25

 

 

              Es lunes por la mañana y mi cara luce mejor aspecto que nunca. Entro como un huracán en el edificio de las oficinas de Soltan. Pol se alegra de verme, me refiere el polvo del jueves, que me ha tenido en cama un día entero, y yo le devuelvo la broma con mi habitual alegría. Suspiro una vez encerrada en el ascensor, todo sigue como siempre. La vida continúa.

              Vanessa corre a mi encuentro, me pregunta cómo estoy y seguidamente me pone la cabeza como un bombo contándome las últimas novedades. Al parecer James está muy ocupado, le han llamado de la agencia de publicidad, tiene reunión en un par de horas para ir a ver el sketch publicitario de nuestro producto.

              Me siento en mi silla, enciendo mi ordenador y me pongo al día con el correo atrasado. Efectivamente Claudia me ha enviado varios e-mails para ponerme al tanto, pero como el jueves estuve tan distraída y el viernes no fui a trabajar, no los he visto.

              Me levanto para guardar unos papeles en el archivo, pero no llego a salir de detrás de mi escritorio cuando veo que la prometida de James sale del ascensor. Lleva varios sobres en la mano y su aspecto es impecable. Estirada y con su habitual prepotencia se detiene frente a mi mesa, me mira de arriba abajo y reproduce una sonrisa forzada.

              -Anúnciame. He venido a ver al señor Orwell.

              Asiento automáticamente y me muevo dejándola a un lado. Llamo al despacho de mi jefe y espero su respuesta al otro lado.

              -Buenos días señor Orwell.

              -¿Cómo estás Anna? ¿Te encuentras bien?

              -Perfectamente. Su prometida le espero fuera, ¿la hago pasar?

              Su rostro se ensombrece, bufa y me indica con un gesto de su mano que la haga pasar. Obedezco. No dejo que esto me afecte. Ya no.

              Su prometida entra, aún no ha traspasado el umbral cuando dice bien alto y claro, tal vez para que toda la oficina se entere:

              -Traigo las invitaciones de boda, tal y como quedamos ayer, así podremos escoger de una vez por todas cuál es la que nos gusta para llevarlas a la imprenta lo antes posible.

              Les dejo a solas. Las palabras de esa tía han sido como un mazazo en pleno corazón abierto. Cojo aire, me encamino hacia mi mesa y sigo trabajando. Poco después la puerta del despacho de mi jefe se abre, miro sin querer, no puedo apartar mis ojos de ellos.

              Ella se inclina, le da un frío beso en los labios y se marcha con la cabeza bien alta. La mirada de James se encuentra con la mía, parece angustiado aunque soy incapaz de adivinar el por qué. Seguidamente pasa su mano por su espesa cabellera rubia y regresa a su guarida, a esconder la cabeza como las avestruces.

              Cuando por fin llega la hora del desayuno, Vanessa y yo nos ponemos en pie y cogemos nuestras cosas. Antes de entrar en el ascensor James me llama. Las dos nos giramos en el acto.

              -Señorita Suárez me temo que deberá sacrificar su hora del desayuno, lo haremos en la agencia de publicidad, tenemos cita para ir a ver la campaña que han hecho a nuestro producto.

              No entiendo por qué quiere que vaya, pero no puedo negarme. Me acerco a él y me despido de Vanessa.

              Mientras nos dirigimos hacia el parquin, James rebusca en su bolsillo del pantalón y saca su i-phone que está vibrando.

              -Buenos días.

              Reproduce en un inglés perfecto aunque un tanto frio. Poco a poco ralentiza su paso hasta colocarse a mi espalda, sin duda, no quiere que me percate de la conversación.

              -Sí. Bien. No te preocupes.

              Silencio.

              -Te mantendré informado, descuida.

              Se para en seco a un par de metros de su vehículo y yo hago lo mismo. Aunque disimulo mirando en dirección opuesta, tengo toda mi atención puesta en su conversación. Hay que ser cotilla hasta el final.

              -No. No puedo.

              Se pasa las mano por el pelo y suspira.

