21

 

 

 

              -Despierta dormilona... tenemos trabajo.

              Emito un gruñido involuntario que me despierta en el acto.

              -¿Qué hora es? -Pregunto desesperada-.

              -Tranquila, aún tenemos un par de horas.

              Sin perder tiempo me pongo en pie.

              -Ay...

              Vuelvo a sentarme en la cama, con cuidado coloco mis manos en la vagina.

              -¿Qué pasa? -Me pregunta James alarmado por mi expresión-

              -Anoche nos pasamos un poco. Creo que cada vez que me siente hoy voy a acordarme de ti.

              Se ríe. Se acerca a mí para besarme el cuello por detrás.

              -Si te sirve de algo... a mí también me duele.

              -Me giro para mirarle. Su pene está algo irritado todavía, y es que tanto sexo salvaje es lo que tiene. Es todo un placer practicarlo, pero nadie te advierte de lo que pasa después.

              Sonrío a Jamen mientras se ladea el miembro flácido de lado a lado. Examinándoselo.

              Me acerco despacito, me inclino y le doy un fugaz besito en la punta.

              -Eso no ayuda mucho para calmar el escozor, más bien lo aviva.

              Se me escapa una sonora risotada.

              -Es bonita. -digo mirándola desde muy cerca- ¿Cómo la llamas?

              Hace una extraña mueca escondiendo la risa.

              -No tengo por costumbre llamarla de ningún modo.

              -¿A no? -finjo sorpresa- Pues debemos remediar eso enseguida, hay que buscarle un nombre.

              Ahora sí empieza a reír de verdad.

              -Está bien, -asiente divertido- ¡sorpréndeme!

              Acepto el desafío. Me muerdo el labio inferior mientras la miro. La recuerdo exultante, erecta y juguetona y entonces el nombre viene prácticamente solo.

              -¿Qué te parece Manolo cara bolo?

              Sus carcajadas hacen eco en la habitación mientras se cubre ambos ojos con la mano. Su cuerpo se retuerce de risa, al igual que el mío. Cuando retira la mano de su cara, se lleva un par de lágrimas, se acerca para besarme y añade:

              -No te voy a decir que ese nombre me gusta. Pero he de reconocer que ha tenido su gracia. ¿Qué tal si buscamos uno para lo tuyo?

              -¿Para mi chichirrín? ¿Tienes algo en mente?

              Empieza a reír mientras niega con la cabeza. Se lo piensa, lo mira descaradamente y arquea las cejas cuando cree que ha encontrado algo.

              -Ya que te gustan tanto las comidas extranjeras... ¿Qué te parece quesadilla?

              Le miro seria unos segundos. Luego escupo la risa contenida y él aprovecha mi indefensión para hacerme cosquillas sin descanso. Me retuerzo, me ladeo y cuando estoy a punto de morir por un ataque de risa, se levanta de un salto y ocupa el baño.

              ¡Cabrón, lo ha hecho adrede!

 

              Hoy tenemos reunión con los directivos de Logona. Empresa que potencia los productos ecológicos para la cara y el cuerpo.

              Nos enseñan sus amplias y luminosas instalaciones antes de iniciar la reunión en una enorme sala acristalada. Me gusta su filosofía de empresa, como utilizan las materias primas que les ofrecen los vegetales para elaborar sus productos de forma natural, sin agentes químicos de ningún tipo. Además, está en contra de las pruebas en animales, financia programas de ayuda para la conservación del medio ambiente y todos sus productos son envasados con materiales reciclados. Están muy concienciados con lo que hacen.

              James, en esta ocasión toma asiento a mi lado frente a la gran mesa. Yo abro mi ordenador portátil dispuesta para tomar acta de todo cuanto se trate en la reunión.

              Mi jefe procede con su explicación, enseña nuestros estudios de mercado: “la ley de la oferta y la demanda”, su idea, la colaboración con Naertura. Están gratamente sorprendidos con nuestra propuesta. Se ven interesados puesto que supone una inversión pequeña en caso de que no de resultado, pero muy beneficiosa si los cálculos de James no fallan. Naturalmente ha exagerado un poco el pronóstico de éxito del producto, le interesa financiarlo y para ello necesita la ayuda y el respaldo de otras firmas.

              Entonces llega la eterna pregunta. Por qué una marca con tanta experiencia y reputación, necesita la ayuda de terceros para poner en marcha este innovador proyecto ampliando la gama de sus productos.

              A lo que James, sin titubear responde:

              -Queremos iniciarnos en un sector en el que no tenemos demasiada experiencia. Buscamos potenciar, a partir de nuestra firma y las que se asocien, una gama de cosmética ecológica. Pensamos que es el futuro. Para ello nos gustaría contar con los mejores expertos en la materia.

              El grupo, que previamente ya recibió la propuesta de James por e-mail y la estudió en profundidad, parecen tener una decisión tomada.

              -Supongo que es un poco arriesgado, tal y como están las cosas, abrir una nueva línea de mercado, bajo una marca desconocida para el consumidor... no nos da demasiadas garantías, pese a que nuestros nombres figuren de manera indirecta. -Hacen una breve pausa- Es una decisión que no podemos tomar a la ligera. Me temo que no hemos tenido demasiado tiempo para estudiarla en profundidad.

