30
A parir de aquél momento, se desata la locura.
Miro el reloj, son las tres de la madrugada y sigo sin poder dormir. Salgo de puntillas al pasillo y me meto en el baño.
Me lavo la cara con agua fría. Con cuidado voy secándome los arañazos intentando que las costras no se desprendan.
Cuando termino me pongo de espaldas a la pica, mirando hacia la puerta. Suspiro. Ya han pasado dos días, dos días en los que es más evidente que a James y a mí no nos une solo una amistad. Cuando nadie nos ve, él se lanza a robar mis besos. Los dos disfrutamos jugando a eso del ratón y el gato con mis padres, aprovechamos sus ausencias o distracciones para acorralarnos en cualquier esquina y meternos mano. Pero no pasamos de ahí, en casa no se da la situación de que estemos completamente solos.
Solo de pensar en esos últimos contactos mis pezones se endurecen bajo la camiseta. Me acaricio los pechos, que no podrían estar más duros y a punto estoy de liberar un gemido cuando una idea descabellada pasa fugaz por mi mente.
Intentando no hacer ruido salgo del baño. Examino detenidamente el terreno:
Pasillo despejado. Habitación de mis padres cerrada 30 grados y la habitación de James abierta de par en par. Siguiendo las estrictas órdenes de papá.
Me muerdo el labio inferior y avanzo lentamente hacia la habitación abierta, aunque antes paso por la mía para coger una cosita.
¡Qué loca estoy!
Entro despacio, entorno la puerta pero sin cerrarla del todo, el ruido podía despertar a alguien y nos saldría muy caro, más si me pillan aquí.
Me acerco a tientas hacia la cama, aunque conozco el espacio a la perfección. Me inclino un poco y aspiro la respiración profunda de James, que está dormido.
Despacito me meto dentro de su cama, él todavía no se ha dado cuenta. Me acurruco y paso una mano por su pecho, descendiendo por el estómago hasta detenerme en su entrepierna.
Mis ojos se abren sorprendidos. ¡Está empalmado! Me pregunto con qué estará soñando.
Divertida tras lo que acabo de palpar me acerco a su sensual boca entreabierta y le planto un tierno beso. Su cuerpo se agita nervioso, se mueve apartándose de mi lado, hasta que se da cuenta de que soy yo y su actitud cambia. Su hilera de dientes blancos resplandece en mitad de la noche.
Me pongo a horcajadas sobre él, le beso de esa forma únicamente nuestra, como si el mundo fuese a acabarse mañana.
Sus manos se enganchan a los bajos de mi camiseta y la sube gradualmente hasta quitármela por la cabeza, luego, me masajea los duros pechos mientras que la mano que le queda libre desciende hacia mi trasero para colocarme más certeramente sobre su erección. Se mueve despacito debajo mío pero yo estoy ansiosa.
Me abalanzo sobre él, haciéndole un traje de besos, mordiscos, lametones... mientras me muevo con una urgencia desmedida. Deseosa de sentirle.
-No podemos hacer ruido... -Susurro en su oreja. Él asiente y me estira hacia abajo para seguir besándome-.
Enloquecida por el morbo que me suscita la situación, me afano por quitar sus pantalones de pijama, liberando así su erección. Abro el paquetito plateado con los dientes, saco el preservativo y se lo coloco.
Entonces ya no hay nada que pueda frenarme: me siento sobre él, me muevo y poco a poco percibo como empieza a entrar el prepucio solo. Estoy muy excitada por lo que no le cuesta seguir presionando mi orificio abriéndose camino hasta encajarse completamente dentro de mí.
Me muerdo el labio inferior reprimiendo todos mis gemidos. Él inclina la cabeza hacia atrás y cierra fuertemente los ojos para contenerse.
Sigo moviéndome, cabalgando como una diosa encima de él. Arriba, abajo, arriba, abajo... así varias veces. Trazo circulitos con su pene en mi vagina mientras sigo con mi particular danza desenfrenada. Sus manos me aprietan, palpan cada poro de mi piel y yo, gozosa, me muevo aún más insistente encima suyo.
