. He perdido la percepción del resto de mis sentidos, que ahora mismo no responden, no capto la música ni siento el calor, solo me concentro en él, en sus caricias y en cómo me hace sentir sin apenas moverse. Su mano pasa ahora por mi cuello mientras sus ojos siguen centrados en los míos. Siente un deseo desmedido por mí, eso sí puedo notarlo, pero en esta ocasión se resiste, como si quisiera prolongar al máximo el momento. Me estudia, me palpa, me siente lentamente sin hacer nada más. Me hipnotiza.
Su mano vuelve a dirigirse hacia mi rostro , me apresa el labio inferior con el pulgar, estirándolo en su recorrido. Ahora se inclina sobre mí y cambia el dedo por sus anhelantes labios. Se mueve muy despacio, saboreándolos. Pero no se queda ahí, empeñado en trazar su particular circuito por mi cuerpo, acaricia con los labios la base de mi mandíbula, el cuello... enrosca mi vestido con las manos desde abajo y me lo retira por la cabeza. Sus labios continúan perfilando mi contorno en el mismo punto donde lo había dejado. Roza mis pechos. Yo oriento las manos hacia mi espalda para desabrocharme el sostén, cuando lo retiro ese sensual roce se centra en mis senos desnudos. La caricia es superficial, pero no por ello menos excitante. Desciende por mi estómago, el ombligo, la parte baja de mi vientre... siento el calor que emana su aliento, además de unas ganas locas porque termine ya con esta agonizante tortura y me toque de verdad.
Sus dedos retiran poco a poco mis sencillas braguitas de algodón, entonces sus labios continúan el camino sobre mi monte de Venus. Estoy a punto de desmallarme, quiero que continúe, que se desate toda esa urgencia como la noche anterior, pero por otra lado, todo este mimo y cuidado es algo distinto.
Cierro los ojos.
Sus manos han recogido uno de mis pies y lo masajea con rotaciones del pulgar sobre la planta, el masaje se eterniza, pero me encanta. Sostiene mi tobillo girándolo varias veces, luego se dedica al otro pie. Emito un suspiro de satisfacción en cuanto termina, creo que su única intención es volverme loca y como siga así lo va a conseguir...
Ahora recorre mis piernas, cada centímetro de mi piel ardiente proporcionándome una presión fuerte con las yemas de los dedos, para que pueda sentirle bien. Es increíble como mi cuerpo reacciona a su contacto, se relaja e incluso se mueve de forma involuntaria invitándolo a que continúe, a que palpe cada parte de él como si fuera un valle ignoto que hubiera que mapear palmo a palmo.
-Me gusta como brilla tu piel morena, es tan tersa y suave...
Sus palabras me hacen gemir y me estremecen produciéndome un escalofrío. En cuanto sus caricias llegan al vértice de unión entre mis muslos, aguanto la respiración, sus manos se hunden en mí y me besa de forma delicada, pero solo de pasada, pues su camino no se detiene. Dirige sus manos hacia mi pecho y lo acaricia con mucha suavidad, luego, se abren para abarcar los hombros y los retiene un rato. Progresivamente se van cerrando sus palmas sobre mi cuerpo hasta rodearme el cuello, de ahí se colocan tras mi nuca mientras sus dedos tiran ligeramente del cabello para alzarme el rostro. Abro los ojos y me encuentro con los suyos, son tan azules que me desconciertan, jamás había visto un azul tan nítido.
Vuelve a besarme, pero esta vez sin prisa. Finalmente me resigno a acompasar su marcha lenta. Él se inclina sin despegarse de mí para alcanzar el preservativo de la mesita. Lo coge, rasga el envoltorio con los dedos y se lo pone sin mirar.
Abro mis piernas esperando sentirle. Pero decide hacerme sufrir un poco más. Sus manos se ciñen a mis mejillas impidiéndome el movimiento, quiere seguir mirándome a los ojos. Mi respiración empieza a descompasarse en perspectiva de lo que está a punto de hacer, es más, se podría decir que me siento tan nerviosa como si esta fuera mi primera vez.