              James asiente. Precisamente esa era su táctica, como buen calculador sabe que demasiado tiempo para pensar, hace que la gente ponga más inconvenientes a su proyecto. Lo suyo es pillarlos en caliente, hacerles ver las enormes ventajas y conseguir que firmen un compromiso enseguida.

              El grupo sigue debatiendo, preguntando, estudiando en voz alta. Mi jefe les presta su atención bajo su consabido gesto de circunstancias. Su mano izquierda se masajea el mentón mientras escucha, pero la derecha... Doy un respingo cuando se coge a mi rodilla con firmeza.

              Trago saliva, me recompongo como puedo y sigo tecleando. Pero mi concentración se ha desviado por completo. Miro de reojo a James pero él me ignora. Su mano asciende un poco más, filtrándose por debajo de mi falda. Me pongo roja y rápidamente me muevo, diciéndole con el distanciamiento de mi cuerpo que pare. Pero él simplemente pasa mis reacciones por alto. Su mano sube un poco más. Miro a mi alrededor pero nadie advierte nada, singuen enfrascados en la conversación y la mesa no les deja ver aquello que se está produciendo bajo ella.

              Me va a dar algo. El calor que asciende por mi cuerpo en forma de lava líquida no me deja concentrarme en la reunión. Creo que he perdido el hilo.

              Incansable su mano asciende hasta rozar la fina tela de mi ropa interior. James parece no tener límites. Bien. Pues yo tampoco. Empiezo a teclear frenéticamente la última frase que ha dicho el directivo mientras abro mis piernas disimuladamente, invitándole a entrar.

              Entonces sus dedos se mueven rápidos, apartan la tela de mi tanga y me roza con suavidad el clítoris. Mi respiración se agita levemente. Toso un par de veces tapándome la boca, intentado contener mi propia excitación.

              Vuelvo a centrarme en la pantalla de mi ordenador. Pero simplemente no soy capaz de leer lo que acabo de escribir, seguramente no tiene ningún sentido.

              Uno de los dedos que me acaricia y se hunde en mi interior. Estoy a punto de gritar, pero debo recordar donde estoy. Madre mía, me da tanto morbo lo prohibido...

              Su cuerpo se recuesta en la silla. Adopta una posición más cercana a mí, por lo que con su último movimiento, su dedo se ha hundido aún más en mí. Me sorprende ver como sigue hablando, incluso gesticula con la mano que le queda libre sin salir ni un segundo de mi interior. Me pone cachonda su endereza, así que separo un poco más las piernas. Su dedo entra y sale de mí, incapaz de resistirme, me relajo y le dejo hacer.

              La conversación sigue y yo estoy a punto de explotar. En cuanto su discurso se detiene para dejar a la otra empresa manifestar su opinión sobre su última aportación, su dedo se mueve con más insistencia. Estoy tan húmeda que entra con facilidad. Se mueve, se curva en mi interior y yo me muevo con cuidado, buscando una posición más natural para que él pueda seguir poseyéndome de esa forma...

              El orgasmo está a punto de llegar. Me pongo algo más rígida y continúo con el incesante tecleo, pero mis frases son incoherentes e inconexas. Mi mente está ahora mismo en otro lugar. Para mayor vergüenza, se me escapa un ligero suspiro, a lo que doy un respingo en mi asiento. Dos de los directivos que están sentados delante de mí me miran. Pero enseguida desvían la mirada para prestar toda su atención a James, que ha retomado su discurso reclamando la atención momentáneamente perdida. Sin poder refrenar lo que esta situación me inspira, me corro. Aguanto la respiración y dejo que los músculos de mi vagina se contraigan succionando su dedo, buscando más placer. Cuando sus yemas detectan más humedad de la habitual se retira con delicadeza. Mis piernas se cierran automáticamente y siento como poco a poco, la normalidad regresa a mí. Aunque tengo un colorcillo delator en las mejillas, espero que nadie salvo él sepa identificar por qué.

              Lo que sí me deja realmente patidifusa, es como en un gesto que parece casual, mi jefe se lleva ese mismo dedo que ha estado segundos antes dentro de mí, a la boca. Se lo chupa rápidamente, en un movimiento veloz. Solo yo advierto lo que acaba de hacer y mi cuerpo entero se estremece.

              ¡Menudo pervertido está hecho! ¡Pero hay que ver cómo me gusta!

              La reunión parece no tener fin. Finalmente concluye sin haber obtenido una implicación clara por parte de Logona. Necesitan más tiempo para pensárselo, es comprensible al fin y al cabo.

              Así que tras prometernos que antes de una semana se pondrán en contacto con nosotros para darnos una respuesta firme en cuanto a nuestra propuesta, nos despedimos educadamente y nos marchamos.

              No puedo dejar de sonreír a James. Que me contempla de forma pícara en cuanto entramos en el coche.

              -Me debes un orgasmo señorita.