Se echa un poco hacia atrás y su pulgar presiona mi clítoris justo en el momento en que había alcanzado la máxima excitación. Estoy a punto de chillar, pero entonces recuerdo que debo contenerme, así que me tumbo sobre él, deslizo los pechos por su pectoral mientras me muevo salvajemente de norte a sur, sin dejar el menor hueco entre nuestros cuerpos desnudos y empleando toda nuestra fuerza en el refriego. Ambos nos perdemos en el cuello del otro, enterrándonos para bloquear los involuntarios sonidos hasta que, un par de minutos más tarde, nos dejamos ir en un liberador orgasmo.
Arrugo los dedos de los pies mientras me contraigo, prolongándolo un poco más el momento antes de caer derrotada sobre su cuerpo ligeramente sudado.
Él se encarga de sellar mi boca con un beso, recordándome que estoy respirando demasiado fuerte. Capto la indirecta, cierro la boca e intento respirar profundamente por la nariz hasta recobrar el aliento.
Sonríe, yo le devuelvo la sonrisa. Ahora todo es perfecto. El sexo lo ha curado todo.
Beso su pecho recubierto de fino vello. James pasa las uñas por mi espalda produciéndome cosquillas, pero no me aparta de encima suyo, le gusta sentirme como a mí apreciar su contacto.
Poco después, no sé cuánto tiempo ha pasado exactamente pero bien han podido ser horas, decido levantarme. Él me retiene, sujetándome de la mano para que no me vaya, pero no puedo quedarme. Le colmo de besos mientras me deshago de él. No nos decimos nada, sobran las palabras porque ahora únicamente hablan nuestro sentimientos compenetrados. Un par de achuchones más y me escurro hasta salir de su cama. Abro la puerta. Miro. No veo a nadie. Entonces regreso a mi habitación satisfecha. Me meto en la cama y espero impaciente a que amanezca un nuevo día.
Salgo de mi cuarto ya arreglada. Espero impaciente a que aparezca James. Ahí está. Me mira sonriente. ¡Pero qué guapo es madre! ¿dónde me lo voy a follar hoy?
Empiezo a reír como una loquilla. Últimamente no hago más que pensar en sexo, vamos, que parezco un tío...
Juntos caminamos por el pasillo y bajamos las escaleras que dan al comedor, lo bordeamos y entramos en la cocina.
Mis padres se dan un beso. Se despiden porque él va a trabajar. Lleva su impecable uniforme azul marino de mosso.
-Buenos días. -Digo y les doy un beso-
-Bon día petita. Ens veiem aquesta nit.
Vuelve a besarme y le da un fuerte apretón de manos a James.
-Arreveure! -Exclama James y mi padre complacido, le dedica un movimiento de cabeza que dice: "cada día me caes mejor hooligan"-.
Es sorprendente lo mucho que ha avanzado en estos días, mi padre dice pequeñas frases en catalán y no solo eso, además tiene la paciencia necesaria para intentar enseñarle. James, como buen estudiante de Oxford que está hecho, le presta toda su atención. Quiere aprender, aprender por complacerle ya que sabe que así tiene los puntos ganados con él.
Mi madre se acerca enérgica como cada mañana. Ella no saluda con un apretón de manos, se lanza a pellizcar su mejilla e inclina su cara hasta tenerla a tiro para darle un beso.
-¿Qué vais a hacer hoy? -Pregunta llevando la cafetera hacia la mesa-
-Todavía no lo hemos pensado. -Digo cogiendo una tostada con mantequilla y mermelada-.
-Pues hace un día estupendo, ¿por qué no aprovechas y le enseñas a James el pueblo?
Hago una mueca.
-Mamá aquí no hay nada que ver... -Y entonces caigo. No hay nada. Ni nadie. Solo campo, bosque... sonrío con malicia- Está bien, tienes razón, le enseñaré todo esto.
Mi madre asiente complacida, pobre ingenua.
Seguimos desayunando. Ella nos comunica que hoy tiene planeado hacer paella para comer. Alega que James no puede permanecer un día más sin probarla y yo me echo a reír cuando él corresponde al entusiasmo de mi madre diciendo que le haría mucha ilusión teniendo en cuenta lo bien que cocina. Es un experto camelador, el típico galán inglés desplegando todas sus artimañas, pero a mí me gusta eso y es que una mujer nunca recibe demasiados halagos.
