22

 

 

              Ataviadas con nuestras mejores galas, Elena y yo nos cuadramos frente a un imponente Hilton. Desde aquí el sol nos impide ver toda su altura, pero a la vista está que es un edificio impresionante, compuesto de un bloque rectangular ladeado encima de otro de iguales proporciones en vertical. Elena me entrega el pase de acompañante que ha conseguido para mí. Me lo coloco enseguida, parece tan profesional… ¡qué emocionante!

              Me anudo fuertemente el abrigo al cuerpo, porque aunque es un día soleado, hace un frío que pela, es lo que tiene el final del otoño.

              -Bueno. ¿Preparada?

              Me mira, está tan asustada que no sabe disimularlo.

              -Espera Anna, es pronto.

              -¡Se me están congelando los pies! –Protesto-.

              -Tengo un nudo en el pecho que no me deja ni respirar.

              Pongo los ojos en blanco.

              -¡Tonterías! Vamos. –Emprendo la marcha y ella me sigue dos pasos por detrás.-

              -¡Anna espera!

              -¿Todo esto es por ese tal Carlos? ¿Te da vergüenza verlo o qué?

              -Es que… no sé… ¿Estoy bien? Creo que este vestido es demasiado…

              -Estás estupenda cielo. No te falta de nada. Estoy convencida de que cuando te vea ya no podrá apartar los ojos de ti. Si no lo hace es gay, entonces deberemos replantearnos presentárselo a Lore.

              Se echa a reír y yo la sigo, juntas reanudamos el camino hacia las puertas del hotel.

              -Anna… no puedo entrar.

              -A ver, he venido a presenciar este tostón de reunión por ti. Ya que estamos aquí, vamos a pasar, y sería conveniente hacerlo antes de que se nos gangrene un  pie y tengan que amputárnoslo, aunque no te lo creas, tengo cierto aprecio a mis pies y a todos sus deditos. Así que vamos.

              Tiro de ella con fuerza, conduciéndola hasta el lujoso vestíbulo. Todo brilla, hasta las paredes, que están revestidas con un finísimo mármol blanco con toques negros.

              Llegamos a una impresionante sala de reuniones, tan grande que acojona.

              El hombre que hay en la puerta mira los pases que cuelgan de nuestro cuello y nos deja entrar. Un segundo hombre nos ayuda a quitarnos los abrigos. Llevo un vestido azul eléctrico con escote palabra de honor precioso. Elena se ha puesto uno color ciruela que yo le he dejado, se anuda justo debajo del pecho y cae con vuelo hacia abajo, le queda perfecto.

              -¡Válgame el cielo! ¡Qué maravilla! ¡Mira Elena, tienen una barra de bar! ¡Vamos! Necesitamos una copa.

              -¿Qué dices? Yo no puedo beber ahora.

              -Lo necesitas, quieras o no.

              La obligo a acompañarme. Cojo una rebosante copa de champan francés que hay en unas bandejas plateadas y le entrego una a mi amiga. La necesita más que yo, a la vista está.

              Se la bebe prácticamente del tirón. Me echo a reír. No, si al final se va a emborrachar.

              Hay gente bien vestida por todas partes, todos médicos, la mitad más viejos que matusalén. Doy un sorbito al champan mientras intento poner una pose más sofisticada: Me yergo, cruzo los brazos sobre el pecho mientras dejo mi copa al descubierto apuntando hacia arriba. Muy bien Anna, puedes pasar por uno de estos estirados, nadie advertirá la diferencia jamás, si es que ya lo decía mi madre: voy para actriz. Alzo mi cabeza al tiempo que frunzo los labios y miro a todo lo que se mueve por encima del hombro.             

              -¿Qué estás haciendo? –Cuchichea Elena cerca de mí oído-

              -Déjame, estoy metiéndome en el papel. ¿No lo ves?

              -¡Estás haciendo el ridículo!