              Su sonrisa se expande. Abro mucho los ojos.

              -¿Cómo te has atrevido a hacer algo así? ¡Estábamos en mitad de una reunión importante!

              -¡Oh vamos! no te hagas la inocente ahora, tampoco has puesto mucha resistencia... además, la culpa es solo tuya, -Me desafía con la mirada- es verte y entrarme ganas de cometer locuras. No sé que tienes Anna, pero me vuelves loco.

              Sus palabras hacen revolotear las mariposas de mi estómago. ¡Toma ya! ¡Y todo eso se lo provoco yo!

              Su rostro se gira al frente dando por concluida la conversación. La concentración que emplea en la carretera me hace gracia. No es temerario, no sobrepasa un punto el límite de velocidad pese a que hay varios carriles y tiene espacio suficiente para hacerlo. Además, el hotel le ha alquilado un impresionante Mercedes deportivo que corre como si fuera por raíles.

              Los demás vehículos nos adelantan incansablemente para dejarnos atrás, la pasividad del conductor es más que evidente.

              -Dime una cosa... -Empiezo y me giro en su dirección- Te gustan los coches deportivos, de eso no me cabe ninguna duda, pero no les sacas partido. ¿Es necesario ir a sesenta kilómetros hora por la autovía?

              Se ríe, me mira un fugaz segundo antes de devolver la atención a la carretera.

              -Me encanta correr. -Responde con contundencia-.

              -¿Enserio? ¿Entonces por qué vas a paso de tortuga?

              Me muestra su habitual hilera de dientes blancos. ¡Pero qué guapo es, madre!

              -Porque no voy solo. -Y me mira-.

              Su respuesta me descoloca por completo. Me giro al frente con el ceño fruncido. Seguro que he entendido mal su argumento, aunque lo cierto es que su manera de decirlo me ha producido un extraño escalofrío.

              No tardo en volver en mí y plantar cara a la situación. Sonrío con malicia. Desabrocho mi cinturón de seguridad al tiempo que me ladeo en el asiento acercándome un poco.

              -¿Qué haces? ¡Ponte el cinturón ahora mismo!

              Disminuye todavía más la velocidad, a mí se me escapa la risa.

              -Me parece que no...

              -Esto no es un juego Anna. Por favor, ponte el cinturón.

              Me muerdo el labio inferior y me acerco más y más a su cuerpo rígido. Le acaricio la nuca con los dedos, él se estremece bajo mi contacto.

              -Anna...

              -Tranquilízate James... -Le susurro junto a la oreja y antes de retirarme jugueteo un poco con mi lengua. Él se encoge, me mira con severidad mientras se aparta todo lo posible de mí-.

              -Estate quieta, vas a provocar un accidente.

              -Seguro que no. Tú no dejarás que eso suceda, ¿a qué no?

              Su rostro confuso me mira de arriba abajo. Pasamos por un túnel, él enciende las luces un poco tarde y mira rápidamente por el espejo retrovisor. Nervioso.

              -Como no te pongas el cinturón pienso parar en el arcén y abrochártelo yo mismo.

              Su amenaza no me intimida lo más mínimo.

              -James... te debo un orgasmo en situaciones difíciles. ¿Recuerdas?

              Su mirada asustada se centra en mí.

              -Ahora no.

              ¡Y un churro! ¡La de antes me la pagas!

              Ignoro sus palabras y me lanzo a por su cuello, se lo beso, lo lamo y saboreo. Su respiración se agita. Está muy, pero muy nervioso.

              Su cuerpo se retuerce cuando con mi mano palpa su erección. Le acaricio con cuidado hasta que consigo que poco a poco se vaya relajando.

              -Eres temeraria...

              Suelto una risita mientras me inclino sobre él y desciendo hasta colocar mi boca justo encima de su erección. Se la muerdo a través de la tela del pantalón. Gime, suspira y la velocidad del vehículo desciende un poco más. ¡Él y su seguridad!

              Con cuidado le desabrocho primero el botón, luego bajo la cremallera de su pantalón. Coloco mis manos en la goma de sus calzoncillos y susurro:

              -Ayúdame...

              Suspira. Está debatiéndose consigo mismo, pero cuando vuelvo a palpar su miembro, sus caderas se alzan, facilitándome que baje sus calzoncillos junto al pantalón hasta los muslos.

              En cuanto lo tengo delante, expuesto ante mí, le rozo la punta con mi lengua. Su gemido brota desde el fondo de sus entrañas. Me lo meto despacito en la boca y succiono, primero acompasando los movimientos con la mano muy despacio, luego tan solo con mi boca. Un movimiento ascendente por su parte, hace que su miembro se hunda más en mi garganta, lo aprieto con los labios subiendo y bajando la cabeza cada vez más rápido, hasta que jadea, sisea algo entre dientes que no logro descifrar y comprendo que está a punto de alcanzar el clímax. Entonces me muevo con más insistencia para saciar su urgencia de mí en este momento.