Terminamos de comer, cojo una pequeña mochila con todo lo imprescindible y me llevo a James a rastras.
-Te voy a enseñar un sitio que es espectacular. Te va a encantar.
Me devuelve la sonrisa. Coge fuertemente mi mano y juntos avanzamos dirección al bosque. Por suerte él ha tenido la picardía de ponerse ropa deportiva, estos parajes no están hechos para ir en traje.
A medida que nos adentramos en la espesura del bosque, dejando a un lado los llanos campos de cultivo que bordean el pueblo, todo se va haciendo más oscuro. Abundan los pinos, castaños y algunos robles.
Los árboles crecen exageradamente hacia arriba buscando incansablemente la luz del sol. Esta batalla por alcanzar un atisbo de claridad, hace que las ramas se entrelacen formando un enmarañado tejido, una capa espesa donde únicamente se infiltran pequeños destellos luminosos por la mañana.
La ausencia de sol reaviva al denso musgo que tapiza de verde los troncos y cubre el suelo. Pisarlo es como caminar sobre una gruesa alfombra de angora colocada encima de un terreno irregular.
El olor a humedad, a verdín, a naturaleza salvaje… me produce una sensación agradable, me traslada a un lugar lejano, antiguo, donde el hombre aún no ha hecho su devastadora aparición. Aquí no hay contaminación, no hay apenas coches, ni fábricas, ni gente adicta a las telecomunicaciones. Aquí solo hay paz, pajarillos y eso sí, muchos bichos.
-¿Qué te parece? -Digo no bien dejamos atrás la zona sombría y ascendemos la montaña hasta alcanzar un pequeño claro invadido por el sol. Hemos subido muchísimo, pero ha valido la pena porque desde aquí las vistas son inmejorables-.
James mira los extensos terrenos de cultivo. A lo lejos se puede intuir el pequeño pueblecito, donde la torre más alta es el campanario de la iglesia.
-¿Siempre has vivido aquí?
-Sí.
-Es precioso Anna. Y eso que a mí no me gusta el campo, pero contigo todo es diferente. Es como si me transmitieras tu alegría, me estás enseñando a apreciar cosas que hasta ahora simplemente ignoraba.
Me echo a reír. Descuelgo la mochila de mi hombro y saco la toalla que llevo dentro. La extiendo para que ambos podamos tomar asiento.
-¿Tienes frío? -Pregunto cuando ha acabado de sentarse junto a mí-.
Me mira extrañado.
-No. ¿Por qué?
-Porque voy a desnudarte.
Se echa a reír. El sonido de sus carcajadas hacen eco entre las montañas.
-¡Qué dices! ¿Aquí? ¿ahora?
Me encojo de hombros y confirmo:
-Sí. Aquí. Ahora.
Me lanzo a por un beso, sonríe. Sus labios se entrelazan con los míos, volvemos a estar a cien. Así que cediendo a nuestro deseo nos desnudamos con urgencia. Sus manos acarician mis curvas, ciñéndose a ellas.
-Me encanta tu cuerpo...
-Y a mí el tuyo, -Digo jadeante-
-Eres perfecta, Anna, la mujer perfecta.
Río en su cuello.
-Ahora sí que me queda claro que has conocido a pocas mujeres.
Sus carcajadas me mueven, me gusta este James risueño, feliz... tan diferente al de la oficina.
Entonces decidimos no esperar más. Con prisa me quita la ropa, las finas prendas de ropa interior, se pone el preservativo y sentándome encima de él, me penetra con súbita decisión. Chillo y me estremezco por su excitante brutalidad. En cuestión de segundos, ya estoy botando encima de sus piernas, mientras nos devoramos con mirada ardiente.
El camino de regreso lo iniciamos entre juegos, uno de los dos corre y espera a que el otro le atrape, tropezamos, nos reímos, nos besamos... somos una pareja más de enamorados, de esas tan empalagosas que se ven en la televisión, nadie diría en ese momento que nuestra unión está condenada al fracaso des del minuto uno. Pero como estoy harta de repetir hasta la saciedad: todo esto ya lo lamentaré mañana, hoy es hoy y él está aquí conmigo. Con mi familia. No pienso desaprovechar ni uno más de nuestros días juntos.
