24

 

 

              Me muevo inquieta en la cama. Me levanto torpemente y me dirijo hacia el baño. Me duele el estómago a rabiar, es una presión desgarradora que asciende por mi esófago dándome náuseas. Intento vomitar, pero soy incapaz, es algo que siempre me ha costado muchísimo. Me lavo la cara, tengo las ojeras marcadas y estoy sudando. Toco mi frente y la percibo caliente. Esto no pinta bien... ¡maldito pescado crudo!

              Regreso a mi dormitorio para encerrarme en él. Las arcadas vuelven a sacudirme violentamente desde dentro. Me encojo apretándome el vientre intentando calmar las convulsiones.

              No puedo dormir, me ladeo, me aprieto, me tapo con las sábanas, me destapo... en cuanto escucho que Elena se ha despertado salgo de mi habitación y voy a su encuentro. Nada más verme su expresión cambia.

              -¿Te encuentras mal?

              -Me duele mucho la barriga...

              Me toca la frente y sus ojos se abren desmesuradamente.

              -Tienes fiebre. ¿Qué cenaste anoche?

              -Pescado crudo.

              Suspira.

              -No te ha sentado bien.

              -No hace falta que lo jures. No puedo vomitar y tengo un nudo en el estómago... además me duele muchísimo la cabeza.

              -¿Has podido ir al baño? ¿Tienes diarrea?

              -No...

              -Te voy a dar un medicamento, posiblemente te provocará el vómito. De todas formas hoy deberías quedarte en casa.

              Me entra un escalofrío. Mis dientes castañean y me cubro el cuerpo con los brazos, el dolor de barriga se intensifica, siento que voy a morir...

              -Métete en la cama ahora mismo. Tápate, también te daré algo para la fiebre. -Vuelve a tocarme- ¡Estás ardiendo cariño! -Percibo como el sudor perla mi frente, pero tengo mucho frío.- Te has intoxicado. Este malestar durará como mucho un par de días, no se puede hacer nada, solo controlar los síntomas y esperar a que tu organismo deseche todo lo que no necesita.

              -Pero yo tengo trabajo y...

              -¡De eso nada! voy a hacerte la baja y la enviaré por fax a tu empresa en cuanto llegue al ambulatorio. Necesitas estar en casa.

              Obedeciendo a Elena regreso a mi cama. Me siento débil, no tengo fuerzas. Empiezo a quedarme dormida cuando percibo que entra en mi cuarto cargada con una palangana y un vaso de agua en la mano. Me ofrece el vaso, obligándome a beber hasta la última gota. Sabe fatal, hago una mueca y vuelto caer bruscamente contra la almohada. Ella me coloca un termómetro bajo el sobaco. Lo retira poco después.

              -Estás a cuarenta de fiebre. -Coloca una tableta de pastillas sobre la mesita-. Quiero que te tomes una de estas cada seis horas. -Me da la primera, la trago con un poco de agua que vierte en mi vaso-. Intenta descansar, aún tiene que pasar lo peor.

              -¿Lo peor? -Pregunto con un hilillo de voz-

              -Me temo que esto empeorará a medida que los medicamentos surjan efecto.

              -No me digas eso...

              Me da un beso en la frente antes de irse.

              -Te llamaré para recordarte lo de los medicamentos y preguntarte cómo estás. ¡Menuda intoxicación que has cogido cariño! o es eso o tienes una gran intolerancia a alguno de los alimentos que ingeriste anoche.

              -¡Qué asco! es pensar en las ostras y se me revuelve el cuerpo entero...

              Sonríe. Se levanta y me tapa con la sábana.

              -Pasará, no te preocupes.

              Me quedo sola otra vez.

              Mi estómago no me da tregua. Me retuerzo de dolor cada vez que me asalta uno de esos retortijones. ¡Hasta cuándo va a durar este dolor!

              Mónica entra en mi habitación, me ha escuchado quejarme y le extraña que aún esté en la cama cuando empiezo a trabajar antes que ella.

              Tras ver en qué situación me encuentro me acerca la jarra del agua y un vaso limpio a la habitación.

              Es agradable ver como todos se vuelcan en ayudarte, a veces pienso que no somos solo amigos, más bien una pequeña familia que se quiere y se cuida.