              Sus espasmos se intensifican cuando no puede contener más la eyaculación, finalmente se vacía dentro de mí. Vuelvo a saborear sus fluidos espesos. El sabor del semen no es algo que me guste especialmente, pero en él es diferente, la excitación que me produce verle hace que me cueste menos ingerirlo. Eso es curioso porque hasta ahora nunca lo había hecho con nadie. Solo con él.

              Desprendo las últimas gotas con un contundente golpe de mano y regreso a mi asiento para sacar de mi bolso un paquete de clínex.

              Entorna la mirada en mí dirección, tiene la cabeza recostada contra el respaldo y parece haberse quitado un gran peso de encima.

              -¿Te ha gustado?

              Sonríe mientras mueve ligeramente la cabeza para mirar a la carretera.              

              -¡Joder! ¡Ha sido genial!

              -Ahora estamos en paz. -Le recuerdo después de haber limpiado hasta la última gota de mis labios-.

              Vuelvo a inclinarme para subir sus pantalones.

              -Realmente no sé qué voy  a hacer contigo… eres todo un peligro.

              -A ti te gusta el peligro. –Añado convencida dedicándole mi mejor sonrisa de medio lado-.

              Se queda pensativo un buen rato.

              -Últimamente ni yo mismo me reconozco.

 

              Llegamos al hotel para la hora de comer. Como de costumbre se nos ha hecho un poco tarde, pero no tenemos ninguna prisa.

              Después de una gratificante comida, vamos a su habitación y acabamos desde allí el trabajo. Hemos contactado con nuestros compañeros en Barcelona, todo marcha bien. Aprovecho que James se ha ido a la habitación contigua para realizar una llamada personal para hacer yo lo mismo.

              Busco a Lore en mi agenda y presiono el botón de llamada. Espero impaciente escuchar su voz al otro lado.

              -¡Reina!

              Se me escapa una risotada.

              -¡Hola! ¿Cómo estáis?

              -Uffff… esto va cada vez peor. ¿Mañana regresas verdad?

              -Sí. ¿Pero qué pasa?

              -No hay quien aguante a Elena. Está nerviosísima con ese rollo de la conferencia de medicina. ¡¡¡Te necesitamos cariño!!!

              -Me lo imagino, ahora que ve que se acerca el día debe estar que se sube por las paredes… ¿y cómo está Mónica?

              -Se ha vuelto a presentar aquí su alumno preferido.

              Estallo en carcajadas.

              -¿Enserio?

              -Venía a proponerle ir a jugar al billar, alegando que las matemáticas y la estadística tiene mucho que ver en el juego. Quería enseñarle algunos trucos.

              -¡Vaya!

              -Sí, hay que reconocer que el muchachito los tiene bien puestos, pero con nuestra amiga no hay nada que hacer… le ha vuelto a dar con las puertas en las narices y está de lo más irritante últimamente.

              -¡Jo! ¡Pues sí que me he perdido cosas! Y eso que solo llevo tres días fuera.

              -Los suficientes para que te echemos de menos. ¿Qué tal tú por Madrid? ¿Te estarás portando bien, no?

              Silencio.

              -¿Hola? ¿Anna?

              -¡Sí! –Me obligo a responder rápidamente- Cuando dices portarte bien... ¿a qué te refieres exactamente?

              -¡No me jodas!

              -¿¿¿Qué??? -Digo sin parar de reír-

              -¡¿Te has acostado con él?!

              No puedo refrenar la fuerza de mis carcajadas.

              -Ay Lore... ¡en menuda me he metido!

              -¡Ni que lo digas mi reina! La has liado pero bien. ¿En qué demonios estás pensando?

              Suspiro. Lo cierto es que ahora estoy empezando a sudar y todo.

              -No lo sé... ¿esto va a salirme caro, verdad?

              Se le escapa un bufido. Me pongo más y más nerviosa.

              -Esperemos que no, en fin, ya no hay vuelta atrás.

              Me muerdo las uñas. No puedo añadir nada más, me he bloqueado.

              -Anna... -Su voz al otro lado me hace reaccionar-

              -¿Qué?

              -No te preocupes, ¿sabes que es lo que tienes que hacer ahora?

              -No...

              -Pues fóllatelo, -Se echa a reír- De todas las formas posibles e inimaginables, ya que no puedes borrar lo que ocurrió ahora disfrútalo hasta el último día y que sea lo que tenga que ser.

              Su comentario me hace gracia.

              -¿Sabes Lore? has dicho justamente lo que quería oír.

              -Lo sé. -Escucho como sonríe- Tú solo pásatelo bien. Por cierto, ¿qué tal es?

              -Lore... es absolutamente maravilloso; tan cálido, detallista, entregado... no tengo palabras. Te aseguro que nadie me ha hecho sentir todo esto, es, es...

              -¡Calla! ¡que me pones malo! -Se ríe- me alegro mucho que lo disfrutes, pero ten cuidado, ¿vale?

              Pongo los ojos en blanco. A veces me trata como si fuera una niña.

              -No te preocupes. Está todo controlado.

              -Mejor.

              -¿Y tú qué? ¿Alguna novedad?