Hambrientos devoramos la deliciosa paella que mi madre nos tiene preparada. James la felicita en innumerables ocasiones y ella se hincha cada vez más, tan satisfecha por sus alabanzas que temo que en cualquier momento vaya a estallar.
-¡Bien hoy es fin de año! una ocasión especial para estrenar el vestido que James me ha regalado.
Lo descuelgo de su percha. No puede ser más bonito. Hace una bolsa holgada en el pecho, se anuda a la cintura con una fina cadenita de brillantitos diminutos y luego libera una gran porción de tela, que cae hasta los pies. La tela es tan suave y cómoda que se adapta a mi cuerpo como una segunda piel. Me miro en el espejo mientras extiendo la falda con las manos como si fuera una princesa de cuento.
Con la plancha he moldeado bucles en mi extensa melena, queda tremendamente sexy. Me maquillo un pelín dotando de un rojo intenso mis labios carnosos. Para terminar me subo a mis zapatos plateados de tiras, esos que se anudan en el tobillo. Los colores casan divinamente, estoy deseando que James me vea con su regalo puesto.
Me acerco trotando a su habitación y entro. Esto de tener siempre la puerta abierta tiene sus ventajas.
James está ajustándose el nudo de la corbata al cuello. Está espectacular. Incluso ha elegido una corbata roja, como marca la tradición.
-¡Joder Anna realmente ese vestido vale lo que cuesta! ¡estás increíble!
Sonrío, le beso fugazmente y automáticamente retiro un poco de carmín que ha quedado impreso en sus labios.
-Dicen que trae buena suerte llevar algo rojo para empezar el año. Pero tú te has vestido de verde.
Empiezo a reír. Me aparto y muy seximente voy levantando mi vestido hasta enseñarle mi minúsculo tanga rojo.
James suspira. Se acerca y sin contemplación alguna me planta un beso que a punto está de dejarme en coma.
-Vaya... veo que te ha gustado mi tanga...
-No tanto... -dice y vuelve a besarme con rudeza- tengo unas ganas enormes de arrancártelo.
Entonces sus manos invasivas se infiltran por debajo de mi vestido y rápidamente sus dedos se enredan entre las tiras de mi tanga.
-¿Puedo? -Pregunta desesperado y yo me echo a reír-
-¡No! -Digo e intento separarme, pero él estira aún más fuertemente de mi tanga-
-Te compraré cientos de tangas rojos, pero por favor... ¿me dejas?
Sus labios vuelven a apresarme, gimo mientras mi vagina empieza a humedecerse tras presenciar el duro contacto de sus nudillos contra el clítoris.
-Ni de coña... -Susurro junto a su boca, él libera un jadeo y vuelve a besarme con esa devoción que le caracteriza-.
-Por favor Anna... por favor... -Su suplica debilita mi endereza. Sus besos abandonan mis labios y se centran en mi cuello, buscando refugio para seguir insistiendo- Por favor, lo consideraré como un regalo anticipado de cumpleaños...
Empiezo a reír, está mal de la cabeza.
En ese instante uno de sus dedos me roza, me separa los labios vaginales y se hunde en mi interior sin esfuerzo. Me desarmo, me aprieto junto a él y dejo que me toque, primero con un dedo y luego con dos.
-Dámelo. -Me ordena mientras colma mi barbilla de diminutos besos-.
Estoy a punto de ceder, de decir que tome todo cuanto quiera de mí. Entonces lo consigue, su pulgar presiona mi clítoris mientras el índice sigue dentro de mi vagina.
-Vale... -Digo jadeante, rindiéndome a la maestría de sus largos dedos-.
-Vale qué...
¡Encima el muy pervertido quiere escucharlo!
-Te doy mi tanga. -Cedo al fin- Arráncamelo. -Le incito-.
Percibo su sonrisa en mi cuello, me da un pequeño mordisco y susurra cerca de mi oreja:
-Será todo un placer...
