12

 

 

              Es una noche agitada. Por la mañana parezco un zombi, encima mi ojo ha adquirido un color verdoso que da escalofríos solo mirarlo.

              -Buenos días Pol.

              Él se gira. La diversión se esfuma de su rostro tras ver mi semblante cansado, me dedica un movimiento de cabeza sin añadir nada. Yo se lo agradezco, no estoy para bromas.

              En la oficina todo sigue igual. Nadie se da cuenta de lo que se avecina. Suspiro y llamo a personal para que me facilite la lista de los empleados. En cuanto me la envían por correo interno la miro y la miro. Nadie se merece un despido. Quien más o quien menos hace lo que puede y lleva años trabajando para la empresa. Además, el impacto de un despido de diez personas en una plantilla donde trabajan unos cincuenta será demoledor.

              Con la mano trémula empiezo escribir nombres. Hago caso a Lore y no solo  miro su papel en la empresa, sino su situación familiar, por lo que me limito a anotar aquellas personas más jóvenes sin carga familiar, posiblemente no tardarán en encontrar otro empleo.

              Durante toda la semana he parecido un alma en pena por la oficina. James me ha citado un par de veces más en su despacho para darme informes. Cuando me pregunta como llevo la última tarea que me ha encomendado, respondo con un movimiento afirmativo de cabeza, no me atrevo a verbalizar lo que realmente pienso porque me metería en serios problemas con él.

              Así dejo pasar un día tras otro. La gente empieza a olerse algo, pero consigo esquivar sus preguntas.

              Es bastante tarde cuando llego a casa y me siento junto a la mesa del comedor. Paso mi vista por cada uno de los nombres que he anotado. No sé cómo al final he apuntado a nueve personas.

              -¿Cómo lo llevas? -Elena se sienta a  mi lado y mira esos nombres uno a uno, pero ella no los conoce-.

              -Me falta uno. -Digo con la voz rota-.

              -¿No sabes quién?

              La miro. Sus ojos tristes se centran en los míos. Desciendo los párpados unos segundos al tiempo que suspiro, cuando vuelvo a abrirlos le respondo.

              -Sí, lo sé.

              -¿Y bien?

              Técnicamente hay un puesto en la empresa que está duplicado. Podríamos prescindir de una de las dos personas.

              -¿Quiénes?

              -Vanessa y yo realizamos la misma función. Aunque ella se encarga de un sector y yo de otro... no somos necesarias las dos. -Tras ver su cara de desconcierto continúo- Vanessa lleva menos años que yo en la empresa, abarca una pequeña parte de mi faena dado que yo hago el doble para que no se sature, puesto que sé que le cuesta más que a mí realizar ciertas labores, sobre todo aquellas en las que tenemos que dar la cara al público. Pero Vanessa es madre soltera, además sus deudas económicas son grandes y precisa ayuda de sus padres para pasar el mes. Tiene más dificultades que yo para abrirse camino y empezar de cero en otro sitio.

              -¿Entonces, qué vas a hacer?

              -¿Está claro, no? voy a despedirme.

              -¡¿Cómo?! -Sus ojos se dilatan extrañados-

              -Es lo mejor que puedo hacer. Además, de esta forma también me solidarizo con mis compañeros.

              -¡No puedes hacer eso! ¡Te encanta tu trabajo y te preocupas como nadie por una empresa que no es tuya!

              -Hay más empresas que precisan personal, no es el fin del mundo...

              -¿Estás segura?

              Suspiro. Cojo el bolígrafo y anoto mi nombre al final de todo.

              -Completamente. -Susurro- A partir de ahora formo parte del personal prescindible de la empresa Soltan.

              Pongo punto y final a la lista. Ahora puedo descansar tranquila.

              Con la mente fría. Enciendo mi ordenador y por primera vez en años, vuelvo a aquellos tiempos en los que buscaba trabajo. Esta vez me centro únicamente en empresas relacionadas con el mundo de la cosmética, seguramente todas funcionarán más o menos igual y dada mi experiencia... rastreo durante horas enteras, hay poca oferta, pero confío en que mi currículum haga el resto. Tras anotar en mi cuaderno algunos datos de interés e imprimir la información que necesito de las empresas que me interesan, me siento en el sofá, junto a mis amigos, para hablar, ver la televisión... en fin, despejarme un poco.