              -¡Qué va! Escucha esto: Eubacterium aerofaciens.

              Pongo voz de sabelotodo mientras alzo las cejas dejando descender sutilmente los párpados. La expresión de Elena me hace gracia, pero me contengo.

              -Buenas tardes Elena.

              -Ah, hola Franco. –Elena estrecha la mano del chico, lo cual me sorprende. ¿Que ha sido de los dos besos de toda la vida?- Te presento a Anna, mi amiga. Anna, este es Franco, compañero del hospital.

              Franco me sonríe. Yo aún no he abandonado mi rostro serio de circunstancias. Él estira su mano hacia mí, yo inclino la cabeza y la estrecho con decisión.

              - Eubacterium aerofaciens.

              El chico me mira confuso. Elena se cubre el rostro con la mano avergonzada mientras niega con la cabeza. Al final el tal Franco empieza a reír como un poseso.

              -Disculpara, no tiene remedio. Ahora está haciéndose pasar por médico. –Me excusa Elena-.

              -Encantado de conocerla doctora Anna. Solo por curiosidad, ¿Sabe el significado del término que ha empleado?

              -Mmmm… –Lo pienso unos segundos- significa básicamente que estás muy, pero que muy jodido.

              Su carcajada me hace dar un respingo. Elena vuelve a negar con la cabeza. Estoy avergonzándola, debo dejar ya toda esta estupidez por ella.

              -Bueno, será mejor que vayamos a sentarnos, prometo comportarme como es debido a partir de ahora. –Le digo a mi amiga para que cambie su expresión, pero ni con esas-.

              Los tres nos dirigimos hacia las sillas acolchadas que hay justo delante de un tarima de madera con un amplio proyector detrás.

              Estudio con detenimiento a Franco. Es un chico argentino, no demasiado alto, pero se ve fuerte. Tiene rasgos muy latinos, como ese pelo tan negro, su piel morena y esos ojos impenetrablemente oscuros. Por cierto no está nada mal, es muy, pero que muy mono.

              Me coloco a su lado. Sigue hablando con Elena pero no tengo idea de qué. En cuanto se quedan callados aprovecho.

              -Por cierto, aún no me has dicho que significa Eubacterium aerofaciens. –Le recuerdo y él vuelve a reír- Ahora tengo curiosidad.

              -Es una especie aislada de varias infecciones como la pleuresía, heridas post-operatorias infectadas, peritonitis y forúnculos. Pero lo que más me ha extrañado es que conozcas el término, no se suele utilizar.

              -Ah. Lo habré leído por ahí, ¡a saber!

              Me siento en una silla con Elena a mi lado. Creo que Franco va a dar la vuelta para sentarse al lado de ella, pero no lo hace. Se coloca junto a mí y sigue hablando. Cada vez que inicia la conversación tengo la sensación de que en cualquier momento va a soltar algo como: “¡che boludo…!”.

              -¿Sabes de qué va el congreso?

              -No tengo ni idea.

              -Todo lo que nos van a explicar hoy tiene que ver con el genoma humano. Supongo que ya habrás oído hablar de él tiempo atrás.

              -Sí claro.

              -¿Y qué es?

              Sonrío. ¡Jo qué angustia de tío, parece que esté examinándome!

              - Eubacterium aerofaciens. –Respondo automáticamente y él vuelve a reír-

              -Fue un proyecto de investigación científica con el objetivo fundamental de determinar la secuencia de pares de bases químicas que componen el ADN e identificar y cartografiar los aproximadamente 20.000 a 25.000 genes del genoma humano desde un punto de vista físico y funcional.

              -Sí. Ya decía yo que este congreso era muy importante…

              Se ríe a mandíbula batiente, sin querer acabo contagiándome yo también.

              -No has entendido nada, ¿no?

              -Verás, en realidad yo solo he venido por la comida. ¿Cuándo se come?