              El último en salir de casa es Lore. Entra en mi cuarto con su traje azul oscuro impecable, el maletín de cuero negro en una mano y un trapo doblado en la otra. Huele de maravilla, su perfume me inunda las fosas nasales mientras camina con decisión, se sienta a mi lado y coloca el paño húmedo sobre mi frente. Siento el alivio que produce en mi frente el frescor del agua, me relajo y él repite el proceso varias veces. El calor de mi cabeza desciende, casi y solo casi puedo dejarme llevar en un sueño profundo.

              Entonces escuchamos el timbre de nuestro apartamento.

              -Vaya... -dice Lore poniéndose en pie- Voy a ver quién llama ahora, como quieran venderme algo...

              Sale de la habitación. Me ladeo en la cama, girándome hacia la puerta, esperando a que regrese.

              No tardo en escuchar su voz alterada. Es como si estuviera discutiendo con alguien, lo cual me extraña porque Lore suele ser pacífico.

              Me siento en el colchón, alcanzo la bata y me la coloco con cuidado. Quiero saber qué está pasando. Nada más moverme mi estómago vuelve a retorcerse, las ganas de vomitar me sacuden, así que me apoyo en la pared, me deslizo sobre ella por el pasillo y me quedo escondida, justo antes de entrar en el comedor.

              -Voy a entrar. Me da igual lo que digas.

              Esa voz... me tapo la boca con la mano y sigo escuchando, como una cobarde no me atrevo a dar la cara.

              -Pon un pie en esta casa y te denuncio por allanamiento. ¡No tienes ningún derecho a estar aquí! esto es una propiedad privada. ¿Pero qué coño haces?

              Escucho un forcejeo. Luego la voz de James, aún más cerca.

              -He recibido esto a primera hora de la mañana, si Anna está enferma debería estar aquí. Quiero verla.

              -¡Esto es surrealista! ¡No puedes acosarla de este modo maldito cabrón!

              El forcejeo vuelve a producirse, escucho cacharros que se caen.

              -¡Tendrás que sacarme por la fuerza! ¡No pienso moverme de aquí!

              -Con que esas tenemos...

              Miro un poco, escondiéndome tras el marco de la puerta.

              Lore tiene a James cogido por las solapas de su traje. Éste no se inmuta, tiene las manos hacia atrás, fuertemente aferradas al borde de la mesa. 

              Son igual de altos, dos titanes enfrentados, retándose por mí. Es extraño estar presenciando esto y más que mi jefe haya venido a comprobar que realmente esté enferma.

              Las cosas se ponen peor cuando Lore lo arranca bruscamente de la mesa donde está aferrado y lo empotra contra la pared. Forma un puño con la mano, a punto está de atizarle cuando decido acabar de una vez con esto y entro en el salón.

              -¡Qué está pasando aquí! -Protesto cruzando la bata sobre mi pecho, el frío no me abandona y empiezo a tiritar de nuevo-.

              -¡Anna! -James se deshace de Lore y corre a mi encuentro. Mi amigo viene tras él, pero esta vez no le coge.- Realmente estás enferma... -Arrugo el entrecejo, ¿qué creía?- ¿qué te ha pasado?

              -¿No ha recibido mi baja esta mañana?

              Agacha la cabeza.

              -Creí que se trataba de una excusa...

              Él y las excusas. ¡Pero qué retorcidos motivos podía tener yo para inventar algo así!

              -Pues ahora que ves que no lo es ya puedes irte. -Interviene Lore-.

              -¿Y tú quién eres?

              A Lore se le hincha la vena de la frente, está a punto de estallar. Se cuadra frente a él, saca pecho y le hace retroceder con su intimidante mirada.

              -¿Qué cojones te importa? te voy a decir lo que vas a hacer: vas a salir de mi casa ahora mismo si no quieres que llame a la policía. Te aseguro señorito que puedo convertir tu vida en un auténtico infierno por lo que estás haciendo hoy.

              -No me voy.

              Su terquedad me deja impresionada. Mi boca se abre por la incomprensión.

              Lore vuelve a sujetarle de las solapas. Esta vez yo me interpongo.

              -¡Déjalo ya Lore! que haga lo que quiera...