              -De verdad papá, no insistas, no podemos estar juntos y lo sabes.

              Se produce otra breve pausa.

              -Me temo que este año será imposible, sabes que no quiere verte y por nuestra parte ya tenemos planes, pero gracias.

              Vuelve a suspirar.

              -Vale, adiós y... felices fiestas, nos vemos en cuatro meses lo más tarde. Sí, para comentar los resultados de la campaña. Bien. Adiós.

              Cuelga y se apresura a abrirme la puerta de su BMW. Entro sin quitarle ojo esperando a que me dé algún tipo de explicación, ¿Qué le pasa con su padre? Por qué se comporta siempre de forma tan arisca con él? No entiendo cómo pueden disimular sus diferencias estando juntos teniendo en cuanta la relación tan tirante que mantienen.

              Muy fiel a su conducta opta por ignorar mis reacciones. Bien, con que esas tenemos...

              Miro al frente y me concentro en la carretera, aunque no puedo dejar de pensar en mi antiguo jefe, siempre me ha dado algo de pena, pues nunca pareció completamente feliz y tras conocer a su hijo, pude intuir el por qué. Sin embargo, no creo que no puedan solucionar las cosas, después de todo, algo me dice que no estaría aquí de no ser por su padre.

              Como siempre hay muchas cosas respecto a mi jefe que se me han pasado por alto, en parte por lo reservado y hermético que es. Me molesta que ponga tanto esmero en mantener al margen su vida privada, eso solo denota que tiene cosas que ocultar. En otra circunstancia le hubiese preguntado al respecto, no me tiembla la voz para eso, pero justo ahora, estoy demasiado enfada con él. Tal vez sea la visita de su prometida que me ha enervado sobre manera. Cada vez que la veo se me forma un nudo en el estómago que... ¡Dios! ¡Qué rabia tener que ser muda y ciega en esta vida! debo confesar que este es un papel que no me va mucho. 

              Escuchar mi nombre hace que salga inmediatamente de la burbuja donde encierro mis venenosos pensamientos y vuelva a mirar a James, que parece estar algo inquieto.

              -Anna... me gustaría contarte algo...

              Le presto toda mi atención, deseosa por desvelar esas dudas que, tanto el mensaje del día anterior como su extraña conversación de hace un momento, han suscitado en mí.

              - Se trata de mi relación con Alexa. Necesito que lo entiendas.

              Totas mis expectativas se caen como una baraja de naipes. ¿Por qué insiste en hablarme de esa mujer? ¿No se da cuenta de que de todos los temas que podríamos hablar ahora mismo este es el único que no tengo ningún interés en conocer?

              Saco a relucir toda mi altivez y ladeo el rostro incómoda, dirigiendo nuevamente la vista a la carretera.

              -Limitémonos a hablar de trabajo, por favor James, lo necesito.

              -Pero...

              -¡No!, -Espeto alzando la voz- a partir de ahora quiero ser solo una secretaria,  porque es lo que soy, ¿no?. No quiero que vengas a verme cuando estoy enferma, ni que te preocupes por mí, no quiero privilegios de ningún tipo por haber tenido algo contigo, no quiero nada James. Tú no te das cuenta, pero cada vez que te acercas a mí de ese modo o hablando de tu mujer me haces daño.

              Aprieta los labios mientras se concentra en la carretera por fin. No vuelve a dirigirse a mí durante todo el trayecto, parece que al fin lo ha entendido.

 

              Llegamos a las oficinas de la empresa publicitaria Taos, en la calle Muntaner. Claudia es la primera que nos recibe tras una amigable sonrisa. Nos contemplamos con complicidad y nos detenemos más tiempo de lo estipulado en los besos de bienvenida, como si fuéramos amigas de toda la vida.

              Claudia habla sin parar, le sigue un equipo de gente joven que también ha participado en la campaña. En cuanto llegamos a la gran sala, toda revestida de madera, una señora entra con un carrito, deposita unas tazas de café junto a unos bollos sobre la mesa.