              Se vuelve a reír, tiene una sonrisa preciosa, me recuerda a Chayanne, ¡qué gracia!

              -Creo que todavía falta. ¿Quieres que intente explicártelo?

              -¡Adelante! Pero te lo advierto, soy mala alumna.

              -No hay malos alumnos, sino malos profesores, así que si no te enteras de nada quien va a tener que replanteárselo soy yo.

              Sonrío.

              -Venga va, explícamelo.

              Se incorpora un poco más en su silla. Se ve a leguas que está emocionadísimo con este tema.

              -Verás, nuestra cadena de ADN contiene toda la información de nosotros, desde los rasgos físicos, a todas las enfermedades que padeceremos en un futuro. Se podría decir que desde nuestro nacimiento están ya programadas y eso tiene que ver con la carga genética que heredamos de nuestros padres. Pues ahora imagina que los científicos han encontrado un método para aislar ciertos genes y modificar nuestro ADN para que no padezcamos una de esas dolencias que está ya programada.

              -¿Eso se puede hacer?

              -De eso va el congreso. Creen haber encontrado una medicación preventiva para neutralizar la distrofia muscular en pacientes que tienen la predisposición genética a padecer este problema. Pero de momento es todo experimental, solo es una teoría que aún tienen que seguir investigando. Así que también nos mostrarán algunas firmas de fármacos que trabajan con ellos, para recaudar fondos y seguir con su investigación.

              -Vaya… ¿Es que vosotros podéis escoger la marca de los fármacos que administráis a vuestros pacientes?

              -Sí. Es el hospital el que se pone de acuerdo y establece qué marca utilizará. Normalmente quien más nos hace la pelota es el ganador.

              Se echa a reír. Yo me quedo boquiabierta mirándole.

              -Es todo una mafia.

              -A ver, no es tanto como eso. Pero ten en cuenta que la empresa farmacéutica no deja de ser un sector muy competitivo. Además, a los pacientes tanto les da una marca que otra, siempre que el resultado sea el mismo.

              -Siempre y cuando vuestra decisión no les afecte más a su bolsillo…

              Se encoge de hombros.

              -Los preciosos para el usuario generalmente están estipulados. Esto es más a un nivel interno.

              -Entiendo.

              Empieza la exposición. Un grupo de personas se colocan en la tarima. Hablan sin parar, nos muestran vídeos y diapositivas. Es un coñazo increíble. No entiendo como todo el mundo puede estar tan atento sin bostezar.

              Dos horas y media después, me encuentro con un hambre que me muero y con la cabeza como un bombo tras intentar entender la dichosa exposición. Lo único que me ha resultado curioso y he entendido ha sido parte de la introducción inicial, cuando han dicho que los seres humanos somos idénticos en un 99% y solo nos diferencia un 1%, en ese uno por ciento va la parte genética que nos dice cómo debemos ser desde que nacemos hasta que morimos. Qué curiosos somos los seres humanos, parecemos tan diferentes… sin embargo a nivel científico somos prácticamente iguales.

              Nos levantamos y caminamos hacia el impresionante bufet que los camareros de uniforme con pajarita acaban de servir. Es un catering impresionante, hay desde marisco pelado y perfectamente ornamentado hasta taquitos de carne escrupulosamente cortados y pinchados en palitos a modo de pinchos. Embutidos, fritos de todas clases, combinaciones agridulces con frutas exóticas, vegetales con formas imposibles… realmente se han rascado el bolsillo los organizadores para ofrecernos semejante manjar.

              -El jamón está de muerte. –Le digo a Elena, pero está a años luz de aquí ahora mismo-.

              Me giro en la dirección en la que ella mira. ¡Madre mía pedazo de tío!: alto, tremendamente atractivo, moreno, ojazos verdes, nariz perfecta, boca sensual y esa barbita de dos días que lo hacen tan condenadamente guapo. Parece un ángel.