              -¿Cómo dices? -Me pregunta confuso-

              -Él verá lo que hace, yo no tengo nada qué ocultarle, si quiere quedarse y asegurarse que realmente estoy enferma antes de regresar a la oficina que lo haga. Me da igual.

              -¿Me sueltas ya? -Espeta James a Lore, que aún permanece aferrado a las solapas de su traje-.

              Lore cede. Parpadea un par de veces mientras recoloca su ropa.

              -Tengo que irme a trabajar Anna, llego tarde, y no me hace ninguna gracia dejarte sola con este individuo.

              -Vete al trabajo. No te preocupes por nada, sé lo que hago.

              -Eso espero.

              Suspira, camina hacia mi habitación para recoger su maletín. James y yo nos miramos. Soy consciente de mi aspecto descuidado, el sudor en mi frente y mi mal aliento. Pero es demasiado tarde para intentar adecentarme un poco, además no tengo fuerzas.

              Lore reaparece en la habitación. Me acerca a él para darme un rápido beso en la mejilla y se retira de nosotros mientras va hacia la puerta con actitud crispada. Antes de abrir se gira:

              -Te llamaré. Y en cuanto a ti, -Dice dirigiendo un dedo acusador hacia James- recuerda que sé quién eres. Estoy harto de poner demandas a tipejos como tú, que utilizan su poder para intimidar a sus trabajadores. Que sepas que no pierdo jamás un solo caso.

              James permanece callado. No reaviva el fuego y yo se lo agradezco. Cuando Lore cierra la puerta del piso de un portazo y me quedo a solas con él, mi malestar invade mi cuerpo entero. Las nauseas ascienden. Me tapo la boca y corro hacia el baño. Abro la puerta de un empujón y hundo mi cabeza en el retrete. Las convulsiones de mi estómago me hacen vomitar, por fin...

              Aún no he acabado cuando percibo sus manos sosteniendo firmemente mi cabeza mientras me sujeta el pelo hacia atrás, evitando que lo manche de mi propio vómito.

              ¡Madre mía qué vergüenza!

              Hago un gesto con la mano, indicándole que me deje sola, pero parece no entenderlo.

              -¡Vete! no es necesario que veas esto...

              Se aparta. Coge la toalla del baño y la moja bajo en grifo, luego se acerca, levanta mi cara y me limpia un poco con pequeños toquecitos suaves.

              -¿Mejor? -Pregunta preocupado-.

              -Sí. Gracias. ¿Puedes irte ya?

              -Mmmmm.... tentador, pero no. -Sonríe tras reproducir las mismas palabras que le dediqué yo el día anterior.- Y ahora señorita vas derechita a la cama.

              Emito un angustioso chillido cuando me alza como si no fuese más que una pluma y me lleva en volandas a mi habitación.

              -¿Qué haces?

              -¿No lo ves? voy a cuidar de ti. ¿Dónde está tu cuarto? -Se para frente a la puerta de Mónica. Niego con la cabeza y él avanza. Decido indicarle con la mano cuál es mi habitación. Entra y con mucho cuidado me deposita sobre la cama-.

              -No entiendo a qué viene todo esto, la verdad...

              Me refugio entre las sábanas buscando el calor que me falta. Mi cuerpo no deja de estremecerse de frío.

              -Hago todo esto porque me importas.

              Cierro los ojos derrotados. No tengo ganas de aguantar sus tonterías ahora.

              -¿Y qué hay de tu prometida? ¿Ve con buenos ojos que tú estés aquí cuidándome?

              Suspira. Escucho un ruido seco y abro los ojos de nuevo. Se acaba de quitar los zapatos, pero lo más inquietante es que se ha desprendido de su americana y camisa, quedándose únicamente con los pantalones del traje puestos.

              -Sinceramente, me importa poco lo que piense Alexa.

              Se acerca hacia mí, abriendo un lado de la cama.

              -¿Qué vas a hacer?

              -voy a acostarme contigo. ¿Me dejas sitio?

              -¡No! -Protesto colocando mi mano en el colchón para impedirle el acceso-

              Él retira mi mano sin esfuerzo y se mete dentro ignorando mi negativa, me muevo todo lo posible hacia un lado, pero él me agarra, me empuja apretándome contra él mientras sus brazos me rodean el cuerpo. Apenas puedo moverme, quiero hacerlo, pero su calor recorre mi cuerpo entero y es tan agradable esa sensación...

