Las imágenes, los motivos
… Y la iniciación a lo imaginario aparece en el cuento maravilloso en imágenes primordiales, las imago princeps, imágenes persistentes, partículas de gran fuerza que se imprimen en la psiquis, en la emoción y en la memoria del receptor del cuento. Estas partículas, estas imágenes esenciales, construyen el nivel de lo imaginario enlazado con estratos profundos de la interioridad de la persona. ¿Quién no se emociona, se con-mociona recordando la cabaña, el espejo de la madrastra, la planta de habichuelas creciendo en la noche, enredándose en el sueño, en las ansias, en el impulso por subir; Almendrita meciéndose en hojas de nenúfar, Garbancito en la oscuridad rumiante del estómago de la vaca, la bruja carcelera devoradora, los niños abandonados en el bosque?
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Estas imágenes, estos motivos, estos elementos nuevos, que han sido recogidos en la infancia, hablan calladamente en la olvidada memoria. La nutren silenciosamente. Células vivas de los cuentos maravillosos, tienen la fuerza de ser esencialidad, la fuerza de su plural latencia. Y nos remiten a nuestra infancia; o enlazan con la infancia de los niños de hoy; con algunos motivos míticos y con el nacimiento de la literatura, con el acto creador.
Imágenes y motivos que persisten en la literatura oral saltando de uno a otro cuento maravilloso, o se quedan con uno de ellos estructurándolo; por ejemplo, el objeto mágico de la flauta, en El flautista de Hamelin.
Según S. Thompson motivo (en un cuento) es el elemento más pequeño, con poder para persistir en la tradición 18 .
Y un cuento maravilloso tiene una suma de motivos, articulación de estas partículas, unidades mínimas de significación, y que aquí llamamos motivos o imágenes primordiales, o imágenes, indistintamente. Si yo digo La bella durmiente, ¿no surgen las imágenes que despiertan las palabras? Aquel sueño de años, la torre con la viejecilla, la herida del huso, y la zarza creciendo. El-que-llega cumplido el plazo…
Estas imágenes primordiales valen literalmente por ellas mismas, palpitan con una realidad poética, construyen lo imaginario. Pero también enlazan con motivos iniciáticos, creencias arcaicas: la bella en el ataúd relacionada con la Casa del bosque, según lo estudia Propp en sus Raíces históricas del cuento, o con mecanismos psíquicos profundos, según lo analiza Betelhaim (capítulo sobre la bella durmiente) en su Psicoanálisis del cuento de hadas. Las imágenes primordiales, como realidad literaria, son ambiguas, plurivalentes, es decir poéticas, simbólicas.
La choza o cabaña de los cuentos maravillosos de hadas es una imagen polivalente: protectora, refugio, cabaña de los padres, en Pulgarcito, incluso en Hans y Grettel, cuando reencuentran la cabaña paterna; pero de la que se aleja (Pulgarcito) o son expulsados (Hans y Grettel); la luz en medio del bosque que asegura refugio (Blancanieves), pero, al mismo tiempo, expectación, temor, es una Casa misteriosa, diferente, donde no se sabe con exactitud si va a deparar protección o se convertirá en prisión. Esa cabaña atrapadora de Hans y Grettel: «vieron que la casita estaba hecha de pan y cubierta de galletas y las ventanas eran de transparente azúcar». Cabaña-trampa, cabaña construida para atrapar a los niños, cabaña para devorar, que se transforma -44 en el espacio cerrado donde serán devorados. Salir de la cabaña significaría un tiempo de maduración de los niños, el control, equilibrio de la cabaña devorada devoradora, el testimonio de su crecimiento, la victoria sobre su pulsión, indefensión inicial.
La cabaña, el castillo de oro, la habichuela que crece hasta el cielo, los peinecillos hirientes, los ramos de oro, la varita mágica, son imágenes de los cuentos maravillosos que nos remiten a imágenes primordiales, pues como señala Bachelard: «Las imágenes princeps, […], son invitaciones a imaginar de nuevo. Parece que habitando tales imágenes […] se volviera a empezar otra vida, una vida que sería nuestra, que nos pertenece en las profundidades del ser» 19 .
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