              -No me jodas que ese es Carlos.

              Elena da un respingo tras escuchar su nombre, detecto el miedo en su mirada de chocolate.

              -Sí, es él.

              -¡Por Dios Elena, tú o el Everest o nada! No me extraña que te guste, está buenísimo.

              Se pone roja como un tomate.

              -Ya lo sé. Es ridículo que él pueda fijarse en mí, ¿verdad?

              Pongo los ojos en blanco.

              -No es eso. ¡Claro que puede fijarse en ti! ¿no has estado atenta a la exposición? Solo un 1% le hace diferente al resto. Si te paras a pensar, no es tanto…

              Sonrío, pero eso no acabo de creérmelo ni yo. Ese como mínimo se diferencia un 80% al resto de los mortales, es perfecto. Ni una, pero ni una sola pega.

              Franco se acerca a nosotras, percibe nuestro revuelo e intrigado, viene a cotillear.

              -¿Qué hacés señoritas?

              -Nada. –Se apresura a responder Elena, pero yo le dedico una mirada severa-.

              -A ver Franco, ¿tú puedes presentarnos a ese hombre de ahí?

              Señalo en la dirección del ángel.

              -¡Anna! –chilla Elena dándome un codazo-.

              -Hemos venido a esto, ¿no? –cuchicheo cerca de su oído- Pues eso.

              -¿A quién? –Pregunta Franco- ¿Carlos?

              -Sí.

              -Pero si Elena lo conoce…

              -Bueno, pero Elena no se atreve y yo no tengo el placer de conocerle.

              -Te gusta Carlos. –Confirma con cierta aspereza- Natural, todas están igual.

              Elena se ha girado para coger una copa de vino. Aprovecho y me acerco mucho más a Franco para susurrarle en voz baja.

              -Es a Elena a quien le gusta. Pero no se atreve a decirle nada, me preguntaba si tú podrías encontrar la forma de juntarnos para ver si entre ellos pueden saltar chispas. ¡O qué se yo! Si esperamos a que ella se lance, lo tenemos francamente mal.

              Su sonrisa es enorme. Me enseña otra vez esos dientes blancos como la leche y yo siento como si me derritiera. Este chico tiene un punto interesante.

              -Entonces no es a vos quien le gusta.

              -A ver Franco, hay que reconocer que guapo es un rato, pero ten por seguro que jamás va a gustarme un chico que lo es todo para una amiga.

              -Eso dice mucho de vos.

              -Quizás sea un defecto pero mis amigos están por encima de cualquier hombre.

              Se echa a reír.

              -En ese caso iré a buscarlo, espera un toque.

              Se gira. Lo observo desde la distancia. Elena no le quita ojo, parece asustada tras percibir lo que está a punto de pasar. Franco se ha acercado a Carlos. Se dan la mano y empiezan a hablar. Yo obligo a Elena a ponerse de espaldas y simular que estamos manteniendo una animada conversación, yo soy la única que con disimulo, les sigue con la mirada estudiando cada movimiento. Ambos se ríen, miran en nuestra dirección, Elena habla de cosas incoherentes, pobrecilla no sabe ni lo que dice. Entonces interrumpo su discurso y mirándola atentamente a los ojos le digo:

              -Vienen hacia aquí.

              -¡No jodas Anna! ¡Por Dios qué hago!

              Sonrío tras la palabrota que ha soltado, no es su estilo.

              -Ríete, habla y se natural. Lo demás vendrá solo.

              -¡ES QUE NO SÉ QUÉ DECIR!

              -Shhhhh –Le hago un gesto de advertencia con la mirada. Ella enmudece en el acto-.

              -Buenas noches señoritas. ¿Cómo van? –Empieza Franco, muy sonriente-.

              -Divinamente. –Me apresuro a responder- Yo soy Anna. –Me presento enérgicamente, Carlos va a tenderme la mano y me apresuro a darle unos besos en las mejillas, así abro el camino para que Elena se anime a hacer lo mismo-.