              -Un día me dijiste que necesitas el contacto humano a todas horas.

              -Sí, pero no de ti. -Espeto enfadada, él sonríe.-

              -Relájate, estás muy tensa además de congelada.

              Él gana. Me acurruco en su pecho, dejándome envolver por sus fuertes brazos, esto no debería ser así, pero no puedo ocultar que me siento de maravilla.

              Sin saber muy bien cómo, al final, me quedo dormida. No sé cuánto tiempo llevo en este estado, solo soy consciente de que me despierta el ruido del teléfono que hay sobre mi mesita. Lo coge James, ese gesto debería molestarme porque es una invasión clara de mi intimidad, aunque lo cierto es que eso ahora me da igual.

              -Buenos días, aquí el enfermero particular de la señorita Anna Suárez. ¿Con quién hablo?

              Sonrío tras lo que acaba de decir.

              -Sí, ahora está dormida. Exacto. ¿Qué puedo darle de comer? sí, ha vomitado esta mañana. ¿Cómo? sí, espera que ahora se lo pregunto. -Me mira, yo parpadeo algo aturdida todavía- Dice si hoy has tenido diarrea.

              -¿Qué? -Me llevo una mano a la cabeza, me duele a rabiar-.

              -Si has tenido diarrea. -Repite y yo me río débilmente, no puedo creer que mi jefe esté preguntándome acerca de mis defecaciones-.

              -No. -Contesto y él vuelve a acercarse el teléfono a la oreja-.

              -Ha dicho que no. -Repite- Bien. Se lo haré ahora mismo. ¿Y cuántas pastillas le doy? vale. Gracias Elena. Adiós.

              Cuelga y me mira.

              -Voy a prepararte la comida. -Anuncia, yo le miro extrañada- Puesto que no sé cocinar tendremos que reconsiderar el plan B.

              -El plan B. -Repito, aunque no entiendo a qué se refiere- No tengo hambre James, te lo aseguro.

              -Lo sé. Pero Elena insiste en que debes comer y beber mucha agua.

              Suspiro y vuelvo a refugiarme entre las sábanas. Él se levanta y se va.

              Mis pesados párpados vuelven a cerrarse, no recuerdo haber estado tan cansada en la vida.

              -Despierta dormilona...

              Hay un olor extraño en mi habitación. Abro los ojos y parpadeo para que la imagen deje de resultarme borrosa. James me contempla desde las alturas, sosteniendo una bandeja. La deposita con cuidado sobre la mesa, apartando todas las cosas para hacerle sitio.

              -¿Qué es eso?

              -Sopa de pollo casera. La he encargado especialmente para ti.

              Se sienta a mi lado, espera a que me incorpore y me acerca el cuenco con la sopa caliente. El olor tan fuerte de la comida me produce una nueva arcada, pero esta vez mi estómago está vacío.

              -No quiero...

              -Eso da igual, tienes que comer.

              Coge la cuchara, la llena de sopa y la acerca a mi boca. Me hace sentir como un bebé, no lo soporto.

              -He dicho que no quiero. Gracias.

              -Vas a comer Anna, ¿quieres que vaya a por un embudo?

              Le miro con rabia. No me gusta que nadie me hable así.

              -Vamos... -Dice y vuelve a enseñarme la cuchara acercándola a mi boca, ladeo rápidamente el rostro mientras él persigue mi boca cuchara en mano. Vamos, que solo le falta hacer el ruido del helicóptero.- Sabes que al final vas a acabar comiendo, ¿por qué lo pones tan difícil?

              Suspiro, estoy cansada. Agotada. No tengo fuerzas para buscar pelea. Ceso en mi empeño y decido abrir la boca. El sabor de la sopa caliente no está mal, reconforta mi organismo, además de momento mi estómago no protesta.

              Le arrebato la cuchara, ¡puedo comer yo sola por el amor de Dios! El sonríe mientras me acabo todo el cuenco, hasta la última gota, además le doy el capricho y no protesto mientras me da mis medicinas. ¡Este hombre es insufrible!