              -¡Qué va! como siempre. Además ahora estoy muy liado, tengo un caso importante y prácticamente no paro.

              -Ya.

              -Debes saber que me estoy reservando para cuando regreses, tenemos una fiesta pendiente.

              Me río.

              -¡Lo estoy deseando!

              -En cuanto regreses. –Promete-

              -Vale. –Acepto gustosa- Bueno Lore, tengo que dejarte. Voy a llamar también a mis padres.

              -Muy bien. Un besito reina.

              -Hasta pronto.

              En cuanto cuelgo mi corazón da un vuelco. Les echo de menos, mis amigos son el motorcillo que da cuerda a mi vida, es increíble como mi carácter mejora en cuanto hablo con ellos.

              No lo demoro más y aprovecho que James aún no ha vuelto para llamar a mis padres.

Mi madre es quien coge el teléfono, sus saltitos de alegría son perceptibles incluso desde aquí. Me hace mil preguntas en un segundo, me afano por contestárselas todas con la misma rapidez que ella las formula. Mi padre de fondo recrimina que no vaya a verles más a menudo, tiene razón. Pero es que entre el trabajo y demás el poco tiempo que me queda libre me apetece pasarlo con mis amigos, desconectar... pero tras su incansable insistencia les prometo ir a verles pronto y más aún, estoy animada así que deseo hacer feliz a mi madre, le digo que este año pasaré las navidades enteras con ellos. Sus locos chillidos hacen que me retire el teléfono de la cara.

              Ay xiquilla, qué felí me hases! -Repite mi madre una y otra vez con su tan arraigado acento andaluz.-

              Mi padre le roba el teléfono.

              -¿No es broma oi? Ho dic perque ja la tenim amb ta mare, si al final no vens no hi haurà qui la soporti.

              Echaba de menos el escepticismo de mi padre, escucharle me encanta. Encuentro tan graciosa la manera en la que se dirige a mi madre... realmente mis padres no podían ser más distintos. Puro fuego y vitalidad andaluza frente a un cerrado, tranquilón y siempre malhumorado catalán. Es increíble que hayan permanecido juntos tantos años, no tienen nada en común. Pero se quieren, se quieren tanto que no hay cultura ni ideología en el mundo que pueda separarles. Me gustaría encontrar algo así para mí también, al fin y al cabo a ellos les ha ido muy bien. Se respetan, aunque a veces han tenido discusiones de dimensiones épicas por sus enormes diferencias, al final siempre encuentran la forma de superar cada pequeño obstáculo que se les presenta sin renunciar a tenerse el uno al otro.

              -No et preocupis pare, ho he dit de debó.

              En cuanto cuelgo sonrío. Me siento tan feliz...

              James sale de la pequeña habitación contigua. Parece que su conversación no ha sido tan amena y discernida como la mía. Está serio, rígido y en sus ojos veo algo. No sé bien si es pena o rabia, pero su expresión me escama. Me levanto de la silla, camino hacia él, pongo mi mano en alto y le acaricio el rostro.

              -¿Estás bien?

              Reacciona dando un pequeño bote tras ese contacto con el que claramente no contaba, en cuanto reacciona, detiene mi mano a mitad de caricia retirándola de su mejilla. Nuestras miradas se encuentran y él sonríe fugazmente antes de besar la palma de mi mano con delicadeza. Entonces me atrae súbitamente para abrazarme con fuerza, en ese momento la que se queda completamente paralizada soy yo.

              -Ahora sí. -Susurra junto a mi cuello haciéndome cosquillas-.

              -¿Qué ha pasado?

              -Nada.

              -No me trates como una tonta James, tu actitud ha cambiado.

              -No es nada, de verdad. Asuntos familiares. Nada más.

              -¿Y no vas a decirme de qué tratan?

              Suspira y se separa de mí.

              -No. No es relevante.

              Frunzo el ceño. Nada ha cambiado entre nosotros, aunque yo pensaba que sí. Sigue siendo el mismo hombre reservado y opaco de siempre. Le observo en la distancia sin mover un solo músculo, intentando adivinar por sus movimientos aquello que claramente sé que me oculta. De repente, se gira en mi dirección, extrañado tras ver que no me he movido aún.

              -¡Por favor no me mires así! hay cosas de las que no me apetece hablar. Eso es todo. -Tiende una mano en mi dirección- ¿Me acompañas?

              Dice cerca de la puerta. ¿Y qué otra cosa puedo hacer? resignada avanzo los metros que nos separan y le acompaño sin decir nada más. Demostrándole que estoy molesta con él por su silencio y falta de confianza.

 

             

             

 

              Tras la cena, todo acontece a cámara rápida.

              Nos sentimos raros. No es para menos. Hacemos el equipaje y con él todos los mágicos momentos vividos entre los dos, los guardamos en uno de los compartimentos de nuestra abultada maleta. No sabemos cómo serán las cosas a partir de ahora, qué pasará al regresar a la oficina, volver a las rutinas... me gustaría seguir teniendo contacto con él, creo que ya me he encariñado un poco, no lo puedo remediar, soy una tonta. Eso es lo que me quería decir Lore cuando me advertía que tuviese cuidado. Me conoce mejor que nadie y sabe lo fácil que me resulta arriesgar sin tener garantías.

