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-Buenos días.
-Buenos días. ¿Has dormido bien?
-¡Muy bien!
Le sonrío y espero a que él acabe de dar órdenes a los chicos del mostrador. En cuanto termina se acerca a mí y me guía con la mano en la cintura hasta la salida.
Nuestro coche nos espera. Entro como puedo, hoy he elegido mi falda negra de tubo favorita, pero claro... o he echado culo o se ha encogido porque la noto más ceñida que de costumbre.
El coche nos lleva hacia las oficinas de Naetura. Entramos en un altísimo edificio acristalado. Lo que me gusta es la cantidad de elementos florales que hay dentro: ficus de todas las medidas, flores de colores vivos, todos perfectamente combinados, creando un ambiente de ensueño.
-Señor Orwell, le esperábamos. Acompáñeme.
Una chica muy mona nos conduce por unos pasillos enmoquetados hasta llegar a una amplia sala de reuniones con una enorme mesa de cristal en medio, justo en el centro hay una bandeja con vasos, cafetera, agua y un imponente surtido de pastelería. Mi jefe estrecha las manos de esos directivos un tanto regordetes y me presenta. Yo también les saludo antes de tomar asiento en la silla que James me indica, justo la que está a su lado.
Una chica nos ofrece café, tras dejar las tazas llenas delante de cada uno se marcha.
Empieza la reunión. Mi jefe se ha estudiado muy bien todo lo que tiene que decir. Enseña un elaboradísimo plan de estadísticas y les anima a asociarse con su empresa para lanzar un producto nuevo al mercado.
Dado que Soltan tiene mucha reputación, los directivos estudian seriamente su propuesta. Nos sugieren que el nombre del producto que está por crear no haga referencia a ninguna de las dos empresas. Prefieren únicamente invertir en algo nuevo y repartirse los beneficios en función de la inversión aportada por cada contribuyente.
Escribo en mi ordenador portátil todo lo que se comenta. La reunión está durando más de lo necesario. Ellos no acaban de decidirse, James empieza a desesperarse. No puede hacer esto solo, le falta un inversor externo, entendido en la materia, ya que hasta el momento Soltan se ha especializado únicamente en protectores solares.
Ambos lados dejan al descubierto sus dudas, esperando que la otra parte se las resuelva. Las piernas se me están durmiendo de estar tanto tiempo en la misma postura, me recoloco en la silla y....
¡Pruuumpt!
Eso solo puede significar... miro inquieta a todos los presentes, que siguen discutiendo sin haberse percatado de nada. Pero yo en cambio soy muy consciente de lo que ha pasado. El rojo intenso invade mis mejillas mientras intento disimular, pero tarde o temprano se darán cuenta, no podré ocultar la raja que se ha hecho en la costura de mi falda.
James se desafloja el nudo de la corbata y empieza a gesticular con las manos. No sé qué es lo que está pasando, acabo de perder el hilo. ¿Y ahora qué hago?
Trago saliva antes de volver a ponerme manos a la obra. Mientras esté sentada nadie verá nada. Tengo que permanecer sentadita y quietecita tooodo lo que quede de reunión.
Después de un par de horas más que se me hacen interminables, Naetura accede. Aportará un 30% de participación para lanzar el producto: un lote de cinco cremas hidratantes aromatizadas. La parte estética del diseño, la publicidad y el nombre lo dejan a cargo de mi jefe por ser el inversor mayoritario.
Aún quedan pequeñas menudencias por tratar. Pero lo esencial, aquello por lo que vinimos a Madrid está conseguido.
Mi aparente equilibrio se desestabiliza cuando el director de la empresa en la que nos encontramos se levanta, estrecha fuertemente la mano de mi jefe y mientras hace lo mismo con la mía añade:
-Y ahora me gustaría que me acompañaran, quiero enseñarles mis instalaciones y que vean cómo trabajamos.
Se me seca la boca. Miro a Jamen, éste y todos se levantan mientras yo permanezco en mi silla. ¡Qué bochorno!
-¿Anna, vienes?
Miro a mi jefe y hago una mueca.
-Si no les importa yo profiero quedarme, debo acabar de redactar un par de puntos.