              Vuelvo a tumbarme sobre la cama y él hace lo mismo. Me abraza, envolviéndome con sus fuertes brazos, transmitiéndome su reconfortante calor. Me encuentro tan bien que ya apenas me duele nada. Sin más, vuelvo a caer en un sueño profundo hasta que mi teléfono vuelve a sonar. James lo coge, contesta y tras un par de palabras poco cordiales me lo entrega.

              -Hola... -respondo sin saber quién es-

              -¿Cómo te encuentras?

              Sonrío. Lore está muy serio, no es natural escucharle así.

              -Bien.

              -¿Qué hace todavía ahí ese capullo?

              -Pues me ha hecho la comida y me ha dado mis medicinas... no puedo decirte nada más, he estado durmiendo la mayor parte del tiempo.

              -No me gusta esto. ¿Necesitas que vaya? hoy puedo llegar antes.

              -No hace falta, estoy bien, de verdad.

              -Bueno... no dudes en llamarme si necesitas algo.

              -De acuerdo, lo haré. -Sonrío-

              Cuando cuelgo le devuelvo el teléfono a James. Lo coge y vuelve a depositarlo sobre la mesita, yo siento en la cama, mientras busco las zapatillas con los pies.

              -¿Qué haces?

              -Necesito ir al baño.

              Encuentro las zapatillas, me las enfundo y me levanto.

              -Te acompaño. -Dice y yo me freno en seco-.

              -¡Ni hablar!

              -Todavía estás muy débil Anna.

              -Aún y así, necesito hacer mis cosas y sobre todo darme una ducha.

              -No es buena idea que...

              -Shhhh -Le hago callar- ni una sola palabra. Soy adulta y sé bien lo que me conviene.

              -Pero...

              -Si te quedas más tranquilo el baño no tiene pestillo, así que si me oyes chillar entra.

              Se echa a reír. Me levanto, cojo un chándal limpio del armario y voy hacia el cuarto de baño.

              Es increíble lo bien que se encuentra uno cuando vuelve a recuperar todas sus facultades. La ducha es el mejor invento que hay, siento como si todos los males se fueran por el sumidero a medida que el agua corre por mi abatido cuerpo.

              En cuanto llego a la habitación miro a James, se ha vuelto a poner la ropa y además, por el colorcillo que enmarcan sus ojos, me doy cuenta de que él también está cansado.

              -¿Mejor? -Me pregunta haciendo serios esfuerzos por no reír de mi vestimenta-

              -Mucho mejor.

              -Me alegro. ¿Puedo ir yo al servicio?

              -¡Claro! está por ahí. -Digo señalando hacia el pasillo-

              Observo como James se aleja indeciso, intentando descubrir cuál es la puerta que le conducirá al baño.

              Aprovecho a estirar un poco las sábanas de la cama y en una de las sacudidas escucho el golpe seco de algo al colisionar contra el suelo.

              Miro hacia donde se ha caído el objeto  y descubro el i-phone de James. Me apresuro a recogerlo y asegurarme que no se ha rato. Eso parece...

              Antes de depositarlo sobre la mesita presiono sin querer uno de los botones laterales y el teléfono se desbloquea, para mi sorpresa, hay un mensaje abierto.

              Me muerdo el labio inferior.

              Sé que no debería, es una violación clara a su intimidad pero la tentación es demasiado fuerte, por lo que miro rápidamente hacia el pasillo y al percatarme de que James aún no ha salido, vuelvo a centrarme en la pantalla de su móvil. Me odio a mí misma por hacer esto, pero me consuelo rápido pensando en que él se lo ha buscado por estar aquí, en contra de mi voluntad y la de mis amigos.

              El idioma no me impide descifrar el contenido de ese mensaje y mientras lo leo, siento como si una bola de fuego recorriese por dentro mi cuerpo entero, es el miedo al ser descubierta.

              »¿Qué pretendes decir con eso? ¿Te recuerdo lo que hay en juego? yo sí tengo las cosas claras, así que reconsidera las cosas porque el único que tiene algo que perder eres tú.«

              En ese momento escucho la puerta del baño que se abre y deposito rápidamente el teléfono en la mesita antes de correr hacia la otra punta. Miro con nerviosismo el teléfono, la pantalla sigue iluminada y las pisadas de James aproximándose me están poniendo cada vez más nerviosa. En cuanto él traspasa el umbral de la habitación, la luz de la pantalla se apaga como por arte de magia, yo cierro los ojos y suspiro. No puedo creer que haya tenido tanta suerte, ha faltado podo.