Lo estira en un movimiento brusco, lo desgarra y me lo arranca sacándolo de debajo de mi vestido.
-¡Me encanta! -Exclama mirándolo desde muy cerca. Entonces hace uno de esos movimientos extraños, se lo lleva a la nariz y lo huele al tiempo que cierra los ojos satisfecho- Lo guardaré como un tesoro.
Sonrío, me pongo en jarras frente a él y divertida añado:
-¿Y ahora qué me pongo? No tengo más ropa interior roja.
-No te pongas nada. -Me sugiere como si tal cosa-.
Me echo a reír con ganas, este hombre es insufrible, sin embargo me tiene loca, tanto es así que cedo a su capricho y bajo al comedor sin nada que proteja la parte más vulnerable de todo mi ser. De tanto en tanto me sonríe, sabe que me siento rara por ir sin ropa interior y su retorcida mente ya está hallando fórmulas para meterme mano, sin obstáculos de por medio.
Durante la cena nos damos un festín a base de marisco. La última comilona del año, como siempre dice mi madre, debe ser especial.
En cuanto acabamos, mis padres se sientan frente al televisor. Obviamente nuestro canal es antena tres. Estoy nerviosísima por el anuncio que nos espera. James me infunda tranquilidad cada vez que le miro y sonríe. Queda un único hueco en el sofá así que, gustosa, se lo cedo a él, a mí no me importa sentarme sobre la mullida alfombra que hay debajo de este y recostar mi espalda entre sus piernas.
Pero él no parece demasiado cómodo con esa postura, así que se escurre por el asiento, me empuja hacia delante y se sienta a mi espalda. Tengo sus piernas a mi alrededor y él roza levemente mis brazos desde atrás con las yemas de sus dedos. Miro de reojo a mi madre que sonríe por vernos así, es la primera muestra de afecto público que mostramos. Mi padre en cambio aprieta los labios pero no dice nada, que él sepa, James no se ha saltado ni una sola de sus normas.
Recuesto mi cabeza hacia atrás, James se inclina y pone su barbilla sobre mi coronilla. Cierro los ojos un momento. Apenas presto atención a Paula Vázquez y Ana Simón que hablan sin parar, recordando que antes de las campanadas vienen los cuartos.
James se prepara su cuenco de uvas, yo hago lo mismo y lo coloco sobre la falda.
Empiezan las campanadas.
Una. Mastico la primera uva. Dos. Tres. Cuatro...
Y damos la bienvenida entre fuegos artificiales y aplausos al 2014. La gente se abraza, las presentadoras toman champán dejando el reloj de la puerta del sol a su espalda y entonces, se abre el nuevo año con el primer anuncio.
No hay sonido. Solo el correteo de mis pies por la tarima de madera, me siento sonriente y empiezo a hablar yo sola, como una imbécil.
James acaricia mis brazos hasta alcanzar mis manos y entrelazarse a ellas, las aprieta y logra destensar esa rigidez de mis músculos.
En cuanto termina el bochornoso anuncio miro a mis padres. Su aprobación es lo que más me importa ahora.
Mi madre llora por la emoción mientras cubre su boca con la mano.
Su reacción es de esperar, se ha quedado sin habla, impresionada, pero se nota que le ha gustado.
Desvío la mirada hacia mi padre y su mandíbula se ha quedado entreabierta. Sigue mirando atentamente hacia la tele pese a que el anuncio ha terminado.
-¿Qué opinas papá? -Le digo temiendo su respuesta-
Entonces sus ojos se encuentran con los míos y se dulcifican.
-Tinc la filla més guapa del món!
Me echo a reír y me levanto para abrazarles. El teléfono de mi casa empieza a sonar. Familiares que han visto el anuncio, lo sé porque mi madre lleva toda la semana llamando para avisarlos.
Ella se levanta desatando una sonora carcajada por en camino mientras va en busca del teléfono ansiosa.
-Ha sido espectacular. -Me susurra James al oído- No me cabe ninguna duda de que esta campaña va a arrasar.
Y ahora es mi móvil el que suena como un poseso. Mis amigos van a comunicarme sus opiniones. Río y corro hacia una habitación para hablar tranquilamente con ellos en una conversación a cuatro.