              James coge uno al tiempo que me ofrece la bandeja para que yo haga lo mismo. No lo dudo, pese a que mi estómago está algo delicado aún, tengo tanta hambre que me comería un hipopótamo.

              Lo devoro junto al café mientras Claudia, muy animada, saca la cajita rectangular que le han enviado y pone sobre la mesa nuestro lote de cinco cremas. ¡Es muy bonito! yo no había tenido el placer de verlo hasta ahora. Hay cinco recipientes redondos, cada uno de un color: lila, turquesa, marrón, rosa y dorado.  Cada color pertenece a un aroma determinado, lo sé porque en la tapa hay el dibujo de aquello a lo que supuestamente debe oler: Moras, marino, café, fresa y vainilla. Me muero de ganas de olerlas, deben ser una pasada.

              Claudia hace un gesto con la cabeza a uno de sus compañeros, este se levanta e inserta una diminuta memoria externa en el reproductor.

              Empieza una música sugerente, solo instrumental. En la pantalla aparece un entorno natural, se ve el agua cristalina, las plantas exóticas se mecen ligeramente con el viento, la panorámica se extiende por el mágico paisaje hasta que se detiene en una chica semidesnuda que se mueve sutilmente encima de un prado recién cortado. Las margaritas le tapan las partes más comprometidas de su anatomía mientras ladea su rostro perfecto hacia la cámara. Su pelo rubio brilla con fuerza bajo los rayos del sol, sus ojos azules parece que nos miran directamente a nosotros hipnotizándonos con su belleza, entonces sus sonrosados labios se separan y con una voz sensual añade: "Me gusta sentir la naturaleza sobre mí piel" La chica vuelve a girarse mientras sonríe mirando al sol, la música desciende y entonces aparecen las letras de nuestro producto en grande: Anna's line. Cosmética natural para el cuerpo.

              Me giro sorprendida. Miro a James pero él parece ausente ahora mismo. ¿Cómo puede haber puesto mi nombre a uno de nuestros productos? ¡Encima sin mi consentimiento!

              -¿Por qué se llama así? -Pregunto alucinada.- Nadie me ha dicho nada.

              -Se suponía que era una sorpresa. -Espeta James con su habitual seriedad- Es justo que nuestro producto lleve el nombre de la persona que ha tenido la idea de su creación. -Le miro sin atreverme si quiera a parpadear- Pero sin embargo debo añadir que este anuncio es decepcionante. -Mira severamente a Claudia, yo quiero intervenir, pero soy consciente de que quedaría raro que una secretaria serenara a su jefe, así que agacho la cabeza y cierro el pico.- Cuando dije que quería que fuese un anuncio que transmitiera naturalidad y frescura no me refería a esto. ¡¿Pero en qué cabeza cabe que una modelo rubia y maquillada sea natural?! ¿Y por qué está desnuda en mitad de un prado? no tiene sentido, ¡este no es un anuncio de colonias y me temo que habéis entendido mal el concepto!

              -Lo sentimos mucho señor Orwell. Si no es de su agrado podemos presentarle otras ideas y...

              -¡Por supuesto que no es de mi agrado! ¡Es una bazofia!

              Suspiro, alzo el rostro y entonces, a través de la cristalera que da al pasillo veo a Sofía, ¡La chica de Naertura! al final le han dado un trabajillo. Sonrío, ella me saluda fugazmente y entonces hago caso a un impulso irrefrenable. Me levanto al tiempo que me disculpo y dejo la reunión a medias para ir a saludarla.

              -¡Nenaaa! -Me lanzo a sus brazos, ella me corresponde soltando una risotada en mi oreja- ¡Pero qué guapa estás! a la vista está que los aires de Barcelona te sientan de maravilla...

              -¡Ni que lo digas! Al día siguiente de que hablara contigo me llamaron para una entrevista y bueno… aquí estoy. Hoy es mi segundo día. Sabía que venías y por eso me he acercado para verte.

              -¿Por qué no me has dicho que te han cogido?

              -Solo estoy a prueba. No se lo he dicho prácticamente a nadie porque no quiero lanzar las campanas al vuelo. Pero que conste que eres la primera en saberlo, ni siquiera se lo he dicho aún a mi familia.