              Esa noche, él acude a mi habitación. Parece abatido, pero mi intuición dice que no es momento para preguntas. No puedo presionarle si no quiere contarme aquello que le inquieta.

              Es la primera vez que dormimos juntos en la misma cama sin hacer nada. Simplemente nos abrazamos. No tenemos el cuerpo para nada más, y mientras nos obsequiamos con tiernas caricias encontramos la tranquilidad y la paz que ambos necesitamos. No nos importa que pasará mañana, ya estamos acostumbrados a que »el ahora« sea lo que cuente en nuestra relación y en este momento, lo único que tenemos realmente claro es que queremos pasar este presente juntos.

             

              Por la mañana aprovechamos para ir a una recomendada empresa de envases de plástico en Madrid: Geca. James quiere comparar los precios a la que tenemos en Barcelona, la también conocida empresa Arcas.

              Nos enseñan los distintos departamentos y luego nos acompañan a una sala para enseñarnos sus propuestas de envases para las cremas que pretendemos comercializar. James busca un envasado sencillo, pero quiere se sea atractivo a la vista. Los modelos que nos exponen son muy  variados, en cuanto a forma, grosor y tamaños. Tocamos los distintos recipientes, palpamos sus texturas granuladas, lisas o con pequeños dibujos en relieve.

              De forma inesperada se vuelve hacia a mí para mirarme.

              -¿Qué te parece?

              Asiento con la cabeza.

              -Bien, -Me encojo de hombros- Aunque yo no creo que sea tan importante la forma como el color.

              James asiente convencido.

              -Cierto.-Dirige su atención al grupo- Me gustaría un recipiente básico, pero de colores vistosos como turquesa, lila, amarillo... dependiendo del aroma que otorguemos a la crema así debería ser el color del envase.

              -No habría ningún problema. -Se afanan en responder- Tenemos una gama de colores muy amplia.

              Nos muestra un conjunto de tarjetas unidas por un extremo a modo de catálogo. Los colores son fantásticos, hay de todos los que me pueda imaginar. James sonríe al ver mis pupilas dilatadas por la emoción. Pasa pausadamente las láminas y de tanto en tanto se detiene, dejándome señalar aquellos que más han llamado mi atención.

              En cuanto tenemos más o menos una idea clara, les pedimos un presupuesto. Han acordado enviárnoslo por e-mail en breve, barajando todas nuestras opciones.

              Aún nos queda comparar esos presupuestos con los de Barcelona, tenemos que elegir bien la mejor oferta, pues el dinero no es precisamente algo que nos sobre.

              Llegamos de vuelta al hotel hacia la una del mediodía, comemos y recogemos nuestras maletas para dirigirnos al aeropuerto. Ya es hora de regresar a casa.

              Respiro hondo en cuanto vuelvo a entrar en ese avión tan lujoso, tal vez sea la última vez que vaya a subir en primera clase. La azafata me lleva hasta mi asiento, la sigo por el amplio pasillo hasta llegar a mi lugar, James va detrás.

              -¿Tienes ganas de llegar a casa? -Me pregunta solo para distraerme, sabe lo nerviosa que me pongo justo antes del despegue-.

              -Pese al haber estado trabajando, no me lo he pasado nada mal. -Le sonrío- se me ha hecho corto y todo.

              Se ha dibujado una sonrisa perpetua en su rostro blanco. Con cuidado, extiende el brazo izquierdo y me envuelve ambos hombros atrayéndome a él.

              Suspiro, me recuesto en su torso mientras sostengo la mano que cuelga delante de mí hombro y la masajeo un buen rato. Entorno mi mirada hacia arriba y veo que ahora es él quien ha cerrado los ojos, relajándose por fin. Me acurruco un poco más en su costado, sintiendo como su calor me reconforta. Casi puedo olvidarme que estoy dentro de un maldito avión. 

              No tardo en escuchar el pitido que precede un mensaje en su teléfono móvil y abro los ojos como platos.

              -¿Qué haces con el teléfono encendido dentro del avión? -Le reprendo-

              Sonríe.

              -Aún no se han cerrado las puertas, tranquilízate. -Sigue riendo mientras se lo saca del bolsillo y empieza a trastearlo con una mano-.

              Tras su argumento, decido copiarle. Tal vez eso me relaje.  Me ladeo para sacar mi móvil del bolsillo y lo enciendo.

              Tengo un mensaje en la bandeja de entrada. Lo abro.

              »Hola Anna, soy Sofía, ex-trabajadora de Naetura, bueno, supongo que ya sabes lo que significa ese “ex” he decidido perseguir mi sueño. Si puedes hacer algo por mí…«

              Río  mientras niego con la cabeza. Madre mía que loca está, ¡me encanta!

              »GUAPAAA anda que ya te vale, de cabeza a la piscina ¿eh? Jeje. Bueno, mándame tu currículum por e-mail, vamos a probar suerte. Aunque no conozco a nadie en Madrid.«

              Su respuesta es inmediata.

