CAPÍTULO 32

 

Marlock miró a su alrededor. Brand comenzó a caminar en círculos, observando el suelo con ojos expertos. Eliseo estaba muy preocupado, pero se tranquilizó pensando que eso no podía hacerle muy bien a su amada, debía mantener la mente despejada y fría.

–Hay huellas, muchas… parece que ha habido una batalla campal. –Anunció Brand.

–Eran muchos, aquí hay… espera… estas son de hace días… esto es de lo más extraño. –Dijo Marlock.

Alina y Bob se miraron.

–Esas huellas las puedo explicar. –Dijo la mujer al fin. Todos los hombres pusieron su atención en lo que tenía que contarlos. –Hemos venido aquí durante días para…

–Laia deseaba practicar, mi señor. –La cortó Bob. –Hemos estado viniendo casi a diario aquí.

–¿Practicar? –Preguntó Eliseo sorprendido.

–Sí, ella y yo nos entrenábamos aquí. La princesa nos acompañaba.

Eridion había perdido la paciencia. Su corazón iba a mil por hora. Durante unos segundos pensó que se volvería loco.

Se agachó y puso sus manos, delicadamente en el suelo.

Atrajo las miradas de todos los presentes, que observaban fascinados.

El lugar del suelo que tocaba las manos del elfo, se volvía más verde, más brillante, más vivo.

Cerró los ojos y se concentró.

Poco después se puso en pie.

–Eran seis hombres. Ella está inconsciente.

Marlock se acercó hasta él.

–¿Hacia dónde?

Se miraron durante unos segundos. La preocupación y el miedo asomado en sus ojos.

–Al Oeste.

–¿Los has reconocido?

El elfo negó con la cabeza.

Marlock miró a los hombres que estaban con él.

–Vamos, tenemos que perseguirlos.

***

Laia abrió los ojos muy poco a poco. Le dolía terriblemente la cabeza. Su cuerpo se balanceaba al compás del galope de un caballo.

Procuró no moverse para no llamar la atención y se concentró en lo que pasaba a su alrededor.

Estaba tumbada, boca abajo en el lomo de un caballo. Su pelo suelto, casi rozaba el suelo.

Notó el cuerpo de un hombre, pegado al suyo.

No podía mirar a su alrededor sin descubrirse, y necesitaba que los secuestradores pensaran que todavía seguía inconsciente para conseguir algo más de tiempo.

Aunque le dolía la cabeza, tenía que pensar.

No podía escapar, eran muchos hombres y ella estaba desarmada.

Maldijo su mala suerte, jamás volvería a salir sin al menos una daga.

No sabía dónde estaba, otro punto negativo. Pero no se asustó, no tenía miedo, sabía que Eliseo, Eridion, Marlock y Brand saldrían en su busca.

Tenía que ayudarles, ponerles las cosas fáciles. Dejar un rastro.

Muy despacio intentó rasgar la bonita puntilla que adornaba el puño del vestido. Cuando lo consiguió la dejó caer. Tendría que hacer lo mismo un poco más adelante, para que ellos la encontraran rápido.

***

La lluvia comenzó a caer, en principio suavemente, después con más fuerza.

Los hombres, calados hasta los huesos y cansados, seguían un rastro difícil entre la espesura y caminos.

Eliseo soltó una maldición. Si seguía lloviendo el rastro se perdería, así que azuzó más a su caballo haciendo que los demás le siguieran.

Marlock se acercó hasta él.

–No debemos ir tan rápido.

–Si no lo hacemos, perderemos el rastro.

–La lluvia nos entorpece, pero Eridion puede seguirlo sin problemas, si cansamos mucho a las bestias, no lo conseguiremos. Eliseo, la encontraremos, debes ser prudente. No dejes que los sentimientos tomen el control.

El hombre se lo pensó detenidamente. Marlock tenía razón, no podían seguir con este paso mucho tiempo, y tenían al elfo que podría ayudarlos en caso de que las huellas desaparecieran por completo.

Aminoró la marcha, y siguió mirando al frente, intentando descubrir por donde se la había llevado, cavilando en quién podría haber hecho algo así y por qué. La lluvia golpeaba su cuerpo, y las gotas se le metían en los ojos, impidiendo así bien la visión. Pero nada importaba, solo encontrar a Laia antes de que fuera demasiado tarde, antes de que algún desalmado le hiciera daño.

No podía perderla. No ahora. La necesitaba tanto como el respirar. Su vida sin ella, habría terminado.

Solo se escuchaba el sonido de los cascos de los caballos. Los hombres se habían sumido en un silencio cargado de angustia.