              Carlos sonríe, se queda impresionado, seguramente por mi falta de modales. No me importa.

              -Y bueno, supongo que ya conoces a Elena. –Me retiro y le dejo vía libre-.

              Me quedo a cuadros cuando ella le sonríe como una hiena y en lugar de darle dos besos extiende una mano trémula. Él se queda cortado, se había acercado lo suficiente como para besar sus mejillas pero la muy tonta pone la mano en medio así que los dos se quedan a mitad de camino, en una extraña postura forzada. Cojo aire y empujo descaradamente a mi amiga, que cae encima de él y ambos se afanan para darse dos besos y separarse rápidamente. Madre mía… menudo plan llevamos…

              Franco es el único que se ha dado cuenta de mi poca sutileza y se ha girado disimuladamente para  reírse a gusto sin ser visto.

              -¿Qué tal Elena, cómo lo llevas?

              -Bien… –Elena suelta una risita estúpida. Me imagino que una de esas bigas de los dibujos animados ha caído del cielo a mi cabeza aplastándome. ¿Pero qué demonios le pasa? ¡Parece sumida en un profundo coma!-.

              -¡Oye! -Empiezo aprovechando el incómodo silencio que se ha creado- ¿No hay zona de baile ni nada de eso en esta fiesta?

              Todos se ríen, yo no entiendo el por qué.

              -No es una fiesta, es una convención de medicina.

              -¿Y? ¿Es que los médicos no bailáis? –Se vuelven a reír- Pues es una lástima, yo os lo recomiendo, es muy beneficioso para la salud.

              -Por desgracia somos así de aburridos. –Comenta Carlos. Se acerca a la barra, coge un canapé y una copa antes de volverse de nuevo hacia nosotros-.

              -Pues yo opino que deberíamos hacer algo para animar este tostón.

              -¿Qué propones? –Pregunta Carlos interesado-

              Arrugo el entrecejo, lo cierto es que no me gusta un pelo como se está centrando en mí en lugar de Elena. ¡Pero es que ella no habla!

              -Oh, yo no tengo ninguna habilidad especial. Pero Elena hace unas cosas increíbles con cinco mandarinas.

              -¡Anna qué dices! –Se pone roja- ¡No digas tonterías!

              -No. Quiero ver qué haces con cinco mandarinas.

              Yo sonrío, arqueo las cejas mientras le animo a hacer aquello que tantas veces ha hecho en nuestra casa.

              Franco sonríe, se acerca a la enorme pila de frutas que únicamente sirven de decoración de la mesa y de ella extrae cinco mandarinas, con cuidado de no desmontar la impresionante pirámide.

              -Toma.

              Elena suspira, apura su copa y le arrebata las cinco mandarinas de la mano. Coge dos y el resto las pone sobre la mesa.

              -¡Vamos! Demuéstrales lo que eres capaz de hacer. –Le animo-.

              Todos la miramos. Empieza a mover las dos mandarinas de forma circular sobre su cabeza, da varias vueltas. Luego coge una tercera mientras las otras siguen en movimiento. El juego de malabares continúa ahora con tres mandarinas, volando rápido sobre su cabeza. Estira el brazo, coge una cuarta y la une al grupo. Carlos se queda boquiabierto, mira a Franco alucinado. Luego Elena coge la quinta, la incorpora, pero con tan mala suerte que en el ascenso chocan dos y todas caen al suelo.

              Oh no… se ha puesto nerviosa, porque ella puede hacerlo, no es su primera vez.

              Su decepción es palpable. Se ha quedado callada, tímida y ellos no saben qué decir.

              -¡Uy! Necesito ir al baño.

              Cojo a Elena del brazo y a paso ligero la llevo hacia los lujosos servicios.