Zambulléndose en mis ojos negros, su dura erección entra despacio en mi interior. Intento moverme pero él vuelve a impedírmelo, sigue pendiente de cada una de mis reacciones. Entonces emito un ronco jadeo, en cuanto su miembro ha entrado completamente en mi interior, en ese momento, se afana por poseer mi boca con la suya, aprovechando que ha quedado ligeramente entreabierta. Su beso es suave pero decisivo, me lo da sin abandonar el ritmo lento de su torturadora marcha. Entonces su cuerpo le traiciona, su cabeza se mueve, cae sobre mi hombro y lo muerde tiernamente mientras me enviste algo más fuerte de como ha empezado. Acaricio su espalda y él vuelve a moverse, aunque intenta refrenar sus fuertes impulsos. Me arqueo al sentir un precipitado espasmo en mi interior, gimo, sostengo su prieto trasero contra mí y sin poder refrenarlo me dejo ir. Su boca regresa a la mía para absorber mi desmedido jadeo. Me muerde el labio mientras me enviste dulcemente una y otra vez. He perdido la cuenta de las veces que entra y sale sin descanso de mi interior. Finalmente, sus manos se colocan bajo mi cadera, me aprietan para dejarse ir él también mientras entierra la cabeza en mi cuello y emite un sonido gutural que me reaviva al instante. Me muevo como puedo debajo de él, su gemido se intensifica y me abraza, tan fuerte que a punto está de dejarme sin aire.
No nos hace falta hablar. Los dos somos conscientes de que ha sido increíble. Permanecemos largo rato abrazados, desnudos, mientras volvemos poco a poco a la normalidad. Nos acariciamos el cuerpo, él sigue encima de mí con la cabeza enterrada en mi cuello, me aplasta con su pesado cuerpo, pero no me quejo. En toda mi vida he estado más a gusto. Entonces mis ojos se llenan inesperadamente de lágrimas. Tengo miedo de este sentimiento, miedo de todo lo que me hace sentir. Curiosamente, es el único que en la cama consigue dejarme sin palabras. Puede que yo sea imprevisible para él en el día a día, pero él lo es para mí en el terreno íntimo, no hace nada de lo que espero, además, me mira de una forma que... ¿por qué lo hace? no es necesario, ¡es solo sexo! me hubiese conformado con un polvo rapidito y salvaje, pero esto... esto es demasiado.
Cuando por fin levanta la cabeza para mirarme, yo me obligo a recomponer rápidamente mi expresión y sonrío.
-¡Te estoy ahogando!
James se separa rápidamente permitiendo a mis pulmones coger una enorme bocanada de aire. Por suerte ha interpretado mis ojos vidriosos como un evidente signo de ahogamiento, nada más. ¡Fiiiiu! mi integridad sigue a salvo.
Me incorporo y recojo con parsimonia mi ropa que ha quedado esparcida por ahí.
-Anna, ¿estás bien?
Vuelvo a sonreír, ay James si tú supieras como estoy ahora...
-¡Claro, con ganas de aprovechar el domingo!
Me dedica una sonrisa de oreja a oreja y se pone en pie de un salto. Corre a vestirse y yo me permito unos segundos para pensar en todo lo que acaba de ocurrir. Me niego a admitir que esto haya sido solo sexo.
Acabo de vestirme, me recoloco el pelo y el maquillaje antes de que James reaparezca frente a mí impecable.
-¿Sabes qué es lo que vamos a hacer hoy?
Niego con la cabeza. Por su desmedida sonrisa seguro que su propuesta me sorprende.
-Vamos a ir a un centro comercial. Me han dicho que hay uno aquí cerca que abren los festivos. Ya no tengo excusa para obsequiar a mi armario con un traje nuevo, recuerdo de Madrid.
Aplaudo emocionada su iniciativa mientras que como una tonta, empiezo a dar saltitos. ¡Me encanta su propuesta!