Querido lector:

Espero que hayas disfrutado de El rey de las tormentas. Cuando leí que San Columba era conocido con ese nombre porque podía apaciguar los mares más furiosos, supe que había encontrado el título para este libro.

Resolver problemas que el autor se ha puesto en el propio camino puede conducir a lugares inesperados. Eso fue exactamente lo que pasó cuando tuve que elegir un héroe para lady Sidony Macleod. Como la más joven de las hermanas, de pequeña había sido una sombra, silenciosa, obediente, más seguidora que líder, ella se convertiría en una mujer que raramente actuaría por iniciativa propia, incapaz de tomar decisiones.

De hecho, ella era la antítesis de mis heroínas habituales, muy sinceras y orientadas a la acción, y por eso, necesitaba un hombre que encendiera su fuego. Quería un hombre que buscase ayudarle a revelar su propia identidad, más que un hombre que pretendiera moldearla a su gusto. También necesitaba un compañero capaz de hacer ver a Sidony que era alguien con opiniones propias, porque como muchos de los niños más pequeños de las grandes familias, ella creía que debía ser como sus hermanas mayores, y había olvidado o nunca se había dado cuenta que podía ser ella misma.

Sin embargo, no quería que Giff le diera todas las lecciones, porque Sidony se había pasado la vida observando a las personas y tenía mucho, también, para enseñar. Entonces hice una lista de héroes posibles que incluía algunos caracteres a lo John Wayne, otros como Bruce Willis en Duro de matar y otros del estilo.

El resultado fue sir Giffard "Giff" MacLennan, un caballero templario escocés encargado de la tarea de mover la Piedra del Destino para ponerla a salvo en las Islas de Occidente. Giff se enfrenta a todo: sexo, vida, navegación, con energía, impulsivamente, y comprometiéndose del todo. Toma decisiones con rapidez y no necesita grandes reflexiones. Hasta sus amigos más cercanos le dicen que es imprudente, pero si hay que hacer algo, actúa sin temor. Y tampoco tiene paciencia con nadie que lo cuestione o lo critique, menos aún una bella mujer que ose hacerlo.

Sin embargo, cuando el mundo atrevido de él y el plácido y predecible mundo de Sidony chocan, se abren todas las apuestas de una nueva historia.

El rey de las tormentas nació de ésa y de otras semillas. Para quienes se pregunten qué pasó luego con el conde de Fife, finalmente se convirtió en High Chamberlain de Escocia entre 1382 y 1407. En 1389, juzgando que su padre, el rey, estaba demasiado viejo y enfermo para gobernar aunque fuera a través de un representante, orquestó su propia elección como gobernador de Escocia entre los nobles. El conde de Carrick había sufrido un accidente por el golpe de un caballo, lo que debilitó también su salud y su capacidad de tomar decisiones. Por eso, los nobles estuvieron de acuerdo con la idea de que Fife fuera el guardián del reino hasta que Carrick se recuperara o hasta que el hijo mayor de Carrick, David, fuera capaz de asumir el trono.

Debido a esto, cuando Roberto II murió en 1390 y Carrick lo sucedió como Roberto III, Fife se dedicó simplemente a seguir gobernando. En 1397, cuando se reunió el Parlamento, Fife fue nombrado duque de Albany por Albania, se crea o no, que era el antiguo nombre de la región entre el estuario de Forth y el río Spey en el norte. En la misma época, su sobrino David fue nombrado duque de Rothesay, un título que hasta hoy mantiene el príncipe Carlos. Estos títulos fueron los primeros ducados que se introdujeron en Escocia.

Las opiniones sobre Fife expresadas por los Sinclair, Hugo, Rob Logan y Giff están bien documentadas entre la nobleza de ese período. Además, en mayo de 1402, el Parlamento escocés declaró que el duque de Rothesay, hijo de Carrick y heredero legítimo del trono, había fallecido de muerte natural después de haber sido arrestado y encarcelado por Fife. Decir que la mayor parte del país se negó a aceptar esa «muerte natural» es expresarlo en términos muy suaves. Especialmente, después de que Fife exigiera y recibiera un perdón absoluto de parte del Parlamento para él y sus conspiradores.

Carrick murió en 1406, y su segundo hijo y ahora heredero (más tarde Jaime I) fue enviado a Francia, pero capturado por los ingleses en el camino. Lo mantuvieron en Londres como rehén durante años. Fife actuó como regente hasta su propia muerte, en 1420. Así, aunque nunca fue rey de los escoceses, realmente dirigió el reino, de una u otra forma, durante cuarenta años.

Con respecto a las aventuras del conde de Fife en este libro, ¿resulta realmente sorprendente que nunca las haya mencionado a ningún historiador? Estoy segura de que si alguien le hubiera preguntado por qué se había ausentado de Edimburgo, él sólo hubiera dicho que se le había metido en la cabeza visitar a su sobrino Donald y asistir a la boda de una parienta lejana.

Para quienes siempre sienten curiosidad acerca de mis fuentes, la información sobre la descripción del puerto de Leith viene de muchas, pero especialmente de una muy interesante y detallada, de John Russell: The Story of Leith, en la web en http://www.electricscotland.com/history/leith/index.htm.

Los detalles acerca de las galeras, los barcos largos y otras embarcaciones provienen también de muchas fuentes, pero en primer lugar de The West Highland Galley, de Denis Rixon (Edimburgo, 1998). Los modelos para el Serpent Royal fueron los birlinn de las Islas y los esnecca o snekkjur.

Una vez más, la descripción principal de la piedra vino de Stone of Destiny de Pat Gerber (Edimburgo, 1997).

Para saber más acerca del tesoro de los templarios, vuelvo a sugerir las siguientes fuentes: Holy Blood, Holy Grail, de Michael Baigent y Richard Leigh (Nueva York, 1982), The Temple and the Lodge, de Michael Baigent y Richard Leigh (Nueva York, 1989), Pirates & the Lost Templar Fleet, de David H. Childress (Illinois, 2003) y The Lost Treasure of the Knights Templar, de Steven Sora (Vermont, 1999). Para más sobre los Asesinos, vean The Assassins, de Bernard Lewis (Londres, 1967).

 

* * *