              -¿Se puede saber qué coño te pasa? ¡Tienes que reaccionar! ¿me oyes? O cualquier tiparraca de la sala vendrá y te quitará a Carlos de encima en un segundo.

              -¿Y qué quieres que haga? –Se agarra bruscamente a la pica, parece a punto de desplomarse como una baraja de naipes-.

              Suspiro. Me obligo a calmarme y le cojo de las manos.

              -No es tarde. Aún podemos arreglarlo, pero quiero que esta vez te impliques, quiero que hables con él de lo que sea. Solo prométeme una cosa: no digas nada relacionado con el trabajo, es aburridísimo.

              -¿Entonces de qué le hablo?

              -¡No lo sé! Háblale de ti. Vives en una casa con tres personas más, tienes miles de anécdotas que contarle, así preservas un poco más tu intimidad si te da vergüenza darte a conocer, háblale de nosotros.

              Se lo piensa unos segundos, valorando mi propuesta. Finalmente accede con un asentimiento de cabeza, pero antes entra en el baño. La espero fuera, en cuanto sale, las dos regresamos al mismo lugar de antes, aunque hay unas ligeras modificaciones. Tal y como sospechaba, Carlos no pasa desapercibido, por lo que una escultural pelirroja ya se ha puesto justo en medio. Nos mira con escepticismo mientras se acerca aún más a Carlos. Pufff… solo le falta mearse encima de él para dejarnos completamente claro que le pertenece. Pero está muy equivocada si se piensa que nos vamos a dar por vencidas.

              Nos colocamos en frente, intentando seguir la conversación que se ha iniciado.

              Todos son términos médicos, palabras raras, pacientes extraños… ¡qué aburridos que son! Menos mal que Elena sonríe y asiente a los comentarios, al menos ella sabe lo que significa todo eso, yo ya me rindo de intentar entenderles.

              Franco me mira. Sus ojos negros me recorren divertidos, se acerca para ofrecerme una copa y yo la acepto gustosa.

              -No he podido mantener alejadas a las lapas.

              Me encojo de hombros.

              -No te preocupes, supongo que eso debe ser natural para él.

              -Es el poder que tienen los ojos verdes.

              -¡Tonterías! No es el color lo que cuenta, si no la forma de mirar.

              Arquea las cejas.

              -Eso es verdad. Por ejemplo vos, no tenés los ojos verdes pero vuestra forma de mirar es completamente adictiva, tan despierta, vivaracha…

              Se me escapa una sonora carcajada.             

              -¿Estás tratando de ligar conmigo Franco? –Bebo un sorbito de mi copa mientras le miro por encima del fino cristal-.

              -Es justo de lo que estábamos hablando el gallego y yo cuando se han ido al baño.

              -¿Hablabais de mí? –Pregunto alarmada-

              -De las dos. -Aclara- Creo que te interesará saber que Carlos vio con buenos ojos a Elena.

              -¿Enserio? –Mi felicidad ahora mismo es desbordante. Le cojo de la malo para acercarle más a mí. Mi movimiento le ha pillado desprevenido y se ha puesto algo nervioso, pero enseguida logra recomponerse-.

              -¡Cuéntame más boludo! –Le animo ávida por conocer todos los detalles-.

              Él empieza a reír, pero antes de que pueda abrir la boca para seguir con un interesante discurso escucho unas risitas que provienen de la pelirroja que hay junto a Carlos. Me giro y veo que Elena está depositando su copa vacía sobre la larga mesa blanca que hay a pocos metros de nosotros. Pero el aliento se atranca en mi garganta cuando veo que mi amiga, se ha pillado el vestido con las bragas después de salir del baño. Lleva medio culo fuera y absolutamente nadie ha tenido la decencia de decirle nada. Eso es algo que una mujer nunca quiere que le pase y menos delante del chico que le gusta.