              -Lo entiendo. Yo tampoco soy de las que alardean demasiado pronto. Pero bueno, ¿cómo te va?

              -No me quejo. Estoy aprendiendo un montón, me tienen de ayudante de fotografía. ¡Me encanta la fotografía!

              -Jolines, me alegro un montón.

              -¿Y tú qué? ¿Cómo lo llevas?

              Hago una mueca.

              -Pues no demasiado bien, mi jefe está que echa humo. No le ha gustado la campaña publicitaria.

              Se echa a reír.

              -Pues será el único hombre al que no le ha gustado, porque no veas como estaban aquí de revolucionados con la llegada de la modelo.

              -Sí, son hombres...

              Miro sutilmente hacia el interior de la sala. Desde aquí no se oye nada pero sí percibo como James chilla, señala con el dedo la pantalla y se pone completamente rojo por el esfuerzo. Suspiro.

              -Creo que tengo que entrar.

              Veo como mi jefe señala hacia nosotras, moviendo sus manos con frenesí y yo me apresuro a sumarme nuevamente a la reunión.

              -Si no sois capaces de hacer lo que os pido, no hace falta que os molestéis. Buscaremos otra empresa. -Claudica y yo me quedo boquiabierta- ¡Vámonos! espero que cuando vuelvan a llamarnos sea porque han captado la esencia de lo que pretendemos transmitir.

              Sale enloquecido de la sala, yo me retraso un poco para hablar con Claudia.

              -¿Qué ha pasado ahí dentro?

              -Ay Anna... creo que hemos metido la pata. ¿Podemos quedar esta tarde, tomamos algo y te cuento?

              -Claro. A las cinco salgo.

              -Vale. A las cinco paso a recogerte.

              Nos despedimos apresuradamente, luego corro hacia la salida para alcanzar a James. No veas como corre cuando quiere...

              Entro en el coche cerrando la puerta tras de mí y no puedo evitarlo, tengo que hablar:

              -Sinceramente no sé por qué te has alterado tanto, con decirles que no te gusta hubiese bastado, no hacía falta que te montaras en cólera.

              Me fulmina con su mirada penetrante. Automáticamente me pongo tensa.

              -Debería dirigirse a mí con más respeto señorita Suarez. ¿No hemos acordado que a partir de ahora seríamos solo jefe y secretaría? además, le recuerdo que el dinero que está en juego con todo esto es el mío y si una cosa no me gusta tengo el derecho de decirlo de la forma que yo crea conveniente. ¿Le ha quedado claro?

              -¡Sí señor Orwell, muy claro!

              -¡Bien!

              Aprieto los labios. ¡Dios qué ganas de atizarle en esa cocorota! ¡Qué rabia que tenga el poder de callarme la boca, dejándome sin argumentos para protestar!

              Regresamos a la oficina. No volvemos a vernos. Cada uno permanece en su lugar, de hecho, cuando considero que necesito comunicarle algo de interés le digo a Vanessa que lo haga por mí. Cuanto menos nos veamos, mejor.

              Pasa el tiempo volando, a las cinco de la tarde Claudia está esperándome como habíamos acordado. Lo mejor de todo es que no viene sola, le acompaña Sofía. Corro ilusionada hacia ellas y las beso con cariño transmitiéndoles toda mi felicidad por verlas.

              -¡Genial! una tarde de chicas, no sabéis como lo necesito...

              Entramos en un bar de copas. La iluminación es escasa, pero hay buen ambiente y el servicio es impecable. Portándome bien, pido que me traigan únicamente un zumo. No quiero que mi estómago se resienta.

              Hablamos, hablamos y hablamos. Nos reímos. Es increíble lo bien que conectamos y en cuestión de segundos nos hacemos confesiones íntimas.

              -¿Sabes una cosa curiosa Anna?

              Niego con la cabeza mientras doy otro sorbo a mi segundo zumo de piña. ¡Qué aburrido es esto de no poder beber!