              -¿Te ayudo?

              Me pregunta en tono cordial. Asiento con un movimiento de cabeza y dejo que se ponga en el otro lado mientras los dos estiramos la sábana y la colcha, eliminando todas las arrugas. No puedo evitar mirarle cuando no me ve, mientras me pregunto de quién era ese mensaje. Lástima que no me haya dado tiempo a ver el remitente. ¿Y qué tiene James que perder? ¿le debe algo a alguien? esas y muchas preguntas más pugnan por salir. Tengo ganas de confesarle mi fechoría y preguntarle acerca de ese mensaje que he leído sin querer. Pensándolo bien, tampoco he cometido un crimen, debería decirle lo que he visto y presionarle hasta saciar todas mis dudas.

              Mientras barajo esa posibilidad, Mónica y Elena entran en casa desviando toda la atención de mi objetivo. Me llaman a gritos desde el pasillo, ni siquiera piden permiso para entrar en mi habitación. Se quedan paradas en cuanto ven a James de pie junto a la cama.

              -Hemos venido lo más pronto que hemos podido. ¿Qué tal estás?

              Elena se acerca con decisión, ignorando a mi jefe para tocarme la frente, percibiendo que ahora no hay rastro alguno de fiebre.

              -¿Te has tomado la medicación?

              -Sí.

              -¿Has vuelto a tener vómitos o diarreas?

              -No.

              -¿Has comido?

              Suspiro.

              -¡Por favor! ¿Qué es esto un interrogatorio? sí, he comido, sopa de pollo. Además he bebido muuuuucha agua.

              -Bien. Ahora túmbate sobre la cama.

              Pongo los ojos en blanco, pero hago lo que me pide. Cuando se pone en plan médico es insoportable.

              Me palpa la barriga desde diferentes ángulos.

              -¿Te duele? -Me pregunta haciendo presión en determinados puntos-.

              -Me molesta un poco.

              -Tienes un poco de inflamación en el bazo. Nada grave. Seguramente originado por las náuseas.

              -Bien doctora ¿y qué me recomienda?

              -Descanso, dieta sana y continuar con la medicación, al menos durante el fin de semana. Seguramente el lunes estarás mejor y podré darte el alta.

              Asiento risueña.

              Mónica se acerca a nosotros, hasta ahora ha permanecido en un segundo plano.

              -Ahora ya estamos en casa. -Dice dirigiéndose exclusivamente a James.- Ya puede irse.

              James arquea las cejas, parece sorprendido de que todos mis amigos quieran deshacerse de él, a estas alturas debe saber que para ellos no tengo secretos y que conocen cada uno de los detalles de nuestra rocambolesca historia.

              -Si no es molestia, esta noche preferiría quedarme.

              Lo miro sorprendida. Mónica boquea un par de veces como un pez, quiere añadir algo pero Elena se le adelanta.

              -¿Enserio? -Sonríe como una tonta y a punto está de dar saltitos de emoción la muy ingenua. Apuesto a que James la ha encandilado cuando hablaron esta mañana por teléfono.- Puedes quedarte, no nos importa...

              -¡Elena! -Protesta Mónica-

              -¿Qué? me parece tan romántico...

              -¡¡¡Elena!!! -Gritamos Mónica y yo al unísono. No me puedo creer lo que acaba de decir, James se cubre los labios con un dedo reprimiendo la risa-.

              La puerta del apartamento se cierra emitiendo un golpe seco. Ahora viene Lore y  me pongo en guardia, sé que se va a armar de verdad.

              En cuanto aparece por la puerta de mi habitación, James se levanta.

              -Largo. -Le dice sin mediar más palabra que esa-.

              -No me da la gana.

              Y ya la tenemos otra vez, dos titanes enfrentados. Compitiendo a ver quién mea más lejos.

              -Lore... cálmate.

              -¿Me pides que me calme Anna? ¿Qué demonios te pasa? ¿Unas horas juntos y vuelves a caer en sus redes?