Nadie parece darle mucha importancia a excepción de mi jefe, que parece tener un sexto sentido.
-Venga con nosotros Anna, ya acabará eso luego.
Niego con la cabeza. Mis cejas prácticamente se unen por la tristeza, pidiéndole, rogándole más bien que se vaya y me deje en paz un rato.
Como respuesta a mi plegaria interna, James accede a marcharse. Acompaña a los señores hacia el pasillo mientras yo me quedo sola en la sala de juntas.
Respiro tranquila. Cierro mi ordenador y aprovechando que no me ve nadie me pongo en pie para revisar los daños.
La raja se abre de arriba abajo entre las cachas del culo, para colmo llevo tanga. Maldigo varias veces en voz alta y corro a pequeños pasitos hasta llegar a la pared. Pego a ella mi trasero mientras empiezo a moverme de lado hasta llegar a la puerta.
Me deslizo sobre la superficie plana, como un animal que se esconde de su atacante mientras espera el momento oportuno para salir huyendo. Saco la cabeza. ¡Bien no hay moros en la costa! decido sacar el cuerpo entero, arrastro mi culo por la pared mientras muevo las piernas dando pequeños pasitos frenéticos. En cuanto veo que viene alguien me detengo y sonrío.
Una vez libre de miradas indiscretas vuelvo a avanzar.
-¿Anna?
Pego un grito de angustia y automáticamente me llevo las manos al pecho.
-Sí. Hola. -Respondo sin mucho interés, el tonito nervioso me delata-.
-¿Qué haces?
Miro a James y hago una mueca. Estoy atrapada.
-No quieras saberlo... ¿cómo ha ido la visita?
-Me he escapado. -Reconoce sin darle la menor importancia- He dicho que iba al servicio y he venido a recogerte. ¿Qué tramas?
Se me escapa una risita. Realmente mi situación y estrategia de fuga es lamentable.
-Me ha pasado una cosa... ¿puedes dejarme sola, por favor?
-No. -Su no es inquebrantable- ¿Qué ocurre? -Cuchichea al ver que yo lo hago también-
Emito un suspiro y tiro mi cabeza hacia atrás, recostándola contra la pared.
-Resulta que he tenido un percance con mi falda y ahora mi principal objetivo es escapar sin que nadie me vea.
Su rostro extrañado me contempla de arriba abajo.
-Pues lo tienes complicado. Hay que cruzar ese vestíbulo de ahí -Dice señalándomelo con el dedo- y está lleno de gente.
-Madre mía... ¡vaya mierda! ¡joder! si es que todo, absolutamente todo tiene que pasarme a mí.
Cojo el maletín con mi ordenador y lo llevo hacia mi trasero con disimulo.
Si soy lo suficientemente rápida y discreta, puede que...
-A ver Anna, déjame ver, no creo que sea para tanto.
Le contemplo ojiplática.
-Sí lo es. Confía en mí.
Una risa discreta se abre paso en su rostro.
-¿Quieres mi chaqueta? -Susurra-
Mi cara de angustia le hace reír a carcajada limpia esta vez, lleva rato aguantándose las ganas hasta que no puede más. Le hago un gesto con la mano indicándole que se calle, pero simplemente no es capaz. Se retira un par de lágrimas de los ojos y cuando ha logrado serenarse se gira para mirarme.
-Está bien Anna. Acepto la misión. Voy a reunirme con el grupo, pero antes encontraré la manera de ayudarte. No te muevas.
-Tranquilo. Esta pared es mi refugio.
Vuelve a reír y se aleja a paso ligero. Mira que como el cabrón no vuelva y se olvide de mí...
Doy un pasito más hacia la izquierda y vuelvo a escuchar ese ruido familiar... el de mi falda rasgándose más si cabe. ¡¿Dios es que todavía esto puede ir a peor?!
Desesperada me aprieto más contra la pared. Estoy segura de que si empleo la concentración necesaria puedo incluso meterme dentro de ella, camuflarme entre el estucado.
-¿Señorita Anna? -La chica que en la sala de juntas nos preparó el café me mira sonriente- El señor Orwell me ha puesto al tanto de su accidente.