              »¡Hola! No te preocupes, lo cierto es que un cambio de aires no me vendría mal.«

              Otro mensaje. Lo abro. ¡Qué rápida es! Acabo de recibir su currículum por correo.

              »Ahora mismo reenvío tu currículum a una amiga de Barcelona, no puedo prometerte nada.«

              »Muchas gracias, te debo una. ¿Tienes por ahí otra falda que arreglar?«

              Empiezo a reír. ¡Qué cabrona!

              -¿Qué pasa? –Me pregunta James volviendo a guardar su teléfono en el bolsillo-.

              -¿Te acuerdas de Sofía?

              -Mmmm… no. ¿Quién es?

              -Es la chica de Naetura. La que me arregló la falda.

              -¡Ah sí!

              -Me ha escrito un mensaje. Ha dejado el trabajo.

              -¿Por qué?

              -Porque estaba poco valorada, además, ahí no hacía lo que le gustaba.

              -¿Y ha dejado el trabajo sin más? ¿Sin tener nada más?

              -No sé qué ha pasado exactamente, pero eso parece.

              -¡Qué insensata!

              Me ladeo para mirare.

              -No lo es. Solo ha decidido apostar por lo que realmente quiere.

              -No Anna, ha renunciado a una nomina segura a cambio de nada. No me parece la opción más acertada.

              -¿Sabes James? Aunque no te lo creas, lo más importante en esta vida no es el dinero.

              -Lo más importante no, pero puede que sí sea lo segundo más importante.

              Vuelvo a mirarle. Permanece tranquilo, naturalmente los motivos de Sofía le dan exactamente igual.

              -Pues muy triste debe de ser tu vida para que tu segunda prioridad sea el dinero.

              -¿Para ti no lo es?

              Se me escapa una carcajada.

              -Ni por asomo.

              -Está bien listilla, ilústrame. ¿Cuáles son tus prioridades?

              Lo pienso durante un rato. No demasiado, lo justo para poner un orden.

              -¿Alguna vez has llegado a casa después de un día agotador y has sentido un alivio inmenso al encontrar en ella a gente que te hace olvidar todas tus preocupaciones? ¿Has sentido ese dolor punzante en el costado y la rigidez en los músculos de la cara porque llevas demasiadas horas riendo sin parar? ¿Has respirado el fresco aire de la mañana y has percibido como tus pulmones se oxigenan de optimismo para empezar un nuevo día? Saber que la gente más importante para ti te quiere y siempre estará ahí, para abrazarte en el momento oportuno. ¿Has sentido esa angustia en el estómago al final del día, cuando te das cuenta de que no te bastan las horas para seguir haciendo aquello que te gusta? ¿Y qué me dices de ese subidón de adrenalina ante un acontecimiento inesperado? La vida siempre te ofrece muchas posibilidades y sorpresas, no hay mayor felicidad que saber disfrutar las cosas sencillas, porque esas, a diferencia del dinero, no te van a faltar nunca. ¡Además son gratis! Si todo eso no son prioridades, ya me dirás tú.

              Su largo silencio me hace moverme buscando el consuelo de su mirada perdida. Está serio, tal vez reflexionando todo lo que acabo de decirle.

              -¿Todo bien por ahí arriba?

              Mi pregunta le devuelve a la realidad de inmediato. Sonríe, se inclina para besarme mientras me obliga a volver a recostarme sobre su cuerpo inmóvil, tal y como estaba antes.

              -¡Menuda hippie estás echa! –Responde al fin y yo estallo en sonoras carcajadas- Y ahora sí que es el momento de desconectar nuestros teléfonos, vamos a despegar. -Me recuerda-.

              Alzo mi teléfono y reenvío el currículum de Sofía a mi amiga publicista Claudia. El mensaje lo encabezo con un: “Favor personal”. Claudia no tarda en contestarme, dice que estudiará el currículum y a ver qué puede hacer, se lo agradezco de forma rápida antes de apagar mi teléfono. Pobre chica, enseguida me di cuenta de que necesitaba que alguien le echara una mano, se veía muy amargada para lo joven que era.

              No me da tiempo en ponerme en situación que James me sonríe con ternura, me coge de la mano y la aprieta mientras la máquina infernal empieza a correr por el asfalto. Las tripas se me revuelven, parece que quieren ascender hacia la boca y salir al exterior. Respiro profundamente, cierro los ojos con fuerza mientras el avión toma altura. En cuanto escucho el pitido del pilotito que indica que podemos desabrochar los cinturones, mi respiración se torna más estable. Pese a que algo me he relajado,  permanezco con los ojos cerrados y la mano izquierda sosteniendo fuertemente la de James. Me desabrocho el cinturón con el brazo que me queda libre.

              -Deja ya de mirarme. -Susurro sin necesidad de abrir los ojos todavía-

              Se echa a reír.

              -No estoy mirando sino admirando, ¿Y cómo sabes que lo estoy haciendo?

              -Puedo sentir tu afilada mirada, como agujas clavándose en mí.

              Su cuerpo se agita por la risa.