              -No es eso... por favor, tranquilízate.

              -¡No me tranquilizo! ¿Y sabes por qué? porque no quiero a este tío bajo el mismo techo y me duele que sea el único que piense así, porque al parecer ya te has ganado el corazón de todas las mujeres de esta casa.

              -No Lore. Yo estoy contigo. -Le secunda Mónica, colocándose junto a él-.

              -¡Menos mal, al menos hay una sensata!

              James que ha contemplado la escena en relativo silencio ya no lo aguanta más y salta:

              -¿Cuál es tu problema?

              -Mi problema eres tú.

              Sonríe con malicia, da dos pasos en su dirección y yo me apresuro para pegarme a su espalda. No quiero que entren en una tonta pelea por mi culpa.

              -Pues te jodes.

              Nos quedamos petrificados al escuchar esa expresión tan española de la boca de James.

              -¿Cómo dices? -Lore se cuadra, se acerca tanto a él que parece incluso que vayan a darse un beso, en su defecto, arrancarse la cara a mordiscos.-

              -¿Tienes algo con ella? ¿Por eso te fastidia que yo esté aquí? en cualquier caso es Anna quien tiene la última palabra, ¿no crees?

              Elena, Mónica y yo nos miramos segundos antes de estallar en incontrolables carcajadas. La tensión del grupo disminuye y hasta Lore que intentaba permanecer serio frente a su contrincante, arruga los labios reprimiendo la risa.

              El pobre de James se queda paralizado, no sabe a qué viene nuestra reacción y eso aumenta el volumen de nuestras carcajadas. Lore da un paso hacia atrás, se aprieta el puente de la nariz mientras sonríe por lo bajo.

              -¡Ay! ¡Pero qué mono eres!

              Miro a Elena sorprendida por esas confianzas que se toma. James continua ausente en el centro de la habitación, sin entender absolutamente nada de lo que está pasando.

              -Lore es gay. -Desvela Mónica, el rostro descompuesto de mi jefe cambia automáticamente-.

              Lore niega divertido con la cabeza, aparentemente su cabreo se ha esfumado.

              -Me llamo Lorenzo Falcó, Lore para los amigos, soy gay y eso no cambia el hecho de que me caigas mal.

              James se relaja. Sonríe también por lo bajo y añade:

              -Y yo soy James Orwell, y ahora tú me caes un poquito mejor a mí.

              Volvemos a reír, esta vez Lore y James se unen a nuestras carcajadas.

              -Me gustaría pasar esta noche con Anna, me quedaría mucho más tranquilo.

              -¿Tú qué dices Anna? -Pregunta Lore centrando su dura mirada en mí, ha descendido su nivel de rabia pero aún no las tiene todas consigo- ¿Vas a darme el gusto de darle una patada en el culo para que se largue o no?

              Sonrío. Ahora mismo no sé qué hacer, me ha puesto entre la espada en la pared, estoy a punto de acceder a que se quede cuando la sombra de un recuerdo aún reciente se interpone, nublando mis sentidos.

              -Creo que deberías volver a casa con tu prometida. Gracias por preocuparte pero yo ya me encuentro mucho mejor.

              Su penetrante mirada azul busca en mis ojos cualquier atisbo de duda en mi decisión para insistir de nuevo. Pero a medida que recuerdo a esa mujer alta y espigada más me autoconvenzo de que esto no es lo que quiero, acabaría sufriendo y es algo que no puedo consentir. Él asiente con un movimiento decidido de cabeza, se despide de mis amigos, incluso de Lore, con un fuerte apretón de manos y nos deja solos en mi habitación mientras se esfuma como una cortina de humo. Me invade una sensación de vacío indescriptible, pero Lore está ahí para darme una palmadita en la espalda y decir que he hecho lo correcto.

              La noche acontece sin sobresaltos, duermo como un lirón, tranquila tras los incesantes cuidados de mis compañeros.

              El fin de semana es relajante. Nos sentamos los cuatro en el sofá y nos ponemos al día de series, vemos un capítulo tras otro de breaking bad. Casi no hablamos pendientes de cada detalle. Esta serie nos roba el aliento, nos deja tontos frente al televisor pero no nos importa, lo estamos disfrutando al máximo.