              -Cuando te ausentaste en la reunión, el señor Orwell no solo se le fue la pinza y empezó a gritar como un loco, dijo algo que me dejó un poco descuadrada, la verdad.

              -¿Qué dijo? -Alzo el rostro, tengo la sensación de que he empalidecido de repente-.

              -Empezó a señalarte con el dedo y dijo que quería "eso", tu naturalidad, tu vitalidad y autenticidad plasmada en ese anuncio. Dijo que si no podíamos conseguir algo así, ya podríamos olvidarnos.

              No sé qué decir. Mis ojos son incapaces de cerrarse.

              -Eso nos ha hecho pensar... Sofía ha tenido una idea.

              -¿Una idea? -Pregunto desconcertada, ellas sonríen por lo bajo, me siento desnuda ante sus miradas que dicen que saben más de lo que revelan-.

              -Las cremas llevan tú nombre. -Empieza Sofía mirándome con picardía- Además, el señor Orwell opina que tú reúnes todas las cualidades dignas de encarnar el anuncio que él espera, así que...

              -No. -Digo dedicándoles media sonrisa torcida- No me gusta el rumbo que está tomando esta conversación...

              -Anna, esta es una campaña muy importante para nosotros. -Añade Claudia tocándome la mano para hacerme reaccionar- Y no únicamente eso, he decidido jugármela y poner al frente de este gran proyecto a Sofía. Creo que es una buena oportunidad para ella, si sale bien dará el salto y los jefazos la tendrán en cuenta para otros trabajos de mayor responsabilidad.

              -No me podéis hacer eso... yo...yo... -Tartamudeo, soy incapaz de pensar, me han bloqueado-.

              -Anna, sé que te debo mucho, posiblemente el resto de mis días estaré en deuda contigo, pero por favor, esta es la oportunidad de mi vida. Si sale bien supondrá un gran cambio para mí, si sale mal a ti no te perjudicará en nada, únicamente yo sufriré las consecuencias ¿pero sabes qué? al menos tendré la satisfacción de haberlo arriesgado todo por realizar un sueño.

              -Me pones en un compromiso Sofía... no sé qué decir...

              -Di que sí. Por favor Anna...

              Suspiro. Yo modelo publicitario. Insólito. Estoy segura que mañana me arrepentiré de esto, pero hoy me han convencido. Asiento y ellas estallan en carcajadas, me abrazan y me hacen la pelota, más les vale después de lo que estoy a punto de hacer, entonces se ponen en pie de un salto. No quieren esperar a que me arrepienta, hacen bien, ni yo misma puedo garantizar que eso no vaya a ocurrir.

              Las sigo hacia el coche, me meto en él y dejo que me lleven a los estudios.

 

              El edificio está a oscuras, a estas horas ya no hay nadie. Mejor que sea así, o de lo contrario no sé si me atrevería.

              Entramos en una especie de almacén enorme, está todo un poco revuelto. Miro todos los rincones: larguísimos colgadores de ropa, mesas con estuches de maquillaje, focos, pantallas, cámaras...

              ¡Me estoy estresando!

              Claudia parece intuirlo, me acaricia el brazo y me susurra:

              -Ponte algo de ropa.

              -¿Qué me pongo?

              -¡Lo que quieras! -Dice Sofía mientras calibra los focos frente a un fondo de palmeras caribeñas-.

              Sonrío por lo bajo. Ha dicho lo que quiera, se arrepentirá de haberme dejado vía libre.

              Miro con atención toda la ropa. Necesito algo con lo que sentirme cómoda y sobre todo, no pienso enseñar nada. Mi cuerpo es únicamente para mí y para quien yo quiera.

              Separo una a una las perchas del colgador y examino a conciencia cada prenda: ajustado, pequeño, grande, enseña mucho, soso, muy chillón, demasiadas lentejuelas... ¡Este!

              Descuelgo un jersey ancho de angorina color blanco. Es suavísimo, muy ochentero, ¡me encanta!