Me ofrece una chaqueta larga y me ayuda a ponérmela sin tener que abandonar la seguridad de mi pared.
-Gracias...
-Acompáñeme al baño, veremos si se puede arreglar.
Hago lo que me pide. Entramos en los baños, ella mira que no haya nadie y atranca la puerta con un taburete para crear cierta intimidad.
-Ufff, gracias a Dios que has aparecido, creí que me moría.
La chica se ríe y me ayuda a quitarme la chaqueta que me ha ofrecido antes.
-Pues sí, es un gran descosido.
Lo miro a través del espejo, tengo el culo prácticamente al descubierto. Las dos nos miramos y estallamos en carcajadas a la vez.
-Quítate la falda. Vamos a intentar coserla un poco.
Me quedo en ropa interior frente a ella.
-¿Cómo te llamas?
-Sofía.
-¿También eres costurera?
Vuelve a reír.
-Un poco de todo.
Acaba de enhebrar el hilo en la aguja y comienza a realizar unas puntadas pequeñas y muy juntas para unir los dos extremos de la falda.
-¿Cuánto llevas trabajando aquí?
Hace una mueca, intuyo que es un tema que le cuesta tratar.
-Entré hace seis años como becaria. Aunque ahora por fin me han hecho un contrato...
Su tono me da a entender que no está conforme con algo.
-¿Te gusta trabajar aquí?
-Mmmm... no es lo que esperaba. A veces siento que ya no puedo avanzar más. Estoy estancada y eso me preocupa.
-Entiendo... conozco esa sensación ¿Y supongo que buscarte otra cosa donde te sientas más realizada no es factible, no?
Niega con la cabeza.
-He tenido oportunidades para dar el salto, pero nunca me he atrevido y ahora ya es demasiado tarde.
-Nunca es tarde. Eres joven. ¿Qué te gustaría hacer?
-En realidad he estudiado publicidad y márquetin. Aunque estoy haciendo las cosas que no quiere hacer nadie: fotocopias y cafés.
Las dos reímos del tono que ha empleado.
-Parece que estás desaprovechada.
Se encoje de hombros.
-O puede que no sirva más que para esto.
-¡No digas tonterías! creo que te falta motivación. Además, según lo que se ha comentado hoy en la reunión... necesitamos un eslogan para nuestras cremas, un nombre y una buena publicidad. Podría hablarles de ti.
-No serviría de nada. No tengo referencias, nunca me han dado una oportunidad...
Asiento. No quiero decirle nada más, no sé si podré conseguir que esté al frente de algo tan importante, además, no la conozco lo suficiente como para dar la cara por ella, sin embargo me cae bien y veo algo... no sé que es.
-Sofía, ¿puedes darme tu teléfono? nunca se sabe.
Ella sonríe y complacida me dicta su número para que lo memorice en mi móvil. Decido enviarle un whatsapp para que ella también tenga el mío.
En cuanto acaba de dar las últimas puntadas a mi falda, me la entrega.
Me la pongo. Sigue estando ajustada, pero ahora, al menos, es toda de una pieza. Le sonrío, le doy las gracias mil veces y después de salir del baño donde nos habíamos recluido, le planto dos besazos en las mejillas tras prometer llamarla en cuanto lleguemos a Barcelona.
James junto a los directivos de Naetura se reúnen con nosotras poco después. La cara divertida de mi jefe no tiene nombre. Aún se lo está pasando en grande rememorando lo que me ha ocurrido.
En cuanto nos despedimos de todos y cada uno de los miembros de la junta, el taxi nos lleva de nuevo al hotel. Tenemos muchísima hambre por lo que, tras haberme cambiado de ropa, ambos acudimos al bufet, donde todo tiene una pinta fabulosa y no nos cortamos un pelo en comer cuanto nos apetece.
De vez en cuando James se sigue riendo de mí. Es como si ese pensamiento del incidente con mi falda le asaltara a la menor oportunidad. No puedo enfadarme, de hecho si le hubiese pasado a él yo sería mucho más cruel, de eso no me cabe ninguna duda.