              -Lo siento pero no puedo dejar de hacerlo. Eres preciosa.

              Abro los ojos, le miro y empiezo a reír. ¡Qué ñoñas se está volviendo!

              Me acurruco nuevamente en su hombro sumida en un inquebrantable silencio, estoy muy a gusto con mí almohada de James y no pienso desaprovechar la oportunidad de tenerla tanto como dure este viaje.

 

              Aterrizamos en el Prat de Barcelona.

              Debe ser el cambio de aires, la contaminación o algún tipo de planta autóctona que desprende unas feromonas dañinas para el organismo pero James parece ahora otra persona. Su rostro se ha ensombrecido y la frialdad que estos días le ha abandonado, ha regresado a él con toda su fuerza. No me atrevo a decirle nada, tengo la sensación de que cualquier comentario mío sería ahora mal contestado y no quiero borrar el recuerdo maravilloso que he tenido de él durante estos días.

              -Un taxi te llevará a casa. Mañana no tienes que venir a la oficina, te mereces el día libre para descansar, yo voy a hacer los mismo. Así que nos veremos el jueves.

              -Vale.

              Cojo mi maleta, giro sobre mis talones y me encamino hacia la puerta acristalada que lleva al puente de madera elevado.

              No me doy cuenta de que va detrás de mí hasta que una de sus manos guía mi cintura con delicadeza.

              -Gracias por regalarme estos días.

              Freno en seco. Le miro con el ceño fruncido. Sus cambios de humor es algo que no llegaré a entender nunca. Es increíble que una sola persona me tenga tan confundida, todavía no sé quién es él en realidad, si el  enorme bloque de hielo que hay plantado frente a mí o el chico atento y entrañable que descubrí en Madrid.

              -No te he regalado nada. –Espeto confundida-

              Sonríe con nostalgia.

              -Créeme, para mí estos días han sido como un regalo. Nunca me había sentido tan vital y… –suspira- me transmites tu felicidad y las ganas de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, como dices tú. Contigo el día a día es diferente. 

              ¿Se está despidiendo de mí? ¿Pero qué le pasa?

              -Será mejor que me vaya ya. –Le digo en tono tajante, con todo mi orgullo- Lo cierto es que estoy cansada.

              -Claro. -Se afana en responder- Nos vemos el jueves.

              -Hasta el jueves.

              Acelero el paso hasta separarme completamente de él. Ahora sin su compañía me siento extrañamente vacía. Entro en uno de los ascensores que hay al final del camino, nos separamos. Al llegar abajo estoy sola, no hay rastro de James, pero como me había dicho, hay un taxi esperándome, lleva mi nombre escrito en un cartel así que solo puede ser para mí. Me acerco a él y dejo que me lleve a casa.

              El recibimiento en mi pequeño apartamento es colosal. Mis amigos me abrazan, me levantan y me besan por todas partes, su desmesurada dosis de cariño vuelve a llenar mis depósitos vacíos temporalmente por la reciente frialdad de James.

              Entre risas y empujones me llevan al comedor. Donde abro mi maleta y doy los regalos que tengo para ellos. Confieso que los he comprado en el aeropuerto a última hora, pero me encanta ver sus caras de felicidad cuando los desenvuelven y chillan como locas. A todas les he cogido algo de ropa, de colores cantones, como no.

              -Queremos todos los detalles.

              Suelta Elena con los ojos desmesuradamente abiertos.

              Me tiro literalmente en el sofá. Plenamente consciente de que no tengo escapatoria, mis amigos están ávidos de cotilleos y ahora mismo yo tengo uno muy jugoso que ofrecerles. Les explico todo lo acontecido durante los últimos días, cada palabra, gesto, mirada… se lo cuento absolutamente todo y ellos me escuchan, como si les estuviera revelando el final de un esperada trilogía.

              Antes de irme a la cama, Elena se acerca a mí y pillándome a solas dice:

              -¿Seguro que estás bien? A mí no me engañas Anna.

              Me obligo a sonreírle. No quiero que nadie se preocupe por mí y menos ella, sé que está nerviosa.

              Acercándome a ella, acaricio su fino rostro y me lanzo a por un abrazo, Elena lo acepta de buena gana.

              -Estoy bien. Pero ahora creo que debo irme a dormir o mañana no podré dar mucho de mí en ese congreso de medicina.

              Me mira sonriente.

              -¿Entonces me acompañarás?

              -Te dije que lo haría, ¿no?

              -¡Oh Anna! –Me abraza con fuerza- Muchas gracias, de verdad, muchas gracias…

              -Vamos… no me des la gracias todavía, aún puedo echarme atrás.

              Sonríe mientras se separa.

              -Te dejo dormir. Hasta mañana Anna.

              -Buenas noches.

              Entro en mi habitación y cierro la puerta. Vuelvo a sentirme triste. Trago saliva, suspiro y miro mi pequeña cama vacía. Es como si me hubiese desprendido de algo, de algo importante. Me siento perdida.

              Decido dejar de darle vueltas y enterrar en un profundo sueño esos pensamientos.