              Empiezo a desvestirme, me quedo solo en ropa interior y me coloco el jersey, lo hago con gracia, dejando el hombro derecho al descubierto, me miro en uno de  los espejos y me veo fabulosa. Es algo corto, pero queda bien. Mi pelo es el que no me convence. Me quito la coleta y lo sacudo un poco. Está ondulado, cae en cascada por los hombros, me doy cuenta de que lo tengo demasiado largo ya. Me lo coloco hacia un lado y lo estiro un poco con los dedos. Cojo un poco de maquillaje sutil: colorete, un brillo rosa para los labios y me remarco la línea negra del ojo, acentuándolos más.

              Salgo de mi escondrijo y me muestro extendiendo los brazos.

              Bualá! ¿qué os parece?

              -¡Genial! Es muy tú.

              Sonrío.

              -¿Bueno y qué se supone que tengo que hacer?

              -Cuando estés preparada siéntate en el centro de la tarima, delante del fondo de las palmeras. Te he preparado las cremas. Solo pretendo coger algunos planos preliminares con la cámara, así que te haré preguntas y tú contestas. Solo eso.

              -¡Ah genial! es solo una prueba, ¿no?

              -Sí. Así que no te pongas nerviosa.

              -Vale. Fácil. ¿Entro ya?

              -Cuando quieras.

              Suspiro y me encamino hacia la tarima, subo el pequeño escalón dando un salto y me siento en el centro, con mucho cuidado de no enseñar mis braguitas de topos rojos.

              -Vaya... no las había cogido hasta ahora. ¿Son alucinantes no crees? -Digo enseñándole una de las cremas que hay frente a mí. Sofía está concentrada colocando la cámara-.

              Abro el pequeño tarrito y me lo llevo a la nariz.

              -Huelen de maravilla.

              -¿A qué huelen?

              -Mora, fresa, vainilla, café y fragancia del mar.

              -¿Qué te parecen Anna?

              -¡Una pasada! nunca había visto una crema con olor a café. Además son cinco, supongo que lo han hecho así pensando en los cinco días laborales de la semana. Para llegar al trabajo acompañada cada día de un aroma diferente.

              Destapo la de olor marino, me la llevo a la nariz y cierro los ojos al aspirar su reconfortante perfume. Cojo una pequeña porción de crema para untarla en el dorso de mi mano.

              -¿Sabes qué es lo mejor?

              -¿Qué? -Me contesta Sofía algo ausente, mientras toca diversas teclas de la cámara-.

              -Que son cien por cien ecológicas. Sinceramente creo que ese es el futuro.

              -Estoy completamente de acuerdo.

              Sonrío, entorno la mirada y casi me quedo ciega por mirar fijamente un foco.

              -¿Has acabado ya? -Pregunto llevándome una mano a los ojos a modo de visera-.

              -Sí. -Ya puedes levantarte-

              Me pongo en pie de un salto, lo hago con tanta energía que estoy a punto de caer de nuevo, me muevo rápidamente para encontrar el equilibrio.

              -Uy... ha faltado poco. -Me echo a reír- Por cierto estas cremas me las llevo a casa. -Me agacho las cojo del suelo y despejo el plano-.

              -Muy bien Anna, -Sofía detiene la cámara y apaga los focos-. Ya puedes cambiarte, hemos terminado.

              -¿Ya? -Dice Claudia acerándose a nosotras con el rostro desencajado-.

              -Ya hemos terminado. -Repite Sofía y yo dedico una mirada desorbitada a Claudia, que parece preocupada-.

              Voy a cambiarme. En cuanto termino guardo las cremas en mi bolso y me dirijo a ellas, que siguen hablando de algo que se me escapa.

              -¿Qué pasa?

              Sofía me dedica una enorme sonrisa, guarda la cámara en su maletín y se lo cuelga en el hombro.

              -Ahora solo queda faena de montaje en el ordenador.

              -¡Pues qué rapidez! ¿No me irás a poner unas tetazas ni nada parecido, no?

              Empieza a reír.

              -¡Qué va! creo que no te hacen falta más tetas...

              -¡Oye!

              -Has empezado tú. -Se excusa y yo me echo a reír-