              Las risas de esa arpía me están poniendo histérica. Me acerco rápidamente a Elena, Carlos se ha quedado petrificado, sin poder apartar los ojos de ella. Sonrío al grupo y me levanto rápidamente mi vestido y les enseño yo también el culo, con tanga incluido. Elena me mira sin entender, las carcajadas de los demás se incrementan y yo simplemente las sigo mientras me afano a bajar su falda y la mía al mismo tiempo.

              -Desde luego Elena, si no llega a ser por nosotras que animamos estas veladas tan aburridas… –Digo en voz alta para que todos me oigan- ¡Ala! Ahora que ya os hemos dado motivos para tener un plácido y poco relajante sueño esta noche, nos vamos.

              Carlos niega divertido con la cabeza. Franco sencillamente se descojona con mi comentario mientras Elena y yo salimos del Hilton a toda prisa.

              -¡Oh Dios mío qué vergüenza!

              Ella llora, sin más las lágrimas se desbordan por sus ojos invadiendo las mejillas. La vergüenza la abrasa literalmente, su tez se vuelve de todos los colores mientras intenta ocultarse tras las palmas de las manos.

              -Cálmate…

              -¡No me pidas que me calme! ¡No después de lo que me ha pasado!

              -Ha sido una anécdota graciosa de la que mañana puedes reír en el trabajo.

              -¡No Anna! –Sus chillidos son desesperados, le cuesta incluso respirar mientras llora incansablemente- Voy a ser el hazmerreír del trabajo, Eva no dudará en recordármelo solo para burlarse de mí.

              -Eva es la pelirroja.

              -¡Sí!

              Muevo la cabeza. Esa estúpida no dudará en hacer leña del árbol caído.

              -Eso es verdad. Esa pajarraca intentará dejarte mal, incluso esperará el momento para hacerlo delante de Carlos ¿y sabes por qué? Porque ella sabe que él te gusta.

              -¡Esto es horrible! ¿Qué voy a hacer ahora?

              -Tú eres más lista. Sabes cuál será el próximo movimiento de esa arpía y vas a estar preparada. Vas a sacar fuerzas de donde no tienes porque te voy a confesar un secreto. –Ella entorna la mirada para toparse conmigo, desea que la alivie, que le diga algo positivo que le devuelva la confianza en sí misma, estoy dispuesta a hacerlo.- Franco me ha dicho que cuando nos fuimos al baño él habló de ti. No le eres indiferente nena. Por desgracia no he podido enterarme de más, he tenido que dejar a Franco a medio discurso para ir a bajarte la falda.

              Hace un esfuerzo por sonreír.

              -Eso lo dices solo para animarme. –Espeta entre pucheros-

              -Quiero animarte, cierto. Pero nunca te mentiría en algo así, algo que es tan importante para ti y lo sabes.

              Se relaja y yo respiro aliviada.

              -¿Cuál es tu plan ahora? ¿cómo hago mañana en el trabajo?

              Sonrío al ver que su humor ha cambiado ligeramente.

              -Solo puedes hacer una cosa, aunque no te será fácil.

              -¿Qué?

              -Ríete con ellos. –Hace una mueca de disgusto- Debes reconocer que ha sido gracioso, y cuando esa tía diga algún comentario desdeñoso de los que estoy segura que hará, tú te ríes y le dices: “¿Tanto te ha impresionado mi culo que no puedes quitártelo de la cabeza? ¡y eso que estamos acostumbrados a ver culos!”

              Por fin empieza a reír.

              -Todavía no me creo lo que acabas de hacer ahí dentro… ¡Y estás tan tranquila! ¿Es que no te da vergüenza?

              Mis carcajadas resuenan en la calle.

              -Ay cariño… yo perdí la vergüenza en el último bar.

              Y entre risas y pequeños cuchicheos acerca de los vestidos, el maquillaje o los peinados de algunas de las mujeres que hemos visto en el salón, regresamos a nuestro hogar. El mejor refugio. Por hoy ya hemos tenido más que suficiente.